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Para nadie es un secreto
La capacidad de mentir adquiere rango de política estatal en Colombia
Johnson Bastidas / Miércoles 2 de enero de 2008
 

En conversaciones con amigos extranjeros de visita humanitaria en Colombia, estos formularon muchas preguntas sobre el modus operandi de los aparatos de seguridad del Estado colombiano. Nosotros ilustramos la noción de “ciudadano-soldado” que hace parte del núcleo central del modelo represivo y de reproducción del poder coactivo en Colombia. Ese del millón de sapos. Explicamos cómo, a través del tiempo, se instrumentaliza las operaciones de inteligencia militar, llamadas operaciones psicológicas y en algunos manuales “operaciones envolventes”. Todas ellas ligado a los departamentos B5 de las correspondientes brigadas. Explicamos que este mismo departamento, organiza curso de corresponsales de guerra para algunos periodistas, donde se enseña el manejo de los boletines oficiales de “parte de guerra del ejército”, comportamientos en áreas de conflicto, y sobre todo a mentir.

Nuestros amigos extranjeros nos escuchaban en silencio ante la magnitud de nuestro relato. “Parece literatura macabra, por lo escalofriante” dijo uno de ellos, “nosotros creíamos que en Colombia todo era realismo mágico” dijo otro. Nosotros contamos la anécdota del editor de García Márquez, que después de visitar las zonas, pueblos y caseríos donde se recrean los personajes macondianos, dijo: “el único merito de Gabo es que es un gran cronista”. Lo decía porque cada persona que tomaba la palabra, relataba cosas más inverosímiles que las mariposas de Mauricio Babilonia. Nosotros no desaprovechamos la oportunidad de hablar de nuestra tradición oral, sobre todo de la caribe, la conversación no podía eludir hablar del maestro Fals Borda y sus cuatro tomos de la historia doble de la costa.

Entre café y café, nos pidieron que habláramos de los paisas, de esos que tienen el mismo acento que el presidente y que según sus propias palabras, son capaces de vender a una loca preñada, usan “poncho trenciado”, ruana y que en algunas zonas del país, sobre todo en las paramilitares han cambiado el machete, por la pistola. Estamos en esas cuando, desde una casa vecina, se escucha la rueda de prensa del presidente Uribe en directo, desde Villavicencio. Literatura pura, el presidente más culebrero que jamás hayamos tenido, sacaba de su manga, como cual mago de sombrero, una historia digna de la tradición oral urbana paisa. Los amigos extranjeros escucharon en directo como desde la presidencia se elaboraba una especie de collar bomba para desmovilizar la comisión de garantes más importante que se ha formado en últimos años, para una situación sobre Colombia.

El cuadro era patético, el presidente rodeado de su Estado mayor en pleno, léase el Consejero de la guerra, como lo llamaron en Venezuela a Luís Carlos Restrepo, y en el otro costado al montesinos versión cachaca Juan Manuel Santos. Todos, en una operación de esas dignas del B5, donde es sabido, la guerra que se pierde en los campos de batalla se gana es las operaciones de comunicación social o show mediático, en este caso, estábamos escuchando en directo un acto quirúrgico, de alta cirugía mediática. El presidente suspendió sus vacaciones en el Ubérrimo, dejo en casa el mal de vértigo y contradiciendo la prescripción medica que le aconsejaba reposo, se fue a desmovilizar la comisión de garantes para comenzar el año 2008 sin testigos internacionales.

Nadie explicó, aunque era obvio, que la comisión guerrillera encargada de llevar a un sitio determinado a los liberados, no tiene como hoja de ruta el principio según el cual “la distancia más corta entre dos puntos es una recta”. No, que estamos hablando de una comisión guerrillera que debe preservar la vida de los rehenes y la suya propia, en un territorio en guerra, con presencia, según la prensa oficial de más de 20 mil soldados, dispuesto para la ocasión por la seguridad democrática, para encontrarlos primero antes de hacer contacto con la comisión de garantes. Nadie explicó, aunque era obvio, que la comisión guerrillera se desplazaba a pie, eludiendo todos los accidentes geográficos que pueden aparecer en nuestra bella geografia nacional, ríos, precipicios, lagos, montañas, pantanos, etc.

El presidente Uribe sabe qué es un acto de desagravio, pues le organizó uno de lujo, en Medellín, a Rito Alejo del Río, insigne paramilitar que hizo carrera en el ejército oficial. Y por eso mismo, que los más interesados en cumplir con la liberación es la insurgencia, toda vez que, ésta liberación esta planteada como un acto de desagravio al presidente Chávez por la manera como Uribe terminó con la mediación de Chávez y los buenos oficios de Piedad Córdoba.

El presidente Uribe sabe que con una comisión de observadores como aquella que logró reunir el presidente Chávez, es y se traduce en los ojos del mundo para desenmascarar a su régimen fascista. Esta comisión daría fé de un acto humanitario insurgente contrario a la imagen que el gobierno quiere trasmitir de terroristas desalmados sin proyecto político, insurgentes que atacan sin motivo a la pobre cenicienta democracia colombiana. Qué tal, es impensable permitirse que esta comisión siga en Villavicencio para dar fe del acto esperado. Frente a eso no hay vértigo que lo soporte o prescripción médica que lo impida. A la comisión había que sacarla de Colombia como diera lugar, y eso hizo el culebrero del Palacio.

La preparación de esta operación humanitaria, se hizo de frente a la comunidad internacional, sin cartas marcadas, y sólo se reservó a la opinión pública aquella información vital para la seguridad de la misma. Contrario a las operaciones clandestinas y delincuenciales que desde Palacio o desde el Ubérrimo se han craneado para secuestrar insurgentes en el exterior y presentarlos en Cúcuta como éxitos de la seguridad democrática. Esta operación humanitaria nada tiene que ver con la seguridad democrática y al contrario es su antítesis, por eso se desmonta con este show mediático.

Nuestros amigos extranjeros guardan silencio, han sido testigos de la manera como se recrea la realidad en Colombia, y como desde el palacio se gestan actos circenses. “Esta es nuestra realidad”, les decimos, esperamos que ustedes puedan testificarlo en sus respectivos países, no es ciencia ficción, es guerra pura.