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Debate
La paz con los elenos: cuesta arriba
En Colombia, la tradición militarista ha generado que al momento de establecer las partes e interlocutores de la paz se mida en litros de sangre y capacidad de daño.
Carlos Arturo Velandia Jagua / Martes 27 de noviembre de 2012
 

A la pregunta de Semana en entrevista a Enrique Santos Calderón “¿Qué hacer con el ELN?”, este responde: “Los elenos no tienen la fuerza militar de las FARC y tienen fama de enredar hasta un aplauso…”; obligada pregunta a quien en representación de su hermano, el presidente de la República Juan Manuel Santos Calderón, participara con importante protagonismo en el diseño de la arquitectura del proceso de diálogo y negociación que se realiza con la guerrilla de las FARC-EP, en La Habana; pero inquietante respuesta porque sitúa las posibilidades de un proceso similar con los elenos en un tiempo y lugar ignoto y postergado, que genera de paso incertidumbre sobre un final del conflicto armado en todo el territorio nacional.

La respuesta contiene además un contraste entre las fuerzas que representan las dos organizaciones guerrilleras más antiguas de Colombia y el continente, dejando explícito que las FARC-EP, por ser más poderosas, son las merecedoras de la atención del Gobierno. Tal respuesta obedece a la nefanda tradición militarista en la mayoría de los procesos de paz, de medir en litros de sangre y capacidad de daño al momento de establecer las partes e interlocutores de la paz, dejando en segundos lugares a fuerzas menores en tamaño o a las que exhiben en su haber más propuestas y discurso que acciones épicas y potencial bélico destructivo.

Pero la respuesta enlaza seguidamente la pobreza militar de los elenos a “…la fama que tienen de enredar hasta un aplauso…”, en una reconocible alusión a la tozudez de los elenos de proponer y exigir la participación de la sociedad en la solución política del conflicto. Es esta la piedra en la que han tropezado todos los intentos de paz entre el Gobierno Nacional y la guerrilla del ELN. Situación parecida la vivió el país hace doce años, cuando el presidente Andrés Pastrana Arango decidió que su esfuerzo en materia de paz era la paz con las FARC-EP, dejando al ELN a la vera del camino obligándose a hacer demostraciones bélicas, para llamar la atención y forzar una mesa de diálogo y negociación, la que no pasó de adquirir cierta importancia para el Gobierno cada vez que el proceso principal, con las FARC-EP, hacía crisis.

En la más reciente publicación del COCE aparecida en la página web del ELN, se dice: “Sin la acción y participación protagónica de la sociedad y de manera particular de quienes son excluidos del poder oligárquico, no es posible un proceso exitoso para la paz de Colombia”; aquí radica la esencia del planteamiento reiterativo de los elenos. Esto y no otra cosa es lo que el señor Santos llama “…enredar hasta un aplauso…”. Esto no es nuevo, solo que por primera vez un portavoz de la oligarquía y el establecimiento lo dice de manera pública.

La Convención Nacional, propuesta política de los elenos, para promover y posibilitar la participación de la sociedad, sin exclusiones, siempre fue vista por los distintos gobiernos como un obstáculo, que impedía un proceso signado por una noción transaccional para lograr la paz, que consiste en diálogos y negociaciones a espaldas de la sociedad, para lograr el silencio de los fusiles a cambio de algunas favorabilidades para las organizaciones insurgentes. El ELN siempre ha controvertido esta lógica gubernamental e insiste en hacer síntesis con las distintas propuestas: “…El ELN ha planteado la Convención Nacional como escenario de encuentro de toda la sociedad, otros han planteado una Constituyente de paz, diálogos nacionales y regionales, otros diálogos pastorales. Creemos necesario consensuar estas y otras propuestas que se presenten y proyectarlas con vocación unitaria…”. He aquí el enredo del aplauso que mortifica al señor Santos.

En otro aparte de la misma respuesta, Enrique Santos Calderón dice: “…La hoja de ruta con ellos sería muy parecida a la de las Farc, pero tienen que hacer antes gestos unilaterales muy convincentes, como renunciar al secuestro, liberar a todos sus rehenes, cesar hostilidades, desminar... No puede ser cuando siguen asesinando secuestrados…”; inequívoca precisión de que para acceder a una mesa de negociación el ELN debe pagar un peaje o case de entrada, muy similar a como lo ha venido haciendo las FARC-EP, que en menos de un año liberó a los militares y policías que mantenía como prisioneros, declaró la suspensión definitiva de la práctica del secuestro, declaró su voluntad de iniciar un proceso de diálogo con el Gobierno Nacional que conduzca al fin del conflicto armado, y recientemente decretó un cese unilateral y temporal de operaciones ofensivas. Empinada cuesta ha de subir el ELN en su camino hacia una mesa de diálogo por la paz, que bien podría empezar a escalar por liberar a los secuestrados y declarar la suspensión definitiva de la práctica del secuestro, no como una exigencia que le imponga el Gobierno, sino como un acto de paz y reconciliatorio con la sociedad.