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Liberaciones unilaterales y paz
César Jerez / Martes 3 de abril de 2012
 

Fundador y redactor de la Agencia Prensa Rural. Geólogo de la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (exURSS). En Bakú obtuvo una maestría en geología industrial de petróleo y gas. Es profesor y traductor de idioma ruso. Realizó estudios de gestión y planificacion del desarrollo urbano y regional en la Escuela Superior de Administración Pública -ESAP de Bogotá. Desde 1998 es miembro de la ACVC. Actualmente coordina el equipo nacional dinamizador de Anzorc. Investiga y escribe para diversos medios de comunicación alternativa.

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En Mocuare, un pueblo pobre y marginado del Guaviare fueron entregados a Piedad Córdoba los últimos prisioneros de guerra en poder de las FARC. Las FARC cumplieron la palabra que habían dado a un grupo de mujeres luchadoras por la paz en el mundo. Durante la liberación esta guerrilla, mediante un comunicado, reiteró la dejación del secuestro extorsivo como método de financiamiento y ratificó su disposición al diálogo.

Pese a qué el gobierno trató de opacar la importancia política de las liberaciones mediante el mutismo y el llamado abierto a la ya acostumbrada autocensura de los medios y su amarillismo, a esta hora está claro que las liberaciones son un nítido mensaje político, una convocatoria al diálogo.

El país requiere de una movilización ciudadana por la paz fuerte y sin reverso que confronte a los beneficiarios de la guerra y a los medios que la propagandizan. Esta movilización acompañada de propuestas
para acabar con las sitématicas violaciones a los derechos humanos servirán para el establecimiento de la verdad y para exigir la justicia necesaria.

El gobierno debe responder con gestos, reconocer la existencia de más de 7500 presos políticos, centenares de ellos guerrilleros, mejorar su situación carcelaria, observar sus derechos humanos, acoger y hacer respetar el debido proceso en sus procesos judiciales. Este podría ser un gesto de respuesta que abra un acercamiento.

Empezar a solucionar de verdad el problema de la tierra, construir institucionalidad y políticas públicas con las víctimas y los despojados, e iniciar el debate para introducir de manera concertada los cambios estructurales que el país requiere son parte del camino a recorrer y el inicio de un eventual diálogo.

El gobierno debe concretar la voluntad política de paz y brindar garantías para la participación política de los de abajo. Sin la posibilidad de una participación política sin la amenaza de la cárcel o de la muerte será muy dificil hablar de cambios y de paz.

El reto es del actual gobierno, de las partes confrontadas y de la sociedad colombiana en su conjunto.