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Dos, tres, muchos Catatumbos es la consigna
Magazín Páginas de Nuestramérica / Jueves 25 de julio de 2013
 

En declaración pública el Viernes 12 Julio del 2013, la Asociación Campesina del Catatumbo ASCAMCAT, una vez los delegados del gobierno se levantaron sin ninguna explicación de la mesa, certificó: “La delegación del gobierno se levantó de la mesa a la medianoche de ayer, para no volver, pues puso la condicionalidad de continuar las conversaciones solo si se levantan los bloqueos campesinos ”. Los delegados de Santos por su parte habían declarado ya desde sus medios masivos de comunicación que exigía a los campesinos desbloquear las vías y que de no ser así, no se sentarían más a dialogar.

Al parecer el gobierno continuará con su desdén frente a las exigencias del campesinado del Catatumbo. El vicepresidente Angelino Garzón, después de aclarar para la opinión pública que estaba en el Catatumbo porque el presidente de la república se lo había ordenado y no porque los campesinos se lo hubieran solicitado, aclaración que busca ostentar el ya tradicional agravio de los gobernantes de turno hacia el poder popular; mostró su espalada a la mesa con los campesinos, con más despecho que derecho.

Hoy se descubre el rostro real del gobierno Santos. Se desvanece en el aire, en medio del eco de los fusiles y el humo de los gases lacrimógenos, el velo blanco que hondeó en el discurso de posesión el 7 de agosto del año 2010 en Bogotá, y en su lugar irrumpe uno desgastado por el despotismo. El presidente Santos guardaba la llave de una paz simulada, de una danza macabra que ha sido por décadas conocida por los colombianos. Una paz que ofrece dos opciones para el pueblo; la renuncia al grito o la imposición estruendosa del silencio.

La principal función de la vicepresidencia colombiana en este gobierno, parece ser la del torturador “compasivo”. Garzón, representa una táctica “mansa” para doblegar a los insubordinados, dispositivo que se esfuma rápidamente, no sin antes anunciar una nueva agresión.

Angelino Garzón propone desde Rcn y Caracol un supuesto plebiscito con la comunidad para que esta defina si está de acuerdo o no con el bloqueo de las vías. De esta manera el gobierno desconoce los diferentes mecanismos y espacios de participación y consulta previa al paro por parte de la organización campesina. Precisamente unas de las más trascendentales exigencias de los movimientos sociales colombianos actualmente, se refiere a la necesidad de reconocimiento constitucional de los espacios y diversas formas de participación política de las comunidades, tales como el cabildo, las constituyentes, los foros y otros modelos que son expresión del ejercicio del poder popular, como un elemento esencial para que en Colombia realmente se pueda algún día hablar de democracia.

¿Para qué consultar sobre el bloqueo de las vías a la comunidad del Catatumbo si la comunidad del Catatumbo es la que las está bloqueando por voluntad propia y colectiva? ¿Para qué ese plebiscito cuando miles de campesinos más se aprestan a sumarse a la protesta en la región?

Definitivamente en el Catatumbo las metas de la comunidad campesina desbordaron las fronteras de la derecha reformista y por eso el vicepresidente, al que le crearon la fama en los medios masivos de comunicación de ser “el apaga incendios del gobierno”, en esta ocasión tropezó y dio al traste con su fugaz utilidad de un solo golpe, en razón a que el gobierno equivocadamente supuso que maniobraría a su gusto a los delegados de ASCAMCAT. Queda claro que si el vicepresidente Garzón pretendía lucir su show a costa de los sueños de los campesinos, fracasó, de allí que haya salido confundido y musitando ante los micrófonos: “Hasta aquí llega el Vicepresidente”. Estaba aturdido ante la potencia política y el fundamento popular que avasallan a menudo las argucias de corto efecto. Queda aún más claro que teniendo como antecedentes décadas de promesas incumplidas, los campesinos del Catatumbo no cejarán hasta que como lo afirmará en entrevista Juan Carlos Quintero, Vicepresidente de ASCAMCAT: “hayan acuerdos concretos y se defina una ruta que nos garantice que la Zona de Reserva Campesina del Catatumbo va a ser un hecho ”.

Mientras el gobierno eleva incesantes llamados a la normalidad, el campesinado colombiano propone política profunda, a lo cual el gobierno responde con toda la fuerza de la represión y como enloquecido revela su rostro fascista. Además que gasta millones para emprender campañas de publicidad engañosa en los medios de comunicación, en las que dulcemente falsea la realidad ante la opinión pública. Su única propuesta es: protestar es bueno pero no bloquear, de igual forma le dicen al obrero: protestar es bueno pero no parar la fábrica, al estudiante, protestar sí pero no alterar la normalidad académica, ya que lo que persigue la oligarquía colombiana, es que no sea interrumpido ni por un segundo, el curso normal del saqueo a los bienes del país y la extravagante acumulación de riqueza de una minoría. La única propuesta entonces del régimen al pueblo colombiano es elegir entre el silencio impuesto por su legislación fascista o el silencio que trae la muerte consigo. ¡Protesten en silencio y quietos!, parecería ser la consigna del gobierno, que experto en criminalizar la protesta, pretende que las comunidades acepten sus postulados, y se sometan al miedo.

Es el gobierno Santos quien no debe volver a sentarse esperando inútilmente que los campesinos declinen sus proyectos de paz real, y vendan sus ideales y derechos con la llamada por los campesinos mismos “danza de los millones”. El pueblo del Catatumbo ha logrado ver al gobierno y sus representantes como lo que son, empleados de mayor o menor rango de las grandes multinacionales, representantes postrados a los intereses extranjeros.

No se entiende como el presidente Santos que en la alocución de anuncio público de las conversaciones con las FARC en septiembre del 2012, admitió que las conversaciones eran resultado de la voluntad y clamor de la sociedad civil, venga ahora a señalar a esa misma sociedad que hoy continua movilizada y que unos meses antes reconoció como legítima, y la convierta como por arte de magia en terroristas o delincuentes, autorizando así además el fusilamiento por parte de francotiradores de la Policía Nacional de campesinos desarmados, cuatro de los cuales ya son mártires del Catatumbo, y se han convertido en aliento e ímpetu para los campesinos de toda Colombia.

Con estos recientes crímenes de Estado, Santos hace una brutal exhibición para el mundo del abismo profundo que al interior del régimen separa las conversaciones que sostiene en la Habana, de los acuerdos que mantiene indignamente con el capital transnacional. En los días que salía de la cárcel uno de los más peligrosos enemigos de las zonas de reserva campesina y uno de los corruptos que más daño le han hecho al agro colombiano, el exministro Arias, eran hechos presos decenas de campesinos del Catatumbo que luchan por la defensa de la tierra y el territorio, eran judicializados de manera vertiginosa, eran asesinados y otros muchos estaban siendo heridos y mutilados.

Una vez establecida la mesa en la Habana, el régimen pretende castigar toda participación política de la sociedad en torno a la paz con justicia social. No es cierto que los territorios hoy indignados sean una sucursal de las conversaciones de la Habana como lo afirmó el 11 de julio el ministro de Interior, Fernando Carrillo, sino que la mesa de la Habana es una materialización de los deseos de la mayoría de los colombianos. Lo que sucede es que el pueblo está participando en la política nacional y está decidido a imponer la paz, un mandato que construyó y asumió desde mucho antes de las actuales conversaciones en la Habana.

El Catatumbo es hoy en Colombia, símbolo del sueño más digno e inquebrantable de los pueblos: La paz substancial, que se anuncia con la superación de la servidumbre y la opresión contra el pueblo. La decidida disposición a no interrumpir el levantamiento por parte de los campesinos hasta que el gobierno nacional no llegue con propuestas serias y realistas, se fundamenta en una razón que contiene inmenso heroísmo; el saber que hoy no se puede claudicar, que no existe actualmente para el pueblo colombiano, la más mínima opción política ni histórica de abdicar en su búsqueda de la paz con justicia social. Hoy el régimen colombiano se muestra indolente y cree que puede desafiar la rebeldía popular. Por eso dos, tres, muchos Catatumbos es la consigna.