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El arte: memoria u olvido
Sobre el papel del arte en esta sociedad
Mónica Orjuela / Martes 8 de noviembre de 2011
 

Hace pocos días invitaron a Prensa Rural a una conferencia sobre el papel del arte y la comunicación en el marco del conflicto social, político y armando en Colombia, que, a propósito, se postergó dada la coyuntura del las movilizaciones estudiantiles que han infundido gran admiración. Inspirada por ello, y motivada por un artículo que reencontré de Eduardo Galeano llamado “La luz es un secreto de la basura” de su memorable libro Ser Como Ellos, el cual tuve en mis manos en la adolescencia y que tengo el placer de retomar 15 años después.

No me cabe duda, que en esta sociedad, uno de los problemas más profundos tiene que ver con la memoria; aquella frase que se repite constantemente y que ya carece de sentido por su falta de praxis “el que no conoce su historia, está condenado a repetirla” ¿somos unos condenados?, ¿nos pusimos la soga al cuello? Esta humanidad se encuentra gravemente enferma de un alzheimer colectivo, enfermedad que por demás, es degenerativa, ¿encontraremos la cura? ¿cuál será el laboratorio de la memoria que descubrirá el antídoto? La falta de práctica del ejercicio de la memoria social e histórica, nos deja agotados cuando apenas hemos subido la falda de la montaña.

El arte, y claro lo que transmite, son elementos que constituyen la memoria histórica, como partes de un todo social. Pero ¿que es el arte por el arte? o ¿el arte como medio de capturar y representar a una sociedad intoxicada? En este mundo patas arriba, la función del arte puede ser un distractor, un alienador, que deja a estas expresiones, lejos de ser la representación del arte, al contrario deforman lo que una vez tuvo sentido. Pero también, están aquellos artistas que se dedican ha abstraer de lo más profundo, sus propios símbolos, su individualidad y el resultado es la expresión de un sentimiento, una emoción inventada y obligada a usar, que sólo la entienden la mamá del artista, su mejor amigo, el intelectual y la demagogia que creyó entender el significado de la mancha en la pared; en este sentido, la técnica y el resultado pueden ser muy buenos, pero en este mundo al revés, estas manifestaciones artísticas carecen de sentido colectivo y solo pueden inspirar a los eruditos para satisfaces sus propios egos, incluso a nombre propio distan de ser representantes de culturas enteras y pueblos ancestrales.

Sin embargo, ¿que sería de nosotros sin el Guernica de Picasso? las obras de Obregón, Diego Rivera, las fotografías de Jorge Silva, entre múltiples ejemplos. Existe otra clase de arte que se adentra, se encarna, llora el dolor ajeno como propio, que tiene la necesidad de transformar, deja huella, que identifica el sentir de un pueblo, una nación y un mundo, el arte que deja la arrogancia y pasa de ser la creación de un individuo a ser parte de la humanidad.

“Cuando la imagen emerge de las aguas del revelador, la luz se fija en sombra para siempre, hay un instante único que se desprende del tiempo y se convierte en siempre. Estas fotos sobrevivirán a sus protagonistas, y a su autor, para dar testimonio de la dura verdad del mundo y de su escondido fulgor. La cámara de Salgado se mueve en la violenta oscuridad, buscando luz, cazando luz. ¿Cae del cielo a luz, o sube desde nosotros? En las fotos, ese instante de luz atrapada, ese destello, nos revela lo que no se ve, o lo que se ve pero no se nota: una presencia inadvertida, una poderosa ausencia. Ella nos avisa que el dolor de vivir y a tragedia de morir esconden, adentro, una magia poderosa, un luminoso misterio que redime la aventura humana en el mundo.” (Galeano 1992)

El arte consiente, llámemelo así para no caer en discusiones retóricas, es un arte que con toda franqueza, sencillez y desde adentro se reconoce en el otro, sin caer en el irrespeto, muestra realidades, no vende miseria, muestra dignidades. El artista empeñado en ser parte del espejo, se ubica al final del túnel, escudriña, socaba, entiende, analiza, reflexiona, humaniza y esta construcción es parte de su vida cotidiana, vive en ella, la revela, la pinta, la canta, la esculpe.

El espíritu creador del arte, no está escondido en el museo de Louvre de París, está atravesado por la vida en si misma, múltiple y diversa como el universo, el arte, la memoria y la creatividad sobreviven en un mundo que se empeña en ser plano, monótono, unísono, pero la realidad como lo descubrió el modernismo tiene perspectiva, y es ella la que nos reviste de creatividad cuando la reconocemos.

“Los fotógrafos de la sociedad de consumo, se asoman pero no entran. En fugaces visitas a los escenarios de la desesperación o al violencia, bajan del avión o el helicóptero, oprimen el disparador, estalla el fogonazo del flash y huyen. Han mirado sin ver y sus imágenes no dicen nada” (Galeano 1992)

Ciertamente, en este mundo patas arriba, del circo de la impunidad y el olvido, el arte y la comunicación tiene doble filo, pueden generar confusión, amnesia, retórica, o pueden ser parte de la memoria, depende de qué lado se esté parado. Así lo demuestran obras colombianas que están marcadas por la violencia, tal vez una de las muestras más significativas es la de Alejandro Obregón “violencia” que retrata el periodo que denominamos violencia en Colombia o las fotografías de Jorge Silva, que atrapan un momento que se convierte en siempre, que plasman a través de la pintura y la fotografía las duras etapas del conflicto.

Pero también están los artistas populares, que sin pretensiones histriónicas trascienden la inspiración y con las luces de su propio pueblo, iluminan los caminos del arte, muchos de los cuales están marcados por la sangre de pueblo. El arte despojado, que se enfrenta solo para decir realidades, para que quede en la memoria de los que aun viven, que son perfección porque son transparentes, sin necesidad de la complejidad tocan las fibras de una sociedad con el músculo del corazón herido por los golpes de la violencia y el olvido, símbolos que hablan, que son testimonio, metáforas del abandono pero también de la alegría de vivir, manifestaciones como dice Galeano desde adentro hacia fuera.

Salimos muy preocupados, de aquella reunión
Hubo masacre en el campo, campesinos a montón (bis)
El 29 de mayo, nunca se nos va olvidar
Nos mandaron los paracos , para con todo acabar.

Letra de la canción, compuesta por la mujer campesina del Catatumbo. Retrato de la violencia en esta región del país.

Así pues, el arte es una herramienta de la memoria, debemos practicarla, escucharla, mirarla, palparla. Crear obras no es una cuestión de oportunidades o de egos, es una cuestión de sensibilidad por el mundo y quienes habitan en el, el arte y lo que comunica tiene el poder de condensar el sentir de un pueblo, de salir de cotidianidad que nos robotiza en ocasiones, y dejar un momento para respirar, escuchar el latido del corazón, permitir que se le ponga la piel de gallina, por que él artista dijo lo que yo sentía y lo que yo viví.