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Cuando el movimiento social camina buscando la paz: experiencias del Magdalena Medio
Peace Brigades International -PBI- / Miércoles 14 de noviembre de 2012
 

Región de muchos recursos naturales, corredor estratégico entre el sur y el norte del país, las poblaciones de la región del Magdalena Medio y su capital informal, Barrancabermeja, han sido a lo largo de los años particularmente golpeadas por el conflicto colombiano.

El gigante río Magdalena, que da su nombre a la región, se volvió más famoso por la sangre en sus aguas que por su belleza natural. En el Magdalena Medio nació la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) y varios frentes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), numerosos grupos paramilitares formados en la escuela paramilitar de Puerto Boyacá así como un movimiento campesino y social fuerte e históricamente relacionado con la presencia de la empresa nacional petrolera Ecopetrol y su sindicato, la Unión Sindical Obrera[1].

Tal vez justamente por esta historia, el Magdalena Medio también fue la cuna, a lo largo del tiempo, de numerosas iniciativas de paz. Entre éstas, muchas provinieron de la población campesina que vive directamente la confrontación armada y sufre sus consecuencias inmediatas. En estas iniciativas hay un mensaje recurrente: la necesidad de «escuchar y movilizar todas las voces del país para avanzar hacia la paz con justicia social» y de pensar un nuevo modelo «que posibilite el uso de nuestros recursos y riquezas superando las profundas desigualdades económicas y sociales»[2].

Un encuentro para la paz

«¿Dónde está el derecho a la vida para la humanidad? ¿Dónde están los que hacen la justicia por toda esta maldad?», lanza el cantautor Víctor Rodríguez en el concierto de inauguración del Encuentro de Paz de Barrancabermeja[3]. «El diálogo es la ruta» es la convicción que reunió a 30.000 personas[4] durante tres días en Barrancabermeja en agosto de 2011 en un llamado a la paz y un intento de reponer el tema en la agenda política del país.

Tras haber recibido el Premio Nacional de Paz el 24 de noviembre de 2010, la Asociación Campesina del Valle del río Cimitarra (Acvc) decidió que este premio simbólico no pasaría desapercibido. Así surgió la idea de un Encuentro Nacional por la Tierra y la Paz que invitó a las comunidades campesinas, indígenas y afrodescendientes a reunirse en Barrancabermeja para exigir la paz, invitar a las partes a sentarse al diálogo y escuchar la voz de las primeras víctimas del conflicto.

A la organización de este primer evento masivo planteando el tema de la paz después de casi diez años durante los cuales el Gobierno negó la existencia de un conflicto armado en el país se sumaron la Iglesia católica, el Congreso de los Pueblos y varias organizaciones sociales de Barrancabermeja. El evento contó también con el apoyo de la Alcaldía y la Gobernación, así como del movimiento social a nivel nacional[5].

«En un momento en el cual este país no quería hablar de diálogos, las comunidades agrarias, viviendo directamente en los campos de batalla, salieron masivamente a exigir diálogos», comenta Miguel Cifuentes, miembro de la Junta Directiva de la Acvc, y añade que «durante el Gobierno de Álvaro Uribe la gente tenía miedo de hablar de paz o de diálogos; este evento fue un paso importante para perder este temor»[6].

Las conclusiones de las discusiones realizadas fueron recopiladas en un «Manifiesto para la Tierra y la Paz»[7], el cual hace énfasis en la necesidad de concretar la ruta del diálogo no sólo entre las partes en conflicto sino también a través de «la más amplia participación social y popular»[8]. Como herramienta para concretarlo se planteó «la preparación y realización de constituyentes regionales, espacios de soberanía popular y participación ciudadana, concebidos como mecanismos de construcción de paz y justicia social y por la solución política»[9]. Estas constituyentes se están realizando hoy en día en varias regiones del país[10].

Una historia de resistencia

Pero el campesinado del Magdalena Medio no esperó el Encuentro de Paz para tomar iniciativas a favor de la paz. A lo largo de los años ha ideado refugios humanitarios y zonas de reserva campesina, entre otras iniciativas, con el ánimo de poder vivir y sobrevivir en medio del conflicto armado.

Refugios humanitarios

«La palabra refugio humanitario tiene mucho impacto, mucho significado. La gente se refugia para proteger su vida al interior del mismo país. El Gobierno ya no puede decir que no hay conflicto, que no hay guerra», explica Cifuentes[11].

En los años 2000, encontrándose en una situación de «profunda crisis humanitaria desatada por el permanente bloqueo alimentario y sanitario, producto de los constantes operativos paramilitares y militares en la región»[12], los campesinos se vieron obligados a buscar soluciones inmediatas. Así, en varias oportunidades en diferentes veredas del Magdalena Medio y en Barrancabermeja, centenares de campesinos conformaron campamentos de refugio humanitario, abandonando sus parcelas temporalmente para proteger su vida e integridad y exigir soluciones al Estado[13].

Apoyados por organizaciones sociales nacionales e internacionales los refugios representaron una manera de visibilizar la grave situación de violencia vivida por el campesinado. «En los refugios no entraba ningún actor armado» comenta Cifuentes. Estaban para proteger la vida, exigir que se resolviera el problema del paramilitarismo en la región, para acabar con las ejecuciones extrajudiciales y para demandar condiciones de vida dignas.

La Zona de Reserva Campesina del Valle del río Cimitarra

Pero los campesinos del Magdalena Medio no se limitaron a protegerse frente al conflicto y a visibilizar su situación sino que plantearon propuestas concretas de desarrollo alternativo. Como proyecto emblemático figura la Zona de Reserva Campesina del Valle del río Cimitarra.

Figura jurídica reconocida en la Ley 160[14], la Zona de Reserva Campesina (ZRC) tiene como objetivo «fomentar y estabilizar la economía campesina, superar las causas de los conflictos sociales que la afecten y, en general, crear las condiciones para el logro de la paz y la justicia social»[15].

«Valoramos que esta figura no es suficiente ya que se necesitaría una verdadera reforma agraria. Sin embargo, es un primer paso para delimitar y proteger el territorio y la economía campesina, intentar consolidar el campesinado a través de un plan de desarrollo sostenible, poner un freno al latifundismo y luchar contra el desplazamiento que aquello, en conjunto con la presión paramilitar, venía provocando. También es un mecanismo vinculante para el Estado, para que invierta en proyectos: vías, salud, agricultura, etcétera», explica Cifuentes.

Reconocida formalmente en diciembre de 2002 a través de la Resolución 028, la Zona de Reserva Campesina del Valle del río Cimitarra fue rápidamente suspendida por el Gobierno Uribe recién llegado al poder. En 2011 la Acvc obtuvo el levantamiento de la suspensión tras un largo trabajo de incidencia. Desde esa fecha, la Acvc se consagró a la actualización del Plan de Desarrollo de la ZRC elaborando con las comunidades campesinas una serie de proyectos en los ámbitos agropecuarios, forestales, de infraestructuras, educación, salud, transformación y comercialización y fortalecimiento organizativo.

«La Zona de Reserva Campesina contribuye a la paz en la medida que es una posibilidad para las comunidades de consolidarse y de crecer —añade Cifuentes—. Con la realización de los proyectos de desarrollo, los jóvenes dejarían de dedicarse a la delincuencia común, al Ejército o a la guerrilla porque no hay empleo, salud o educación».

La organización está hoy en día a punto de entregar la versión final del Plan de Desarrollo al Instituto Colombiano de Desarrollo Rural (Incoder), el paso siguiente será que el Estado invierta fondos para el desarrollo de los proyectos.

A nivel nacional la Acvc ha desempeñado un papel importante en la capacitación y apoyo a otras organizaciones campesinas buscando maneras de permanecer en sus territorios. Junto con 30 organizaciones más la Acvc forma parte de la Asociación Nacional de Zonas de Reserva Campesina (Anzorc) que realiza un trabajo de seguimiento y difusión de informaciones sobre las ZRC en todo el país.

En un momento en el que el problema de la tierra vuelve a estar en la agenda pública del país y es el primer punto a debatir en los diálogos entre el Gobierno y las Farc, los campesinos y campesinas alzan su voz para contar su historia, para compartir sus sueños, sus reivindicaciones y sus propuestas. Para aportar su granito de arena en la construcción de la paz.

Notas de pie:

[1] Alfredo Molano: En el medio del Magdalena Medio. Cinep: 2009, páginas 35 y 42-46.

[2] Manifiesto por la Tierra y la Paz. En: Prensa Rural, 16 de agosto de 2011

[3] Comunicadores Populares: Encuentro Nacional por la Tierra y la Paz de Colombia en Barrancabermeja - Concierto - 2011, 29 de agosto de 2011

[4] Plano Sur: Terminó el encuentro sobre la paz, pero continúa el camino para alcanzarlo, agosto de 2011

[5] Manifiesto por la tierra y la paz - El diálogo es la ruta. En: Agencia Prensa Rural, 16 de agosto de 2011

[6] Entrevista con Miguel Cifuentes, octubre de 2012

[7] Óp. cit. Manifiesto por la tierra y la paz - El diálogo es la ruta

[8] Ibíd.

[9] Ibíd.

[10] En el Peñón, inicia el proceso de constituyentes locales y regionales por la Paz de Colombia. En: Agencia Prensa Rural, 25 de junio de 2012

[11] Óp. cit. Entrevista con Miguel Cifuentes

[12] Corporación Acción Humanitaria por la Convivencia y la Paz del Nordeste Antioqueño: La resistencia campesina en el nordeste antioqueño, un camino de ocho años junto a Cahucopana, 30 de diciembre de 2011

[13] Con los Pies por la Tierra: Los refugios humanitarios como estrategia de resistencia, 29 de julio de 2009

[14] Ley 160 de 1994, capítulo XIII, artículo 79.

[15] Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, Decreto 1777 de octubre 1 de 1996 que reglamenta parcialmente el capítulo XIII.