Angie Catherine, Mario y la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra

por Francisco De Roux
1 de agosto de 2004

Francisco De Roux, S.J., director del laboratorio de paz del Magdalena Medio. Foto: Claudia Calvo. Prensa Rural.

Angie Catherine y la zona de reserva campesina

Angie tenía tres años. De ojos inmensos sobre la nariz respingada. Amaneció muerta el día de San Ignacio, sábado 31 de julio. Era la segunda mañana del encuentro nacional e internacional en la cuenca del río Cimitarra. La abuela, María Adela, de 40, clamaba desde las vísceras que le dejáramos ver a la niña. Al verla muerta se desmayó. Angie murió de infección intestinal. La noche del viernes no había medicina en ninguna parte. La abuela traía dos gallinas para venderlas en Puerto Matilde y pagar el viaje hasta el hospital de Yondó a dos horas de lancha. La enfermedad no dio tiempo. Por la cuenca del Cimitarra está prohibido tener droga de farmacia porque podría llegar a la guerrilla. Esto, contra el Derecho Internacional Humanitario, porque el Protocolo dice que en conflictos internos nadie puede impedir a la población civil tener los medicamentos indispensables aunque haya el riesgo que se aprovechen las partes en conflicto. Igual, si no hubiera guerra, no hay puestos de salud en este rincón simbólico, icono vivo de la grandeza campesina de Colombia. El último esfuerzo de la abuela fue rezar a la niña, pero la rezandera exigió diezmos, y la sabiduría popular dice que una niña moribunda diezmada se muere si le toca ser la décima que rezan. ¡Sabrá Dios! Elvinia, la mamá de 20 años, llegó de la vereda cuando el cadáver estaba dispuesto para la despedida fúnebre. Como la abuela, Elvinia traía las botas embarradas de humedales y la ropa llena de sudor rural. Como la abuela, se desplomó abrazada de dolor al cuerpecito. Despedimos a Angie en oración. Con el evangelio de bienaventurados los que lloran porque serán consolados, porque poseerán la tierra. Una de las compañeras de los Equipos Cristianos de Acciones por la Paz oró con nosotros. La hermana Marta cantó "Habrá un día en que todos, al levantar la vista, veremos una tierra que ponga libertad". Éramos 700 personas en el funeral por el Encuentro sobre derechos humanos, zona de reserva campesina y alternativas a la coca.

Cualquiera que sepa leer con ojos limpios se da cuenta de lo que madura en la cuenca del Cimitarra. Comunidad que ha sufrido cuatro desplazamientos. Que reivindica autonomía frente a paramilitares que le cierran la entrada y guerrilleros que van y vienen por la montaña. Una comunidad civil, legal, a la que el Estado le suspendió los derechos de Zona de Reserva Campesina. Abierta al diálogo respetuoso, como lo hizo con los funcionarios del Ministerio de Agricultura que llegaron para participar en el Encuentro.

Entre tanto, grandes compradores de tierra avanzan sobre el Magdalena Medio. Usan testaferros para acaparar centenares de hectáreas. No vienen a apoyar a la gente de aquí, vienen a hacer plata. No les interesa que haya campesinado dando seguridad y soberanía alimentaria, les interesa tener tierras. No quieren zonas de reserva campesina. Allí está la gran disyuntiva para los que tienen en sus manos el futuro de este país. Colombia puede ser una nación de campesinos capaces de alimentar su población, producir excedentes y generar agroindustria. Al lado de inversionistas medianos y grandes pero siempre bajo la perspectiva de una campo poblado por sus propios habitantes. Y el campo será justo y democrático, ecológicamente técnico y centrado en el ser humano. O Colombia puede ser una nación de latifundistas, ganaderos extensivos y monocultivadores agroindustriales, sin campesinos. Y sin paz.

El precio de la solidaridad

Mario González, de 17 años, hermano de Luz Amparo, compañera del equipo del Programa de Desarrollo y Paz, murió ahogado en el río Cimitarra en la tarde del sábado. Había llegado a acompañar el encuentro de la Zona de Reserva Campesina. Desde los 13 años se dedicó a los desplazados. Esta vez había recorrido los colegios de Bucaramanga recogiendo alimentos para llevar a la cuenca. Todo el tiempo quiso significar con su vida que estaba al lado de las comunidades. Es una pérdida inmensa. Una ocasión más para abandonarnos en el Misterio de Dios, que nos dio la existencia y nos puso en el camino de la solidaridad hasta siempre.


Condolencias a los familiares y amigos de Angie Catherine y Mario

Angie Catherine, víctima inocente del bloqueo alimentario y sanitario a la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra. Foto: Claudia Calvo. Prensa Rural.

Los participantes del encuentro nacional e internacional "Coca, derechos humanos y conflicto en la zona de reserva campesina del Valle del Río Cimitarra" manifestamos nuestros sentimientos de solidaridad, afecto y acompañamiento a las familias de Angie Catherine Cifuentes Arenas y de Mario Andrés González Sandoval, en este momento tan importante para todos nosotros en el que, reunidos por la defensa de la vida con dignidad y justicia social, por la protección de la madre tierra, el derecho al trabajo y al desarrollo social campesino integral, hemos contado con su presencia joven, fresca, esperanzadora.

Angie, víctima de este conflicto armado que impide a las comunidades atender debidamente a las comunidades en derechos fundamentales como es la salud. Testimonio de la situación de muerte que atraviesa la vida de nuestros campesinos y campesinas en Colombia.

Mario, un joven solidario, tierno, inquieto e inconforme con estas situaciones de muerte, un joven que le apostó a la vida y a la organización, a la paz y a la solidaridad y a quien la madre naturaleza ha acogido en su seno, lo abrazó y es ella quien lo entrega hoy al dueño de la vida, a Dios Padre y Madre para que él, dueño de la creación, lo siembre entre nosotros como semilla de vida que crecerá cual árbol frondoso en el corazón de las organizaciones y de estas comunidades para que nos alimentemos de él, de su energia y juventud y Mario siga creciendo entre nosotros, madurando entre nosotros, en nuestros proyectos, en nuestras luchas y sueños.

Mario y Angie no mueren para nosotros, son vida y vida en abundancia que Dios nos da para que aliente nuestra caminata solidaria por una misma causa: la vida, el pan, la alegría, la tierra, el trabajo para todos y todas.

Pedimos al Dios de la Vida, aliente a sus familias y les regale la fortaleza necesaria para donar estas vidas a la causa de la misma vida que todos y todas soñamos y afrontar con fe, con esperanza y fortaleza este momento.

Encuentro nacional e internacional
Coca, derechos humanos y conflicto en la Zona de Reserva Campesina del Valle del Río Cimitarra

Puerto Matilde, 29 de julio a 1 de agosto 2004

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