Venezuela: un rotundo no al pasado
El proceso bolívariano desafía al imperio

"El deber de los militares es emplear la espada en defensa de las garantías sociales"
Simón Bolívar

por César Jerez / Agencia Prensa Rural
17 de agosto de 2004

Ilustración de Matiz para Prensa Rural.

"Hay épocas para diezmar los rebaños, confundir las lenguas y dispersar las tribus", escribía Alejo Carpentier en su obra "El siglo de las luces". Una frase que podría definir la centuria de oscurantismo disfrazado de democracia que ha padecido Latinoamérica bajo el dominio del imperialismo norteamericano.

Periódicamente las tribus se han levantado en luchas guerrilleras de liberación nacional, movimientos y cataclismos sociales, tomas populares del poder y ascensos progresistas por la vía parlamentaria. Procesos siempre acompañados de traiciones, intervenciones militares, guerra sucia, contaminaciones socialdemócratas, caídas, decepciones, sin lograr, a excepción de Cuba, solucionar estructuralmente el problema. Esta ha sido nuestra historia política.

Pero el neoliberalismo desgastó a tal punto el disfraz, que el hambre y la exclusión emergieron de nuevo por sus rotos, en un nuevo chorro de efusividad social y política en Ecuador, Perú, Bolivia, Argentina, Brasil, Colombia y sobre todo en Venezuela, pero sin lograr consolidar una alternativa real de poder popular.

Cuando muchos creíamos que con la "revolución bolivariana" iba a pasar lo mismo que con Lucio y con Lula, víctimas del clientelismo imperial, Chávez y su proyecto político bolivariano nos dieron un ejemplo de dignidad.

Las condiciones objetivas para el inicio del cambio eran tan abrumadoras en Venezuela (un 80% de pobres en un país que es el quinto productor mundial de petróleo), que la subjetividad de la propuesta política se ha tenido que ir construyendo a trancas y mochas, pero manteniendo el objetivo final, al que Chávez, en una de sus acostumbradas y acaloradas locuacidades denominó mesiánicamente "la misión Cristo: acabar con el hambre, el analfabetismo y la exclusión en Venezuela".

Y es que a falta de un proyecto terminado, y mientras se construye participativamente la alternativa, Chavez se ha mostrado como una metamorfosis de culebrero caribe, militar progresista, pastor de la iglesia, locutor deportivo, cantante de mariachi, revolucionario marxista, activista antiimperialista y Bolívar reencarnado, en un ejercicio de sincretismo político sin precedentes para un dirigente en Latinoamérica. Se ha vuelto común verlo levantar un crucifijo, una Biblia, una boina roja y el librito azul de la Constitución frente a sus opositores.

La torpeza política de la oposición, asesorada por Washington, ha convertido sus ataques en espaldarazos al proceso bolivariano . Salir airoso del golpe de Estado opositor en abril de 2002, cuando fue rescatado por un grupo de oficiales y decenas de miles de seguidores que bajaron de los cerros de Caracas, le permitió a Chávez remover a toda la alta estructura militar adversa.

Con el del paro de 63 días, entre diciembre de 2002 y febrero de 2003, que colapsó la industria petrolera causando pérdidas por 10 mil millones de dólares, Chávez mantuvo el control del sector clave de la economía, reemplazando la cleptocracia en la dirección de Petróleos de Venezuela (Pdvsa).

En el plano internacional, la resistencia iraquí contra los invasores, la especulación y la voracidad del consumo capitalista han elevado los precios del petróleo, lo que le ha permitido a Chávez aumentar el gasto público para financiar programas sociales, que le han implicado un importante aumento de popularidad.

Un millón de niños reciben hoy educación gratuita; a 1,2 millones de analfabetos se les enseña a leer y escribir; la educación secundaria se ha puesto al alcance de 250 mil niños cuyo estatus social los excluía de este privilegio durante el viejo régimen; tres nuevas universidades fueron inaugurados en el 2003 y se tiene previsto fundar otras seis antes del 2006.

En la salud, 10 mil médicos fueron enviados por la revolución cubana, transformando la penosa situación en los barrios pobres, donde se han establecido 11 mil clínicas vecinales y se ha triplicado el presupuesto en ese rubro. Es necesario añadir a esto el apoyo financiero brindado a las pequeñas empresas, las nuevas viviendas que se construyen para los pobres, y una ley de reforma agraria que fue impulsada y aprobada pese a la resistencia tanto legal como violenta de los terratenientes. Hacia finales del año pasado se habían repartido 2'262.467 hectáreas a 116.899 familias.

El referendo

La mayoría de los venezolanos, el 57,8%, ratificó su decisión de decirle no al pasado y ponerle fin a décadas de clientelismo y corrupción de los partidos tradicionales Acción Democrática (socialdemócrata) y Copei (democratacristiano), ahora bajo el rótulo de la "Coordinadora Democrática". Se calcula que estas élites en el poder se robaron y usufructuaron 400 mil millones de dólares, provenientes de la renta petrolera venezolana, que exporta a Estados Unidos el 15% de su consumo interno de 20 millones de barriles al día.

El referendo se convirtió en un bumerán para la oposición, el NO triunfó en 22 de los 24 estados de la República Bolivariana de Venezuela, el SI ganó con escaso margen solamente en los estados de Táchira y Miranda. Tres estados ratificaron, de manera significativa, al presidente Hugo Chávez en el poder, siendo estos: Portuguesa (71,35%), Guárico (70,29%) y Barinas (67,89%). En Carabobo y Zulia, estados donde la oposición era mayoría, el NO ganó con 55,68% en el primer caso y 52,03% en el segundo.

El desafío

El conflicto estructural no es solamente con la lacaya oligarquía venezolana, sumida en sus rencillas, sin liderazgo y sin propuesta frente a las clases marginadas. Es con todas las oligarquías clientes de América Latina. Es con el sistema capitalista.

Con la consolidación del proyecto político bolivariano se abre un desafío al imperialismo, a su proyecto político, económico y militar de dominación, plasmado en el ALCA, los tratados de libre comercio, el Plan Colombia y la Iniciativa Regional Andina.

La apuesta gringa sigue siendo controlar estratégicamente los grandes yacimientos petrolíferos en Medio Oriente y en Latinoamérica, por eso la desestabilización y la guerra aquí y allá. Por ahora, en Iraq y Venezuela, les está saliendo el tiro por la culata. Sin "estabilidad", los precios altos del petróleo pueden afectar la acumulación capitalista. Los pueblos del mundo árabe y Latinoamérica son la actual piedra en el zapato, de su lucha dependerá el futuro de millones de excluidos en el planeta.

El debate no puede seguir siendo sobre la democracia de la modernidad capitalista. La pelea no debe ser por la calidad o el color del disfraz. Frente al oscurantismo sólo nos queda cerrarle el paso con la lucidez, esa que antes aprendíamos de los libros de los viejos barbudos y que ahora baja de los cerros en torrentes, en forma de hombres y mujeres pobres de todo el mundo.

 
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