Colombia: Rompiendo el bloqueo
La acción humanitaria al nordeste antioqueño

César Jerez
Agencia Prensa Rural
Vereda Cañaveral

Al nordeste antioqueño llegamos desde Barrancabermeja, por la carretera que comunica a Puerto Berrío con los cascos urbanos de Remedios y Segovia. Viajamos hasta acá un abnegado grupo de voluntarios, trashumantes colombianos y extranjeros, con la idea de llevar un poquito de alivio al incesante sufrimiento de comunidades rurales confinadas en medio de la guerra.

Los campesinos de aquí "nos estamos extinguiendo, de 20 mil habitantes sólo quedamos unos 2.500, el resto se fueron", manifestaba uno de ellos ante una improvisada rueda de prensa en la vereda --con el utópico aquí nombre de-- El Porvenir. Durante los últimos tres años estas comunidades han sido sometidas a un férreo bloqueo, practicado por el Ejército Nacional y los grupos paramilitares que controlan la totalidad de los cascos urbanos del nordeste. No se les permite a los pobladores llevar consigo más de $120.000 mensuales (US$ 50) en alimentos, las medicinas están prácticamente prohibidas.

Las incursiones paramilitares y los operativos militares, con ametrallamientos y bombardeos indiscriminados, complementan los sitiamientos. Muchas veces grandes grupos de estos victimarios aparecen en las fincas campesinas paralelamente a operativos de las Fuerzas Armadas regulares, como el pasado 10 de enero, cuando dos campesinos fueron asesinados y una mujer fue violada. Además todas las propiedades de las víctimas, incluyendo el ganado, fueron robadas.

Los sitiamientos o bloqueos son una práctica militar que, según la teoría, busca cercar, cerrando todas las entradas y salidas, a una contraparte armada, con el fin de combatirla y apoderarse de ella, o al menos rendir su voluntad. El problema de esta práctica estatal y paraestatal en Colombia es que se está llevando a cabo contra la población civil. Según lo denuncia la Corporación Regional para la Defensa de los Derechos Humanos (Credhos), basándose en informaciones del Programa de Desarrollo y Paz (Pdpmm), sólo en el Magdalena Medio unas 200 mil personas están siendo sometidas a bloqueos.

Los bloqueos se presentan actualmente a lo largo y ancho de todo el país, viven esta situación comunidades indígenas en la Sierra Nevada de Santa Marta, comunidades afrodescendientes en el río Atrato y el Chocó, campesinos en los Montes de María, el Catatumbo, la antigua zona de distensión, el Meta y el Putumayo.

De acuerdo a la normatividad internacional que ha sido acogida por el actual Estado colombiano, la población civil y las personas civiles son sujetos de protección contra los peligros procedentes de operaciones militares y no serán objeto de ataque. Igualmente están prohibidos los actos o amenazas de violencia cuya finalidad sea aterrorizar a la población civil, o su desplazamiento o someterla a hambrunas.

No se podrá forzar a las personas civiles a abandonar su propio territorio por razones relacionadas con el conflicto. Es prohibido atacar, destruir, sustraer (robar) o inutilizar los bienes indispensables para la supervivencia de la población civil (alimentos, zonas agrarias, cosechas, ganados, instalaciones y reservas de agua potable, obras de riego).

Además como métodos de guerra o de combate están expresamente prohibidos actos o amenazas de violencia cuyo fin sea aterrorizar a la población civil, como por ejemplo, los bombardeos o ametrallamientos indiscriminados en zonas campesinas, así como hacer padecer hambre a las personas civiles.

Los perversos bloqueos alimentarios y sanitarios a comunidades campesinas y el desplazamiento forzado son una clara violación a los derechos humanos y van en contravía del derecho internacional humanitario. Esta práctica estatal debe ser denunciada y puesta a la luz pública.

En los días previos a la acción humanitaria al nordeste antioqueño, la Brigada XIV del Ejército, en un gesto de mala voluntad, desplegó operativos militares en la región, impidiendo la llegada de centenares de campesinos a los puntos de encuentro con la acción humanitaria.

En la vereda Cañaveral, la mayoría de las casas vacías o quemadas por el Bloque Metro de los paramilitares, habían sido retomadas por más de 100 paramilitares, esta vez del Bloque Central Bolívar. El pasado 6 de febrero, después de un día de combates con las guerrillas, los paramilitares retrocedieron.

El 27 y el 28 de febrero, el pequeño caserío de Cañaveral, con las pocas casas que le quedan en pie, estaba lleno de hombres y mujeres que venciendo el miedo llegaron al sitio de encuentro, después de muchas horas e incluso jornadas de viaje en mula. Unos hablaron con los "atrevidos que vinieron", jugaron fútbol, cantaron y bailaron, otros alcanzaron a beneficiarse de los filántropos enfermeros y odontólogos que llegaron. Al final, ante la inminente despedida, una sola frase bastó para resumir la tragedia: "No nos dejen solos".