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El Gobierno del PT no hizo la reforma agraria ni cuestionó el sistema financiero
Los movimientos de izquierda dan un apoyo crítico al ’lulismo’
Los grupos más progresistas quieren que el nuevo gobierno de Dilma Rousseff acometa reformas estructurales
Nazaret Castro / Lunes 3 de enero de 2011
 

El Movimiento de los Trabajadores Sociales Sin Tierra (MST), una de las organizaciones más activas y mayoritarias en Brasil, espera del nuevo Gobierno de Dilma Rousseff mayores avances de los que obtuvo con Luiz Inácio Lula da Silva. Así lo cree al menos el líder del MST, João Pedro Stedile, para quien la presidenta contará con "una composición de fuerzas más favorable a un programa de centro-izquierda". En la agenda, una urgencia: asentar a las 100.000 familias de campesinos que, según el MST, viven acampadas a la espera de recibir tierra.

Sin embargo, el MST tiene sus recelos. "Nos preocupa constatar que, en el arco de las alianzas de Rousseff, hay fuerzas políticas que se contraponen a las demandas sociales", señalaba el manifiesto que lanzó la organización en campaña, dando su apoyo crítico a la ahora presidenta.

Los movimientos sociales esperaban más del primer sindicalista que alcanzó la Presidencia de Brasil. Lula no cumplió sus expectativas. El Gobierno del Partido de los Trabajadores (PT) no tocó los intereses de banqueros y terratenientes; no hizo la reforma agraria ni la tributaria; no cuestionó el sistema. Pero sacó a millones de brasileños de la pobreza y mejoró el diálogo con las organizaciones sociales. Con sus diferencias, el lulismo reprodujo el esquema socialdemócrata a la europea. Y la izquierda se dividió entre quienes apoyaron sus innegables avances sociales y quienes enfatizaron la ausencia de reformas estructurales.

No obstante, aunque decepcionadas, la mayor parte de las organizaciones a la izquierda del lulismo han mantenido su apoyo al PT.

Helena Silvestre abandonó el Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST) cuando empezó a ver un alineamiento de este con posturas petistas con las que no concordaba. En su opinión, la llegada de Lula al poder "anestesia" a la izquierda y divide a los movimientos. Como Plínio de Arruda Sampaio, líder del Partido Socialismo y Libertad, ella cree que Lula significa el final de la izquierda para Brasil.

Givanildo Manoel da Silva, de la organización de derechos humanos Tribunal Popular, piensa que es más bien al contrario. "Lula posibilitó que se entienda que no existen salvadores y que las elecciones burguesas no bastan. La izquierda debe retomar el debate de clase, no pensar en acciones fragmentadas. Si no avanzamos en la construcción del socialismo, habrá fuertes retrocesos", dice Da Silva.

Givanildo tiene pocas expectativas respecto al Gobierno de Dilma: "Los movimientos sufrirán un cambio, surgirán nuevos grupos y parte de los movimientos antiguos romperán con el Gobierno federal, especialmente el sindicalismo y los grupos de derechos humanos", sostiene. En este campo "nada ha sido hecho para revertir el cuadro de violaciones sistemáticas de los derechos humanos, ni fue aprobada la ley contra la esclavitud", añade el activista.

Independencia socavada

Las ayudas a los movimientos sociales han aumentado notablemente con Lula, y se espera que Rousseff siga en la misma línea. Para algunos, eso ha socavado la independencia de las organizaciones. Otros, como Isabel Mansur, de la ONG carioca Justicia Global, disiente: "Es simplista pensar que han comprado a los movimientos sociales: la prueba de ello es que siguen activos, y son críticos".

Hay quienes, con más optimismo, recuerdan que unas mínimas mejoras materiales, que sin duda Lula consiguió, son la base necesaria para seguir avanzando.

"Pensemos con simplicidad: primero, comer; segundo, educar; tercero, dar perspectivas", resume Alisson da Paz, del movimiento Arte Na Periferia. "Nunca vi en Brasil un Gobierno que diese todo eso para los pobres en la proporción en que lo hizo Lula. Es necesario un pueblo fuerte, luego nutrido. Sabio, luego educado. Y soñador, para regalarnos ese futuro tan prometido".