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El libro de un sinvergüenza
Sergio Camargo / Sábado 22 de septiembre de 2012
 

Los medios comerciales de comunicación de Colombia, ya comenzaron con su gigantesca tarea de redorar la imagen de uno de los criminales más grandes que ha tenido y tiene el país, el narcoparamilitar Álvaro Uribe Vélez, quien a punta de asesinatos, corrupción, narcotráfico y mentiras, logró, con la anuencia de la podrida clase política del país y la cobarde prensa nacional, ascender los difíciles y tortuosos peldaños del poder político y llegar a ser escogido por una minoría, mas no elegido por el pueblo, Presidente de la República. En efecto la prensa del régimen genocida que impera en el país, está promocionando el libro del Narcotraficante N° 82, escrito a guisa de biografía y que lleva por titulo “No Hay Causa Perdida”.

Este nefasto e inescrupuloso individuo habrá contado en su libro y a su manera, los mas bellos y tiernos sucesos de su vida familiar, como por ejemplo que su padre Alberto fue un hombre honesto y trabajador, adorador de caballos finos de paso (su único pecado) y que sus hermanos Jaime (muerto de cáncer de garganta) y Santiago sobre todo, son verdaderos campesinos entregados al trabajo honorable y al progreso de la patria. Y las mas bellas, gloriosas y osadas hazañas como hombre público desde hace mas de treinta años, cuando comenzó como secretario general del ministerio del trabajo, luego director de la Aeronáutica Civil, después como Concejal de Medellín y mas tarde Gobernador y senador de la república, fueron gloriosos, hasta llegar a convertirse en presidente de la república de Colombia, durante ocho años (2002-2010), en los cuales mitigó los sufrimientos del pueblo, enfrentó a los terroristas casi exterminándolos, trajo la paz al país desmovilizando alrededor de treinta mil hijos pródigos que cometieron algunos delitos y sentó cátedra en el continente americano que con mano dura (de hierro), la “seguridad democrática” si funciona. Los chilenos, mexicanos, peruanos, guatemaltecos, hondureños y otros le creen.

Pero la realidad es muy otra y nosotros colombianas y colombianos de bien nos hemos encargado de contar la verdadera historia de este criminal y las sucias y mortíferas andanzas de sus familiares, padre, hermanos, hijos, primos y sobrinos.

Yo hace cuatro años me di a la tarea de recopilar muchas de las andanzas criminales de esta familia y su complicidad con el narcoparamilitarismo y publiqué el libro titulado “El Narcotraficante N° 82 – Álvaro Uribe Vélez – Presidente de Colombia”

Ciñéndome a la verdad, sin calumnias, sin mentiras ni resentimientos de ninguna clase o prejuicio alguno y sin ningún deseo de mentir por venganza u otro impulso malsano, escribí una especie de biografía de este sórdido e inhumano personaje, así como la de su familia, haciendo una radiografía espeluznante por la cual ha atravesado el pueblo colombiano, bajo el imperio del narcoparamilitarismo y su principal capo, después de la muerte del sanguinario Pablo Escobar, el marrullero Álvaro Uribe Vélez.

Mediante los métodos más bajos y sangrientos que la humanidad pueda imaginarse este criminal y su familia supieron aprovechar en todas sus formas las “bondades” del crimen organizado y la mafia.

Pues su padre Alberto y su hermano Jaime fueron cercanos amigos y socios de Pablo Escobar, el primero se salvó de ser extraditado a Estados Unidos y el segundo estuvo detenido en Medellín por su colaboración con el criminal mafioso, pero ambos quedaron libres gracias al quehacer de la mafia y la corrupción que azota al país, eran los años 1982-1983. Los Uribe no fueron ajenos al asesinato del ministro de justicia en el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986), Rodrigo Lara Bonilla y quien en su frontal lucha contra el crimen organizado y la mafia, había intervenido y hecho destruir el mayor laboratorio de procesamiento de cocaína perteneciente a Pablo Escobar, llamado Tranquilandia y en el cual se encontró una avioneta perteneciente a los Uribe.

Su hermano Santiago se dio el lujo de crear un escuadrón de la muerte con cura abordo, asesinando casi un centenar de inocentes colombianos, sin descontar sus afinidades en la exportación de cocaína con sus primos los Ochoa.

Álvaro Uribe, en su paso por el ministerio de trabajo, la Aeronáutica, la alcaldía de Medellín y la gobernación de Antioquia, no cesó en su colaboración y valiosa ayuda al capo Escobar y a la creación y perfeccionamiento del aparato paramilitar causante del asesinato y la desaparición de mas de medio millón de colombianos y colombianas, en estos últimos treinta años, así como el desplazamiento de casi cinco millones de campesinos y el exilio de otros tantos millones en muchas partes del mundo, una gran parte de perseguidos políticos.

Las flamantes democracias de Estados Unidos y la Unión Europea han guardado un cómplice y hermético silencio.

Su llegada a la presidencia de la república no fue gracias al apoyo del pueblo colombiano, pues en Colombia jamás ha existido democracia, su gran suerte fue ser el escogido entre los capos de la mafia y el crimen organizado con la complicidad del corrupto bipartidismo (liberales y conservadores). Ya en la presidencia comenzó a perseguir Defensores de Derechos Humanos, Sindicalistas Lideres Populares y Campesinos, Periodistas Alternativos y Abogados. Con sus amigos militares y paramilitares sembraron el terror en la mayor parte del país y los asesinatos de los ciudadanos abiertamente contrarios a sus políticas, sobre todo los líderes fueron exterminados sin piedad. Mientras tanto el narcotráfico se nutria de la ayuda gubernamental y de la ‘ceguedad’ de la policía, el ejército y una parte de la justicia.

La mayoría de los compinches de Uribe en el crimen organizado y la mafia, políticos, empresarios, militares y narcoparamilitares, quienes hicieron parte de sus ocho años de gobierno, han sido señalados y acusados por sus crímenes, pero muchos otros se encuentran libres o huyendo de la justicia.

Su primo y compañero político, el senador Mario Uribe Escobar, fue condenado por narcoparamilitarismo y sus dos hijos Tomás y Jerónimo, están acusados por sus relaciones y negocios con narcotraficantes, además de su participación en corrupción y trafico de influencias.

El criminal Uribe sostiene que durante su gobierno desmovilizó más de treinta mil paramilitares, una mentira que cuenta miles y miles de veces para convertirla en verdad. Pero la realidad fue que muchos desmovilizados eran vagabundos y desempleados y las armas entregadas eran viejos fierros inservibles, entre tanto los paramilitares se escondieron o se achicaron para pasar desapercibidos, mientras se le mostraba al mundo que los escuadrones de la muerte ya no existían en Colombia, gracias al presiente Álvaro Uribe Vélez.

A pesar de que la democracia se diluyó y la seguridad se convirtió en represión y bala, Uribe sigue pregonando por todo el mundo que su “seguridad democrática” fue su mayor éxito por que derrotó a los terroristas. Para él, los escuadrones de la muerte no son terroristas y sindicalistas y lideres populares sí lo son.

El libro “No Hay Causa Perdida”, no cuenta nada de lo antes mencionado, entonces valdría la pena confrontarlo con el del “Narcotraficante N° 82”, para que sopesáramos datos, hechos históricos y a personajes de la narcoparapolitica y sus verdaderas andanzas y así darnos cuenta quien es quien en Colombia y quien cuenta la verdad.

Yo estoy seguro en todo caso, que los colombianos y colombianas de buena voluntad y quienes somos la mayoría absoluta, no estamos mintiendo. Hemos denunciado que la seguridad democrática equivale a Terrorismo de Estado. Así los amigos y compinches del ‘Narcotraficante N° 82’, propietarios y directores de la prensa del régimen, nos sigan intoxicando con sus inverosímiles historias de un país que solo existe en sus cabezas.