Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

La economía enferma
Juan Felipe Harman / Lunes 26 de marzo de 2012
 

El crecimiento económico que celebra el presidente Santos y su ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, de 5,9 por ciento, lejos de ser un motivo de celebración tiene razones que demuestran la dependencia de nuestra economía a la especulación de las rentas de los recursos naturales. Aquí sin duda alguna hay enfermedad holandesa.

Las tasas de crecimiento de la economía colombiana lo demuestran. Mientras que el sector de la minería crece en un 14,3 por ciento, los demás sectores económicos quedan rezagados en su tasa de crecimiento por debajo del promedio del Producto Interno Bruto (PIB). La agricultura, por ejemplo, decreció en 2 por ciento comparada con el 2010 y creció la séptima parte del sector de hidrocarburos, esto abonado a la profunda crisis cafetera.

El sector de la industria aumento en 3,9 por ciento, 4 veces menos que la minería donde los subsectores más afectados fueron autopartes, productos metálicos, de cerámica y hiladura, tejedura y cavado de productos textiles. El sector de autopartes, más que sensible por el nuevo panorama en el mercado con el Tratado de Libre Comercio (TLC) que el Gobierno ha ratificado con Corea del Sur.

Entonces la economía colombiana reducida por una parte a la oferta de recursos naturales, quedando expuesta a una entrada masiva de capitales que termina por desplazar la industria, la agricultura y con ello el empleo formal, además de la revaluación del tipo de cambio. Tan solo en el primer bimestre del 2012 la Inversión Extranjera Directa (IED) hacia el país alcanzo los 2 mil 740 millones de dólares, un incremento del 24,8 por ciento, pero en especial el sector de minería y petróleo obtuvo 2 mil 95 millones de dólares, el 77 por ciento de la IED se está inyectando en un sector primario profundizando un modelo de economía extractiva.

Y por otra parte se sustenta en la demanda del consumo privado a base del crédito, en palabras del presidente Santos: “Eso nos permitió darle a 603 mil microempresarios crédito por primera vez el año pasado, 3 de cada 5 adultos, ahora tienen cuentas bancarias, estamos poco a poco avanzando hacia la formalización; los créditos a familias aumentaron en un 25 por ciento”.

No se han mejorado las condiciones laborales, lo que se ha aumentado es la generalización del crédito colombiano flexibilizándolo; las familias colombianas aumentan su consumo a partir del crédito y se está endeudando. Las cifras - según el Banco de la República - indican que por cada 100 pesos que recibe una familia, utiliza en promedio 15,4 pesos para pagar intereses y la amortización de la deuda.

Estamos frente a una inmensa burbuja que se alimenta entonces del escenario mundial de los ‘commodities’ para inflar la economía con capitales, en donde la revaluación termina por afectar las exportaciones tradicionales como el mismo café y petróleo, que tan solo asegura su rentabilidad por el alto precio internacional del barril. El Banco de la República ha brillado por su ausencia, solo actúa mediando la aceleración de la inflación con alzas en la tasa de interés lo que termina por revaluar aún más el peso.

Sin duda alguna este fenómeno también tiene un importante impacto dentro de las exportaciones y con ellas el escaso empleo formal, mientras en el sector de la minería crecieron 35 por ciento a pesar del bajón en la producción petrolera, la agricultura y manufactura no crecieron. Si tenemos en cuenta este factor, sumado a la revaluación, indica que el salario mínimo colombiano pasó de 275 dólares a 322 dólares, cifra que para el trabajador no significa nada, pero el empleador termina afectando cualquier proceso industrial sustentado en la exportación, donde aparecen propuestas como la de Gaviria de reacomodar el salario mínimo bajo las consecuencias de la revaluación, propuesta que transfiere el impacto económico que debería ser responsabilidad del Gobierno al trabajador colombiano.

Finalmente quien termina perjudicado es el empleo. De cada 10 nuevos empleos que se crean, 6,8 trabajos no sobreviven al siguiente año, sumado ello a la capacidad de ingreso que hace que Colombia ocupe el nada honroso séptimo puesto mundial en desigualdad social. El Gobierno de Santos habla de los avances de un digito como cifra del desempleo, lo que no plantea es que la informalidad llega al 51 por ciento, de los colombianos que están trabajando actualmente la mitad lo hace por su cuenta. Y la apabullante minería solo genera el 3 por ciento del empleo, un motivo más para sustentar que la economía nacional está enferma.

Las consecuencias en forzar al territorio de un país a ser petrolero, cuando las reservas y los actuales yacimientos afirman lo contrario, al igual que forzarlo a hacer minero y a minería a gran escala con grandes dadivas tributarias termina por disminuir sus rentas, hacen que necesitemos liberalizar aún más las normas fiscales y monetarias para aumentar el crecimiento económico porque es dependiente al grado de IED. El crecimiento que termina siendo ficticio y peligroso, termina siendo como hacer cuentas alegres con un cheque ajeno.

Estimular el mercado interno mediante el fortalecimiento de la producción y el empleo formal podrían configurar líneas gruesas para la estabilidad económica, aunque ‘ad portas’ de la entrada del TLC con Estados Unidos, están lejos de ser prioridad para este Gobierno.

(*) Proyecto Gramalote