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El ELN emprende una nueva marcha… El camino de la paz
Carlos Medina Gallego / Domingo 7 de julio de 2013
 

Hace 49 años, el 4 de Julio de 1964, el ELN emprendió su primera marcha guerrillera después de varios meses de preparación y definió esa fecha como la de su nacimiento como guerrilla revolucionaria, haciéndola coincidir con el día de la independencia de los Estados Unidos. Sin embargo, el pacto de sangre y compromiso, de liberación o muerte, se había producido meses antes en La Habana, donde un grupo de jóvenes revolucionarios decidió entregar su vida de manera irreversible con la causa de la revolución en la que `por entonces se llamó Brigada Pro-Liberación José Antonio Galán, la que daría con el tiempo origen al primer Frente Guerrillero de la organización en las montañas de Santander, en donde los jóvenes rebeldes abrazaron la consigna comunera de Ni Un Paso Atrás Liberación o Muerte (NUPALOM).

Han pasado casi medio siglo de esfuerzos y sacrificios, de duras travesías y fuertes golpes, de pequeños avances, que han ido marcando la historia de esta organización, que se ha sostenido, contra viento y marea, sobre las turbulentas y enrarecidas aguas del conflicto armado colombiano y que, en los últimos 20 años, ha colocado en su agenda política el tema de la solución negociada al conflicto armado, el discurso de la humanización de la guerra y de la paz con justicia social.

El ELN ha tenido a lo largo de las últimas décadas cambios significativos que la trasformaron en una organización política en armas, cuyas características son mucho más societales que la de las organizaciones armadas que funcionan como ejércitos itinerantes. El ELN se construye como autoridad y sujeto político en las áreas de influencia, que no son necesariamente áreas de operaciones militares, sino, más zonas de desarrollo político y autodefensa. Es por la naturaleza de su trabajo una organización cultural, política y militarmente diferente a las FARC-Ep lo que se ha hecho explícito en los no pocos conflictos y enfrentamientos en que las dos organizaciones se han visto envueltas, cuando comparten territorios, sin que ello implique que sus proyectos políticos sean sustancialmente diferentes. Incluso han compartido procesos unitarios, en la Coordinadora Guerrillera Simón Bolívar y se han acercado a mesas de negociación de manera relativamente unificada como lo hicieron en Caracas y Tlaxcala.

La cumbre de comandantes realizada el pasado mes de junio entre Timoleón Jiménez y Nicolás Rodríguez Bautista, máximos dirigentes y representantes de las FARC-EP y el ELN respectivamente, resulta relevante en el actual momento político del país por cinco razones esenciales:

Primera, acorta la distancia y coloca fin a las confrontaciones entre las dos organizaciones que por lo general tienen efectos imponderables en vidas, seguridad y tranquilidad para los habitantes de las zonas donde operan simultáneamente, esto significa que ponen fin a la guerra entre guerrillas acabando con una de las varias guerras que soporta el país;

Segundo, hacen explicito reconocimiento de que la paz definitiva del país pasa por un proceso en el que estén todas las insurgencias que operan en el territorio nacional y, que ello implica abrir espacios para que el ELN y el EPL puedan irse sumando desde sus propias iniciativas al proceso en marcha. En esta declaración leída con cuidado le están dando una mano al gobierno para que la solución del conflicto armado con la insurgencia sea global y definitiva. Desde luego, también están haciendo evidente la necesidad de sumar esfuerzos para que las propuestas que se están presentando en la mesa de conversaciones se revistan de mayor fortaleza y legitimidad.

Tercera, se fijan como propósito común convocar a sus militancias, a los movimientos sociales y políticos y en general a sociedad Colombiana a trabajar por la unidad y a comprometerse en la lucha democrática en la realización de cambios profundos en la economía, la política y la institucionalidad.

Cuarto. Reconocen que hay un camino distinto al de la lucha armada al señalar que en Nuestra América soplan hoy poderosos vientos hacia la democracia, la soberanía, la justicia social, el buen vivir y la integración de nuestros pueblos y que los colombianos no podemos permanecer al margen de este proceso histórico. Y,

Quinto, tal vez el aspecto más importante del pronunciamiento es la decisión del ELN y las FARC–EP, de comprometerse y marchar unidos en el objetivo de alcanzar una sociedad democrática, incluyente, soberana y en paz para los colombianos, propósito al cual invitan a toda la sociedad movilizarse en esa dirección.

Pese al énfasis que le colocan al tema de la paz y de la unidad política en términos de encontrar un camino diferente para alcanzar los cambios sociales, económicos y políticos que requiere el país y realizar los ajustes institucionales para conseguirlo, las dos organizaciones refrendan ese compromiso en una declaración conjunta por la paz, comenzando por afirmar que “La paz es la más noble, justa y legítima aspiración del pueblo “.

La Delegación de Paz de las FARC-EP ha señalado la complacencia que le produce poder contar con la experiencia de los elenos en el desarrollo de la actual agenda de paz y se colocan a disposición de que se pueda hacer efectivo un proceso conversaciones entre el ELN y el gobierno colombiano.

Todo parece estar madurando para que el ELN encuentre conjuntamente con el gobierno un escenario de conversaciones; al conmemorarse un aniversario más de la fundación de la organización un nutrido grupo de intelectuales, personalidades políticas y organizaciones sociales y organismos no gubernamentales han dado a conocer una carta en que convocan al presidente Juan Manuel Santos y a la dirigencia del ELN en cabeza de su comandante, Nicolás Rodríguez Bautista a hacer lo que este a su alcance para que se haga realidad una mesa de conversaciones.

El ELN tiene que ponderar el momento político que atraviesa el país, el proceso de paz con las FARC-EP y las experiencias de construcción democráticas de las trasformaciones sociales y políticas que se vienen produciendo, no sin dificultades en América latina y tomar decisiones fundamentales en materia de compromiso con la paz del país; no puede votar por la borda las señales que le está dando la sociedad civil con grandes sacrificios para que la solución política negociada sea una realidad. Tiene que valorar las movilizaciones regionales y nacionales de paz, la marcha multitudinaria del 9 de abril, los Congresos Regionales y Nacional de Paz, el clamor nacional de paz y determinar si sacrifica ese clamor y un posible proceso paz, manteniendo la retención de un canadiense, que no le preocupa a nadie, y cuatro títulos mineros de los miles de títulos mineros que hay en el país o, por el contrario, coloca en su agenda de conversaciones el problema de los recursos naturales, minero - energéticos y ambientales de la nación y la explotación inequitativa e irresponsable que desarrollan las transnacionales, convocando al país entero a pensar el problema y a encontrar soluciones realistas al mismo .

Estoy absolutamente convencido de la necesidad que el ELN inicie, al conmemorar sus 49 años de existencia en el conflicto armado colombiano, una nueva marcha hacia la paz y hacia los cambios sociales, económicos y políticos en el marco de las instituciones democráticas. El gobierno nacional tiene la obligación de esforzarse en la construcción de una etapa de acercamientos con esta organización echando mano de los buenos servicios que pueden prestar distintas personalidades, así como la Comisión Facilitadora Civil entre el Gobierno y el ELN, que ya en otras ocasiones ha mostrado su efectividad.

El camino está abierto, hay que despejarlo de dudas e incertidumbres y comenzar a transitarlo sin otro propósito que alcanzar una paz estable y duradera para colombianos en una ambiente de bienestar general, democracia real y convivencia pacífica.