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Palabras del padre Francisco de Roux en la instalación del encuentro nacional por la tierra y la paz de Colombia
Francisco de Roux / Martes 16 de agosto de 2011
 

Provenientes de veredas, corregimientos, cabildos y ciudades, nos reunimos hoy en Barrancabermeja campesinos, indígenas y afrodescendientes, de todos los credos políticos y religiosos, sin distingos, como partícipes de la soberanía popular fundamento de la democracia.
Estamos aquí acogiendo el llamado de la Asociación Campesina del Valle del Río Cimitarra, que después de una lucha heroica por proteger el territorio hasta hacerlo zona de reserva campesina, tomó el premio nacional de paz que recibió en diciembre del año pasado como una obligación con la paz de Colombia. Estamos aquí organizaciones campesinas y sociales, Indígenas y afrodescendientes, agrupado en una convocatoria desde la diversidad, el pluralismo y la tolerancia con la diferencia. Poseemos diversas experiencias, distintos entendimientos y miradas sobre la guerra y sus impactos, y queremos compartir y decidir sobre los caminos que tenemos que emprender para que la paz sea posible.
Nos reunimos como ciudadanos y ciudadanas en soberanía. Exigimos respeto. Ni por razones electorales , ni por razones militares, ni por razones económicas, ni por condiciones de la prensa, ni por intereses de personalidades reconocidas, ni por los mensajes que lleguen de quienes están en la guerra, vamos a permitimos que el protagonismo ciudadano que nos convoca sea arrebatada a los hombres y mujeres del campo y de las comunidades indígenas , afro y populares, que demuestran aquí la voluntad de tomar la responsabilidad plena de la tarea de la paz.
Queremos subordinarnos única y exclusivamente a una causa más grande que nosotros: la paz y la justicia social, el derecho supremo a tener y ocupar una tierra en la que todos y todos podamos vivir en dignidad.
Desde lo profundo de una historia de intentos de paz, de logros parciales y profundos fracasos, los participantes en este Encuentro queremos pasar al protagonismo ciudadanos que aceptan el riesgo de ganar en la arena política y mediante la participación organizada directa y la discusión en la opinión pública , los cambios de las estructuras perversas que se construyeron desde la violencia; para contribuir a superar las causas y motivaciones de una guerra que ha traído atrocidad, millones de víctimas y la reproducción de la inequidad y la injusticia.
No hemos venido a este Encuentro a repetir con monotonía que el diálogo es el camino o a pedir con rutina el inicio de la negociación política. Venimos a convocar a la sociedad a rechazar radicalmente la guerra, las causas que la originan, y los efectos que tienen sobre nuestras vidas y nuestra cotidianidad.
Venimos a contribuir a desencadenar las fuerzas de la paz y a exigir un cambio estratégico en la confrontación armada. No aceptamos que a la sombra del discurso de paz se prepare el próximo escalamiento de la guerra. La experiencia reciente de nuestro país demuestra que la senda inviable de la victoria militar, buscada de uno y otro lado de la guerra, está sembrada de muerte, desolación, injusticia y despojo de miles de colombianos y colombianas, y no conduce, por tanto, a la paz verdadera, con justicia.
En la búsqueda de la victoria militar se ha aplastado la organización popular mediante el asesinato y la desaparición, se ha arrebatado a los trabajadores conquistas históricas mediante leyes regresivas, se han desviado ingentes recursos al gasto improductivo cuando debieran emplearse en resolver las urgencias de la salud, la educación, la vivienda y la producción de alimentos, y otras necesidad que agobian a nuestra población.

Lo definitivo de este evento es la decisión de plantear una línea divisoria. Es romper la historia que traemos. Es originar una nueva historia. Buscamos que de ahora en adelante la paz deje de ser una táctica subordinada a la confrontación y la violencia sin fin de Colombia. Queremos que en adelante el discurso de la paz se convierte en un cambio estratégico, en un salto cualitativo, en un comienzo radical.
Venimos con un reclamo justo. Estamos comprometidos con este clamor que nace de las víctimas y de las viudas y los huérfanos y de los campesinos desplazados y los indígenas y afros arrebatos de sus territorios y desde los desempleados y los empobrecidos de las ciudades. El pueblo tiene la razón cuando le pide a la guerra un cambio de estrategia y le pide al gobierno que se lance al diálogo y a la paz basada en la justicia.
Hemos venido a posicionar con toda determinación la ruta del diálogo frente a las dinámicas contrarias a la salida política negociada y sin guerra. Sabemos que las dinámicas contrarias a la paz no residen solamente en el establecimiento. Que los que se oponen a las exigencias serias de la paz no están solamente del lado del aparato institucional y de la mafia. Está también en todos los que han tomado la paz como una táctica para seguir acumulando fuerzas y fortaleciendo el parapeto de la resistencia en espera de una oportunidad.
Venimos a decir que nosotros nos jugamos todo por la paz. Que hemos venido a poner la vida para que la paz sea posible con toda su seriedad, todas sus responsabilidades históricas y políticas, todos sus desafíos y todos sus riesgos.
Llegamos a este Encuentro porque no tenemos otra alternativa si hemos de ser consistentes con nuestra dignidad humana y con los niños y niñas que en los campos y en las comunidades raizales y en las clases obreras y populares y profesionales sueñan con tener el país que soñaron Bolívar y sus compañeros y miles de líderes campesinos, indígenas, negros y populares que murieron con esta ilusión.
Venimos desde la lucha por la autonomía de los pueblos, pueblos indígenas y afrodescendientes, pueblos campesinos que buscan un estatuto de reconocimiento social propio, lucha por una autonomía que no quiere colocarse más en la orilla de confrontación y la autoexclusión, que quiere integrarse en la totalidad política de Colombia, en la oposición o en el poder democrático, pero desde dentro de toda Colombia; porque nos sentimos parte de este orgullo y este derecho que compartido con mujeres y hombres puestos por la historia en este territorio.
Venimos al lado de las víctimas de las comunidades indígenas y afrocolombianas que desde su dolor toman el camino constructivo, justo, riesgoso, exigente de la paz, y dejan de lado el camino sin salida, injusto , táctico y protegido de la otra orilla.
Estamos por las reformas estructurales que nos lleven a la justicia social y a la soberanía de nuestro pueblo y a la participación; y ponemos delante la ruta del diálogo porque estamos convencidos que antes de emprender los cambios estructurales en los que estamos dispuestos a poner la vida es necesario parar de todos los lados la confrontación armada en que Colombia se destruye, para poner así toda la iniciativa y toda la fuerza y la capacidad de convocatoria y la audacia en esos cambios estructurales que son cambios espirituales, éticos, económicos y políticos.
Si el resultado de este encuentro es un fortalecimiento de los enemigos del diálogo hemos cometido un gran error al llegar aquí.Si el resultado de este Encuentro es el acrecentamiento de la polarización que no permite que la paz sea la estrategia, la causa, el fin, nos hemos equivocado. Si lo que de aquí se sigue es el señalamiento y la persecución de los participantes y el acrecentamiento de la confrontación armada, es un gran error este encuentro.
Por esta razón, en todas sus partes, en su discurso, en sus gestos políticos, en el respeto y la camaradería, en sus consignas, en sus protocolos, en todos y cada uno de sus símbolos, este Encuentro tiene que ser un mensaje de que la paz y el diálogo son el camino. De que todos los que hemos venido estamos dispuestos a trabajar por paz hasta sus últimas consecuencias sin echar paso atrás. Nada de lo que aquí hagamos puede ser una oportunidad para que los paramilitares, o la insurgencia, o el gobierno concluyan que hay que insistir en la guerra. Todos los que estamos aquí somos responsables de este mensaje frente al pueblo colombiano y el mundo.
Quiero terminar estas palabras dirigiéndome a las mujeres y a los hombres jóvenes, a los que tienen por delante 50 años para construir este país. Nosotros, las generaciones mayores nos perdimos en la guerra sin fin. No se dejen ustedes meter en esta trampa absurda.
Muchos de los que han venido a este encuentro participan en organizaciones valiosas en la historia colombiana que buscan legítimamente el poder para hacer los cambios que sienten que el pueblo quiere. Más aún, cualquier observador político agudo planteará la pregunta de por qué este Encuentro se hace en vísperas de elecciones, en el tiempo en que el debate y la búsqueda del poder es más fuerte.
Ustedes tienen amigos y lealtades y tareas y compromisos en las organizaciones. Muchos de ustedes vinieron aquí como miembros de esas organizaciones que les son legítimas, respetables.
Este Encuentro de Barranca tiene que significar un cambio para todos nosotros, un cambio que tiene que tocar a las mismas organizaciones.
Solo será posible si ustedes, los jóvenes, comprenden que aquí estamos al servicio de una causa más grande que los grupos y las organizaciones políticas, más grande que las militancias y las ideologías. Lo que aquí está en juego es la causa de la paz que requiere de hombres y mujeres libres, que no subordinan esta causa a nadie, de una paz que significa no más guerra, que significa campos sin minas antipersonales, que significa no más secuestros, que significa no más falsos positivos ni desaparecidos ni fosas comunes. Que significa la lucha por tierra y el territorio y la dignidad y la superación de la exclusión y el fin de la impunidad, llevada por una juventud clara en sus ideas políticas y sociales.
Algunos han mirado con preocupación que este Encuentro puede convertirse en una confrontación de poder y de hejemonía entre las fuerzas políticas que polarizan el debate popular, entre la Marcha Patriotica y el Encuentro de los Pueblos.
Yo invito a los jóvenes a no dejarse meter en esa tenaza. Los invito a liberarse de un debate que no conduce a nada mientras el pueblo de Colombia, las víctimas, los campesinos arrebatados de la tierra y los indígenas desposeídos de sus territorios quieren la paz.
Necesitamos de una juventud sin miedo, libre, apasionada por el ser humano de Colombia, capaz de mirar a un país del que nadie tiene que irse, en el que nadie tiene temer que lo maten por sus ideas, y al mismo tiempo una juventud que luche con toda el alma por los cambios que hay que hacer aquí.
Yo quiero pedirle a los jóvenes que con audacia, con creatividad, con valor para tomar todos los riesgos, con inteligencia política, con determinación de hacer todos los cambios que este país necesita, tomen el camino de no colaboración con la vía que no conducen a la paz con dignidad, tengan el coraje de no colaborar con ninguna guerra.
Necesitamos jóvenes que sean capaces de comprender y valorar las razones que llevaron a tomar las armas a la insurgencia hace cincuenta años. Jóvenes que sepan mirar con respeto esa opción y ver en ella razones éticas y políticas serias de lucha por los cambios estructurales para que haya justicia y equidad en Colombia. Y al mismo tiempo jóvenes que capten el clamor del pueblo, de millones de víctimas, que piden se entienda que continuar la guerra y la lucha armada en Colombia desata una violencia de dimensiones terribles, incontrolables, que hace imposible a todos conseguir los cambios que este país requiere, y una violencia que desata el terror. Necesitamos jóvenes que tengan la lucidez y la libertad para arrastrar a los que quedaron atrapados en la guerra, jóvenes que tengan el liderazgo y la capacidad de convicción y la entrega que se necesita para avanzar hacia la justicia y hacia los cambios que requiere este país sin que nos sigamos matando.
Esa es la esperanza del pueblo colombiano. Y los jóvenes que han venido aquí, que van a definir la Colombia del 2020 y del 2030 tienen en sus manos esa esperanza. Tenemos la confianza que tienen el coraje y la grandeza humana de responder a esta esperanza de nuestro pueblo.