El rol del arte en un proceso revolucionario

por Gustavo Muñoz Matiz
Berlín, Alemania, diciembre de 2005


Ilustración de Matiz para Prensa Rural

En este conversatorio, quiero agradecerles por permitirme hacer lo que hay que hacer en mi condición de artista en el exilio, pues la tarea del artista aquí o allá es la de vivir en consecuencia con lo que se piensa y ama. Es por esa razón que el arte traspasa el tiempo y las fronteras.

Hay inquietud por el rol del arte en un proceso revolucionario, por tanto puedo hablar de un proceso muchas veces clandestino, que nace de la experiencia del Colectivo de Artistas Antiimperialistas, es decir, de la experiencia social del arte popular y resistente como el de muchos pueblos amerindios, donde es práctica real y cotidiana, con crítica, admiración, mensaje y liberación de los colores que inflaman las banderas que los obreros llevan a la revuelta.

Allí, el arte no es locura, ni introspectivo, ni individualista. No incluye barreras, sino que se define en un primer momento como la expresión final de una obra producida en relación dialéctica entre la habilidad y el dominio técnico expresivo, de acuerdo con la búsqueda universal de la maestría artística.

En un segundo momento, la fuente inspiradora de la obra, que llamamos “creación”, parte de otra doble relación dialéctica, que se da entre lo que vivo y lo que pienso, y luego entre lo que pienso y lo que hago. Ahora, si lo que vivimos en la cotidiana y cruda realidad que nos rodea es la opresión y la relacionamos con lo que somos como artistas, tendremos una creación casi siempre dolorosa, de la cual surge la imaginación creadora, natural en las vasijas de barro indígenas, generosa en los tejidos artesanos, soñadora en los textos literarios y poemas, erótica en las esculturas y pinturas, pedagógica en el teatro de la calle, crítica en todas las comedias, potente en la pantalla de cine, pero siempre, siempre, subversiva, porque en Colombia crear es un acto subversivo.

Podemos preguntarnos: ¿Qué creación artística surge cuando la relación dialéctica se da entre un ambiente de aplastamiento permanente y la habilidad de un artista oprimido y hambriento?

Será preguntarnos por la relación dialéctica que surge cuando se crece viendo morir a sus viejos en las mazmorras y a los niños fusilados por quienes, se supone, tienen la misión oficial de protegerles.

¿Cuál expresión simbólica surge de la relación dialéctica entre los pueblos ancestrales en la selva, bombardeados por modernos aviones artillados, y lo que piensa un artista que ya no cree en más poder que el de sus brazos?

¿Qué obra artística puede surgir de la relación dialéctica entre los tres millones de desplazados de sus tierras y lo que saben los artesanos y estudiantes?

Doy testimonio que la expresión final. Se traduce en obras muchas veces producidas a la orilla del camino sobre alguna hojalata metálica oxidada de tantas que cubren los “cambuches” miserables, o en algún “graffiti” como grito pegado en la muralla; contemplamos obras pintadas en sábanas de retazos izadas por bandera en los barrios de invasión, o en instalaciones de barro modeladas con sangre en las veredas donde ocurrieron las masacres, incluso en la interioridad clandestina del salón universitario antes de la hora en que pasan los “paramilitares”. Esas obras resultan inverosímiles y maravillosas, primero por surgir de donde se cree que no puede salir nada bueno, y segundo porque cada obra está lejos de la resignación. No hay nada que se parezca al suicidio cotidiano. La expresión artística surgida es todo un parto de una obra a la vida que se convierte en resistencia a la guerra. Se opone a la pacificación que nos silencia, se niega a ser muda convidada a mirar la fosa común de las víctimas. Arte en resistencia es medio masivo que repara nuestros sueños, es voz de la utopía que sana, voz de pueblo empobrecido. Arte en resistencia es no aguantar más el aplastamiento, el desarraigo y la miseria.

Decimos que es una obra viva, porque permanece en los sentidos del público, llama a la liberación de los oprimidos, jalona a los indecisos, promociona a los revolucionarios, levanta a los arrodillados, anima a los desesperanzados, invita a los sumisos, denuncia dónde se encuentra el pecado social, desenmascara al genocida y conduce alevosa a la superación colectiva de los descalzos.

El arte se hace resistencia en los muros, las esquinas, en los ritmos melancólicos de las piedras en los ríos, se transforma en comunicación alternativa, en canto malicioso o rima campesina en las noches de fatiga de quienes marchan atravesando las montañas, en ronda picaresca en las escuelas infantiles. En fin, es una permanente expresión que rompe con el llanto cotidiano de las viudas y se manifiesta poderosamente cuestionadora y de nuevo subversiva. Sólo quien resiste halla la alegría de gozar con las cosas más sencillas, porque sabe que algo está haciendo. Pensamos que si no fuéramos así, si no hubiésemos desarrollado esa capacidad de la sonrisa, si no hubiéramos cultivado nuestros sueños, pues expresar la risa en medio de la desgracia es resistir y nos permite burlarnos incluso de la muerte, así entonces jamás el imperio podrá instalar el infierno para siempre.

Vale recordar las palabras del comandante Fidel: “Si el arte no es revolucionario, pasará a ser tan solo un objeto de vitrina para satisfacer los ocios parasitarios dominantes”.

Algunos intelectuales han considerado a este tipo de expresión como la instrumentalización del arte para la causa, otros lo califican como arte politizado, y los más sutiles dicen que es arte social, comprometido. Todos estos adjetivos carecen de sentido, pues ninguna obra es inocente, no puede serlo, si estamos de acuerdo en que la obra es producto de esa doble relación dialéctica entre lo que rodea al artista y lo que él piensa, es decir entre lo que sabe y lo que hace.

El arte es arte, mas el sensibilizado es el trabajador de la cultura, el comprometido es el artista, quien está politizado es el ser humano, de allí que no exista una obra humana inocente, ninguna obra es asexuada, ninguna obra es asocial, pues cada obra representa la expresión ideológica de aquel ser que la produjo. Y sin dudas refleja las condiciones socioeconómicas en que dicha obra ha sido producida

Una vez la obra está expuesta frente al público, entonces ella misma se ocupa de ir más lejos, hasta el otro, el diferente así: obra y público se enfrentan, se identifican, se cuestionan, se critican, se ríen y se gozan, de forma y contenido, con todos los problemas que esa nueva relación produzca. No importa si los problemas son los íntimos de la vida misma con seres de carne y hueso, desde lo instintivo hasta lo sublime; sólo cambia la perspectiva social, sea desde el punto de vista de los privilegiados que disfrutan colmados su riqueza desde cuna o desde el punto de vista de los desheredados de la tierra, sin agua ni luz, sin educación ni salud, ni techo ni camisa. El arte carece de sentido humano si sólo se invita a los pueblos como a un público de piedras, quienes tendrán como única misión aplaudir las vanidades para privilegio narcisista de los dioses.

Los Colectivos de Artistas y Artesanos Antiimperialistas son como la mazorca de maíz con múltiples granos nacidos de la tierra, creciendo desde abajo, insertos en una sociedad socioeconómica e histórica. Con las imágenes del subrealismo mágico nos vemos separados abismalmente de las abundancias de la élite, entre quienes tienen y no tienen. Los artistas (trabajadores del arte) estamos nutridos con todo lo biodiverso que vivimos por las calles y montañas, con toda la fiesta que llega a nuestra piel en abundancia para resignificar con vida nuestro estado permanente de pre-muerte, con todo lo que llega a los sentidos, sean aromas lujuriantes de la selvas o los olores nauseabundos de los mutilados que se encuentran insepultos sirviendo de escarmiento a quienes se atrevan a la crítica.

Son ya 500 años que los pueblos camuflan la memoria para que no sea exterminada, pero el pueblo recupera y estamos comprendiendo que la libertad sólo es posible si se ejerce y se asume. Ahora tenemos horizonte de sentido. Los trabajadores del arte leemos y escuchamos historias silenciadas. En el plano personal fue como un día en ese torbellino de vientos que levanta el polvo. Comencé una noche a trabajar. Así visto en cada obra, en cada imagen, trabajo, dibujo, bosquejo con el lápiz una o diez veces y borro 20, vuelvo y dibujo, finalmente he producido una expresión confusa, y trabajo un poco más y boceto con mayor claridad aquello que quiero expresar, para luego trabajar detalles, resaltar con luces y más trabajar con sombras, tonos y matices lo que me interesa expresar. Es este un proceso productivo, nunca el soplo inspirado y regalado por las musas del Olimpo, y es como participo sin lugar a dudas del fuego de la re-creación. Por eso debo en conciencia identificarme como un trabajador del arte y la cultura, como un cultor, no como un superdotado.

En un contexto social, donde clandestina es una mariposa y subversivo es un picaflor, donde un cuarto de perfil significa diferente si está orientado al este o al oeste, donde los colores ya no son cálidos y fríos sino de derechas o de izquierdas, fue como con toda intencionalidad opté libremente por la caricatura militante, claro, sin confundir el partido con una galería de arte. Tal vez fue la evolución del proceso de organización y la pista del goce colectivo multiplicado por millones que recibieron el mensaje en una imagen, la chispa que irrumpiera incendiando una respuesta popular simbólica inmediata.

Las imágenes pasan entonces de narrar los hechos de tragedia para describir el dolor de las víctimas que no encuentran a sus parientes desaparecidos. Las ilustraciones que denuncian a los asesinos se convierten en un grito de protesta. Sí, las imágenes pasan de burlarse del genocida a la sátira de los falsos procesos judiciales, a ridiculizar a los gamonales y politiqueros y así han evolucionando, volviéndose cada vez más propositivas. Finalmente, los artistas curtidos en la clandestinidad aprendimos que para actuar responsablemente y no ser idiotas políticos había que instruirnos en todo momento y de maneras diferentes, subvertirnos a nosotros mismos y con el humor gráfico transmitimos concepciones, puntos de vista, anhelos, estados de ánimo y temores. También nos dimos cuenta de que muchas caricaturas son ilustraciones muy complejas, que levantan el coraje y nuestra capacidad de afrontamiento, las cuales muchas veces no hacen reír, ya no es la intención, no importaba, lo cierto es que la caricatura y su sarcasmo se vuelve pre-texto, de tal manera que como autores interpretamos el texto de lo que sentimos o el texto de lo que leemos socialmente y lo plasmamos tratando de que la gente se dé cuenta de que ante una serie de situaciones difíciles y de atropellos hay otras maneras de ver y de pensar, sí, otra manera diferente a la avasallante desinformación de la gran prensa.

Al realizar una obra sobre un contexto social, no puedo negarlo, se refleja el particular y militante prisma con que vemos el asunto. Eso no nos hace especiales, sí diferentes pero no especiales. Todos los artistas tienen una manera de resolver un tema, sea desde la plástica, la técnica, la lúdica, la onírica, la erótica o la estética, la diferencia fundamental estriba en si la obra final refleja o no los deseos de nuestra colectividad antiimperialista, si es la expresión de nuestras más sentidas preocupaciones y elevadas aspiraciones y visiones de sociedad, dado entonces que la obra, por ser un producto sintético de múltiples abstracciones y afectos, termina siendo diferente, porque a distintos fenómenos respondemos cultural y políticamente con distintos símbolos.

Por ello, me encuentro en el exilio, porque mis símbolos son políticos, pues reflejan el anhelo de una sociedad diferente donde quepamos todos, lo cual es un delito en un sistema de muerte donde sólo tienen cabida los poderosos industriales, los grandes terratenientes, las multinacionales, los nobles y los ricos. Al punto de que el 0,7% de la población tiene en propiedad el 78% de la tierra, mientras 36 millones de habitantes se baten debajo de la franja de pobreza extrema.

Pinto en consecuencia con mi pensamiento político, igual que otros cantan, danzan, escriben y actúan. Mis obras no ocultan ni niegan las clases sociales, pues son un reflejo de la sociedad imperialista que siento. Independientemente de si es una ilustración para un periódico o una tela al óleo, lo que me interesa es la riqueza visual que dice y significa un todo y que para explicarlo necesitaremos muchas palabras, incluso algunos debates.

Hay personas que pasan por encima de la realidad y no tienen otra postura más que la de embellecer las mansiones de los poderosos, con ello no se niega que sean artistas, pero sí se aclara cuál es su opción política.

Cuando surge un artista con una crítica verdadera, uno que quiere sacudirse de tanta suciedad, un artista que pretende volver sus ojos aplastados para leer la sociedad que lo corrompe, entonces siente cómo todo el peso del sistema está dado para colgársele e impedir que se levante. La sociedad está hecha para negarle el espacio a esa nueva expresión que se rebela y se atreve a destapar el olor podrido de la banca, las editoriales no le publican, las galerías de arte se le cierran, los críticos se silencian, el artista rebelde no existe si no tiene espacio su palabra, sus colores se tornan subversivos, ahora es considerado antisocial. Como tal funciona la maquina del espectáculo, donde sólo tiene cabida lo que produce beneficio. Pero en Colombia, además, le revientan los dientes por gritar tanta injusticia, acusado ahora de comunista peligroso, conocerá qué tan fácil es excluir y desaparecer la oposición, con la simple frase sospecha de terrorismo. Tal vez ya son terroristas sus pinceles y sus obras “armas de concientización masiva”.

Los artistas que resisten llegan rápido a otra realidad donde hay mucha masa y mucho picante. Cuando ese ser humano sensible al que llamamos artista rebelde ha comprendido la lógica del sistema, entonces luchará con todas sus fuerzas contra la fatalidad, para que cualquiera sea su medio de expresión y lucha, logre animar a los vivos que tienen dormida su conciencia.

En el colectivo comprendimos que cada artista, para resistir a las múltiples violencias desde la fragilidad de su taller, debe poder descubrir que hay que desenmascarar la gran mentira ideológica arraigada, la que dice que el empobrecimiento, la miseria, la opresión y el salvajismo de la guerra son producto del designio de los dioses, ocultando que son el fruto de políticas trazadas por seres humanos como usted y como yo. Luego la tarea es tener el coraje de reconocer que eso no se puede tolerar.

En estos momentos en que asistimos a la globalización del mercado de capitales, pero no de la solidaridad, hemos comprendido el enorme valor del arte en resistencia en los medios de comunicación alternativos, afirmando la verdad que surge del dolor de los que sufren, en el cine que fue un verdadero difusor de pensamiento antes de que fuera cooptado por las multinacionales del espectáculo, el afiche de resistencia ante el indulto, la palabra literaria en prosa o verso, en los contadores de historias que denuncian como estandarte ético la dignidad de los de abajo, en la danza con la verdad enunciada de los pisoteados y excluidos. Los dibujos, los colores, las imágenes en internet desde la casa, pues deconstruyen el camino de la impunidad; las palabras graffiti que afirman el anuncio de la ternura y resplandor de la sangre derramada ante la máquina de guerra, que despierta a los indiferentes para buscar el camino de justicia y castigo al asesino. Los cuentos para niños en la radio, los cantos populares en un disco, son susurros que se vuelven grito. Las esculturas son texto que cuando pasamos nos recuerda las leyes de perdones y olvidos oficiales. Arte en resistencia es también video-fotografía para imprimir indeleble un hecho que nunca debió pasar y que debe ser mostrado para que las nuevas generaciones conserven la memoria y la barbarie nunca más sea posible.

Los obreros y paisanos me permitieron descubrir que la caricatura es poderosamente educativa, el arte se transforma en una eficaz e invaluable arma de lucha ideológica, porque llega rápidamente, es inmediata, compite subvirtiendo los medios masivos de alienación de las juventudes que ahora poco leen. Sea impresa, en un panfleto volante, en un libro, en un afiche, en el periódico, todas las personas que la ven se impactan de inmediato. Advierto que muchas caricaturas por la prensa censuradas tuvieron mayor impacto en el internet alternativo y fueron difundidas desde las casas de familia y multiplicadas por miles. Supe que esas imágenes se hicieron entonces experiencia corporal, pronunciamiento simbólico y social, se volvieron sinónimos de resistencia. Sí, con una caricatura se puede jalonar a la acción, influir en el comportamiento y puede propiciar cambios al igual que un buen libro, o un buen discurso.

Ahora bien, pretendiendo silenciarme, la “democracia” genocida de Colombia me envió al destierro. Paradójicamente encontré una mayor y lógica libertad de expresión; tengo que decir como en la trova de María Elena Walsh: “tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando”. Puedo confirmar que ahora en unión de las organizaciones progresistas y revolucionarias, mejoro como artista mi posición para el combate ideológico y tengo mayor alcance e influencia social, en consecuencia mi misión como trabajador de la cultura es la de abrir muchas más ventanas para denunciar al estado terrorista que se ha camuflado con su estrategia paramilitar.

Respondo ahora una pregunta que me hicieron al llegar: “¿incitaría usted a la violencia?”.

Históricamente se ha demostrado que la primera violencia es siempre la estructural. Hablo de aquella violencia que hace creer que unos pocos nacieron con espuelas y todos los demás con la silla a las espaldas para ser montados y azotados como bestias, esa violencia de los sistemas de explotación que aplastan y asesinan a millones de seres como si fuera el orden natural de las cosas, hablo de la violencia contra los cada vez más empobrecidos, condenados a sembrar lo que nunca han de comer, a los deambulantes de las esquinas de los semáforos en las noches de frío, la violencia que se ejerce contra los que no tienen tarjeta de crédito, la misma que va contra las minorías segregando culturas y etnias, la violencia del jugoso y privilegiado mercado de capitales que siempre ajusta un ejército de desempleados a fin de aplastar a los trabajadores, la violencia de género en condiciones de guerra, donde las mujeres han sido triplemente violentadas, la violencia del terrorismo de estado que implanta un nuevo modelo económico sobre los campos sembrados de cadáveres de los enamorados que se negaron a partir de sus territorios ancestrales, siguiendo la política trazada por los EU que declaró al “campesino primitivo” como el principal obstáculo al mercado neoliberal. Es decir, la misma violencia que a través de mercenarios y contratistas de la guerra entrega nuestros suelos y riquezas al usufructo de las multinacionales y el imperio.

Esa violencia que las mismas “gentes de bien” contemplan con total indiferencia y silencio cómplice con las élites de asesinos, pues son los poderosos comerciantes de la mal llamada “sociedad civil” quienes contratan los escuadrones de la muerte, ya no se inmutan ni fastidian con las salpicaduras de la sangre, ya no les importan los miles de miles de indígenas, negritudes, campesinos, sindicalistas y dirigentes sociales muertos por resistir a la indignidad y el vasallaje.

Pero debo recordar también que la violencia llega a ser un derecho de los pueblos para defender la vida. ¡Ah! Pero sólo en este momento las gentes de bien tuercen con cinismo su discurso, pues condena y sataniza toda violencia “primitiva” que venga desde abajo, rasgando sus vestiduras claman al cielo para que cese el motín, la protesta y la insurgencia que se levanta con toda el hambre histórica.

Nuestro llamado en tanto que artistas jamás será hacerle el juego a la anticultura de la barbarie y menos rendirle culto al señorío de la muerte. Para los Colectivos de Artistas Antiimperialistas, resistir es una opción de vida, no es un oficio, y la pobreza no es una bendición.

Me identifico en lo que creo y pienso, soy un enamorado de los que sobran en la mesa del banquete, y como artista en resistencia, no soy neutral para nada en esta guerra. Mi opción esta del lado de los desechables del sistema y no saben nada del mercado de valores ni la bolsa. Grito y reclamo a la humanidad entera para que siquiera uno más se sume a nuestra brega, tan solo uno más se comprometa solidario con la lucha de los pueblos sometidos, pinto con todos los colores en contra de la paz sin dignidad ni memoria, sin derecho a la palabra de los pueblos bloqueados, esa es la paz de los cementerios democráticos de los sin tierra.

Incitamos en nombre de la vida, para tender un puente sobre el enorme precipicio que existe entre la superproducción y los empobrecidos, pensamos que son urgentes mayores y coordinadas tareas de las organizaciones revolucionarias y movimientos sociales para que en unidad, todos nosotros militantes multidiversos, pluriculturales y policromados, nos sumemos a la única guerra posible, la que tendremos que librar contra el hambre jamás contra los hambrientos. Guerra a la pobreza, nunca contra los empobrecidos sin chequeras.

¿A que se resisten los colombianos?

Para aquellos que no comprenden por qué nuestra rebeldía, debo denunciarles que toda la publicidad agenciada por el estado colombiano de una pretendida lucha contra las drogas es y sigue siendo en verdad un pretexto moralista para justificar los asesinatos selectivos, las ejecuciones extrajudiciales, las masacres, los genocidios y la guerra contra la resistencia, ocultando el más grande megaproyecto del hemisferio y la arremetida neocolonialista del imperialismo estadounidense que se apropia de las selvas vírgenes del Chocó, segunda fuente mundial de agua potable, lugar donde se traza ya el nuevo canal interoceánico.

Nos resistimos al rapazo de las selvas amazónicas y su biodiversidad genética apropiada en el proyecto genoma, resistimos al robo de nuestros recursos naturales y energéticos del subsuelo, dejando a los pueblos dependientes y miserables, resistimos al ALCA de libre comercio para EU pero de eterna esclavitud para Amerindia. Resistimos a la entrega de la patria, al vasallaje, al exterminio de las minorías, al saqueo y la miseria.

Ante el imperialismo capitalista que se harta de mostrar su carácter enfermizo y aberrante, sólo nos queda a los artistas un camino digno y es el arte en resistencia.

Hoy nos unimos al lenguaje libertario de Martí y de Bolívar con la Cuba de frente alta y la hermana Venezuela en esa resistencia que bulle, que fermenta, donde se juntan los de abajo, los que no quieren dormir con los estómagos ni la conciencia vacías, ahora llamado “populismo radical”, con la fuerza imparable de un proceso histórico social alternativo que nos exige permanente unidad y vigilancia de los principios revolucionarios y ética latinoamericana, sin los cuales ninguna lucha tendría sentido.

Nuestra utopía avanza en la confianza de que no estamos solos, y en nuestra prioritaria tarea por la imprescindible construcción de una nueva Colombia con tierra para todos y justicia social, así nos vemos aportando nuestro grano de maíz a la construcción de otro mundo y otra historia donde la vida valga la pena ser vivida.

Muchas gracias,

Gustavo Muñoz Matiz
Artista colombiano
Refugiado político

Conferencia realizada gracias al apoyo de: Voz Nueva Colombia (Alemania), Arlac (Bélgica), Colectivo de Artistas Antiimperialistas (Colombia)

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