Una acción humanitaria para el nordeste antioqueño
La llamada justicia es la que más comete injusticias

Por: Eliana Pereyra Ramírez
Corporación promotora para la paz, derechos humanos y D.I.H. Promopaz

Acción humanitaria en el nordeste antioqueño. Sur Fotografía - Nelson Cárdenas.

Un camino indescifrable lleno de grietas y arrugas heredadas por el tiempo y el olvido es la ruta exacta para llegar al lugar donde sólo queda el eco de campesinos arriando mulas y pidiendo redención a sus victimarios, caminos que conducen a Remedios y Segovia, municipios del nordeste antioqueño que han vivido en carne propia los efectos del conflicto armado y la negligencia del Estado. Adentrarse en estas carreteras es saber cuándo se parte pero no cuándo se llega, pues las condiciones de estas vías son paupérrimas, abandonadas totalmente por el Estado y el desarrollo; los habitantes de las veredas de estos municipios, tal como en Macondo, sólo esperan la llegada de las grandes máquinas que les permitan comunicarse con la civilización, pero quizás al igual que en Macondo se quedarán esperando una ayuda que nunca llegará.

A finales del año pasado los habitantes de las comunidades de las veredas de Segovia y Remedios se reunieron con el fin de elegir un enviado que llegara a la capital y contara lo que desde hace cuatro años o quizás más están viviendo estas comunidades: el abandono absoluto de la región, el conflicto armado, los hostigamientos, las quemas; la ausencia de centros de salud, de escuelas y maestros que las atiendan y el bloqueo económico generado por el ejército y los paramilitares, lo cual afirma directamente la alcaldía municipal de Segovia.

El 23 de febrero de este año algunas organizaciones nacionales e internacionales acogieron el llamado de auxilio de las comunidades del nordeste antioqueño y armaron una acción humanitaria que permitiera entrar a la región y llevar asistencia médica, alimentos, atención psicosocial y medios de comunicación que registraran la situación actual de la zona; pero nunca imaginaron estar durante 24 horas viajando por una carretera y menos que al llegar al punto de encuentro real, la vereda El Porvenir, la comunidad los siguiera esperando, con tantas necesidades. Fueron tantas las horas de camino que no podían retroceder; se veían tan felices quizás porque después de largo tiempo se sentían escuchados, dejaron el miedo en el camino y estaban decididos a contar las atrocidades que el paramilitarismo ha cometido contra ellos. Es el caso de María Oliva, una habitante de la vereda Puerto Naite, que queda a dos jornadas en bestia, es decir a 12 horas de la vereda El Porvenir, una mujer que ha sufrido el señalamiento por parte de los paramilitares y quien estaba ansiosa de contar sus historias y desahogar su dolor por las injusticias que ha tenido que padecer: "Yo me salí de mi ranchito porque nosotros salimos a una marcha a Barranca y entonces, cuando nosotros volvimos a regresar al caserío, empezaron a decir que unos señores que les dicen dizque paramilitares iban a quemar el caserío porque nosotros habíamos salido a la marcha... Cuando volvimos quemaron las casas porque dicen que nosotros somos guerrilleros y así ha seguido pasando". María Oliva contó con la suerte de que alguien le avisara que los paramilitares ya venían y alcanzó a correr hasta internarse en la montaña para esperar que todo se calmara.

Ese mismo mes quemaron caseríos por toda la región y en Segovia entraron y asesinaron a 15 personas y desaparecieron a 2, lo cual generó que el entonces gobernador Álvaro Uribe Vélez declarara a Segovia y a Remedios como municipios especiales de orden público, para lo cual dictó un decreto No 2035 donde restringía circulación de vehículos a ciertas horas, control de entradas y salidas y detenciones sin orden judicial para evitar que siguieran las matanzas, pero esto sólo logró que estos hechos siguieran en la impunidad, se hayan vuelto repetitivos y se mantengan en silencio por la comunidad, pues ya no pueden hablar, ni pedir justicia, porque la llamada justicia es la que más comete injusticias en esta región.

La llegada de los paramilitares al nordeste antioqueño nunca será olvidada por los habitantes de la zona. Todo empezó el 11 de noviembre de 1988, cuando entraron masacrando a 43 personas sin que la policía y el ejército hicieran algo. Fue la entrada triunfal del paramilitarismo a esta región; este grupo se hacía llamar grupo paramilitar "Los Realistas", quienes publicaron una carta donde afirmaban que no querían alcaldes comunistas en la región, pues para este tiempo la Unión Patriótica había logrado acabar con la hegemonía liberal en el lugar y colocar como alcalde a un representante de la UP. Desde ese día la comunidad empezó a ser tildada como guerrillera, perseguida y masacrada por este grupo llamado "Muerte a revolucionarios del nordeste". Pasados 18 años de impunidad, los grupos paramilitares siguen en la región del nordeste cometiendo atropellos de la mano del ejército, pues como el mismo alcalde de turno de Segovia afirma, el bloqueo económico que hoy viven las comunidades de las veredas de Segovia y Remedios es generado por el ejército. El alcalde encargado sostiene además que "el bloqueo económico es generalizado y son medidas que toma el ejército para de pronto restringir un poco la entrada de los alimentos. No es no dejarlos llevar comida, porque de pronto estarían infringiendo la ley, sino de pronto medir las cantidades que estas personas entran".

Y es que las veredas de Remedios y Segovia han vivido desde hace cinco años un bloqueo económico generado por el ejército y el paramilitarismo. Los habitantes de la zona de Segovia están obligados a realizar una lista que llevan a una base militar del pueblo, llamada "Casa Rosada", donde la revisan y les dicen cuánto alimento e insumos pueden subir a las veredas; cuando suben con sus alimentos en el camino sale el ejército, que verifica que estén cumpliendo las ordenes, más adelante aparecen los paramilitares, quienes vuelven a verificar y si alguien lleva algo de más le decomisan el mercado y lo sentencian a salir de la región. Es imposible llevar medicamentos porque dicen que son para la guerrilla. Generalmente suben con un mercado de 70 mil pesos, el cual debe durar 15 días; El rango de dinero admitido por el ejército oscila entre los 70 y 120 mil pesos. Para una familia numerosa que trabaja la madera y que contrate jornaleros es imposible sobrevivir con este régimen, por esta razón se ven altos índices de desnutrición. "Entre las fuerzas militares hay gente que trabaja con los paramilitares, entonces hay mucho bloqueo por el río, a veces a uno le toca aguantar hambre porque no dejan pasar alimento los paramilitares, porque dicen que son para la guerrilla y se los quitan al motorista" dice un habitante de la región mientras contiene sus lágrimas. A la comunidad no sólo no la dejan entrar alimento sino que a veces le cobran la llamada "vacuna", que es muy alta y muchos no pueden pagar, entonces pagan con sus vidas; cuando los campesinos de la región ya no tienen qué comer, se ven obligados a comprar en las tiendas de los paramilitares donde los precios de los productos son muy altos.

Las veredas de estos municipios viven básicamente de la madera, la minería y la agricultura, pero con el bloqueo económico la gran mayoría han tenido que resignare a sólo cultivar y someterse a raciones largas de sólo yuca y plátano, porque con el bloqueo es imposible comprar los insumos que les permitan explotar la tierra para luego vender los productos en las terminales, que en el caso de estos municipios quedan en las veredas de Cañaveral y Porvenir, lugares que han sido más afectados por las masacres y las quemas de sus hogares. Todos se preguntan cómo estas comunidades han logrado crear tanta resistencia a partir del desplazamiento interno. Ninguno ha querido salir de su región, se han vuelto andariegos, van de un lugar a otro de la región buscando su tranquilidad, resistiéndose a que se les arrebate sus tierras.

Un día antes de que la acción humanitaria llegara a la vereda Cañaveral del municipio de Segovia, se escucharon unos disparos y explosiones a tres horas del lugar. Algunos campesinos que venían para asistir a la acción humanitaria lograron aligerar el paso y llegaron hasta el punto de encuentro para contar lo sucedido, otros quedaron en medio del combate, escondidos en la montaña esperando el cese al fuego. Nadie sabe la suerte de estos campesinos, sólo se sabe que deben estar aterrados, abrazando a sus hijos, con hambre y con sed, esperando no ser encontrados por una bala perdida o por un paramilitar que los tache de guerrilleros.

Las fuentes de este documentos son directas y otras documentales, sacadas de artículos publicados por Amnistía Internacional.

 
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