El glifosato mata las plantas, contamina el suelo y las aguas superficiales y subterráneas, y además a los seres vivos. Las plantas que no mueren, absorben el glifosato y se encuentran en las partes utilizadas como alimento (fresas, moras azules, frambuesas, lechugas, zanahoria y cebada, etc.). Para la salud humana, los mayores riesgos que trae el glifosato son: daños genéticos (en células sanguíneas humanas), trastornos reproductivos (reducción de espermatozoides, abortos, malformación fetal), toxicidad subaguda (lesiones en glándulas salivales), toxicidad crónica (inflamación gástrica, problemas respiratorios, alergias), efectos cancerígenos y contaminación de alimentos.
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