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Las protestas campesinas no están infiltradas por la guerrilla, sino por el Ejército y la Policía
 

En total fueron 6 los miembros del ejército nacional pertenecientes a la séptima Brigada con sede en Villavicencio retenidos por la guardia campesina en la inspección de Pipiral en el Meta y entregados a una comisión humanitaria compuesta por el defensor del Pueblo de Villavicencio Eduardo Grisales, la Fiscalía, el coronel Verdugo de la Policía Nacional, delegados de la Fundación para la Defensa de los Derechos humanos y el D.IH del Oriente Colombiano (DHOC) y de la Guardia Campesina.

Los miembros del ejército estaban vestidos de civil y su propósito era infiltrar la concentración de más de 8 mil campesinos que desde el día 19 de agosto se sumaron al Paro Nacional Agrario y Popular Indefinido. Al mando de los capturados estaba el coronel Güiza.

La guardia campesina, armada de bastones de mando, actuó en razón a lo sospechoso de la actitud de los soldados infiltrados que habían llegado al sitio tomando fotografías de los manifestantes y a los campamentos instalados por los campesinos. Al ser increpados por cientos de manifestantes que los rodearon, sobre su procedencia y el propósito de su presencia en el lugar, no supieron dar respuesta. Al menos uno de los soldados en mención portaba arma de fuego.

Los campesinos movilizados pacíficamente entre los que se encuentran arroceros y pequeños productores de la Orinoquía colombiana, han cesado sus actividades, exigiéndole al gobierno la creación de Zona de Reserva Campesina y la necesidad de crear espacios de interlocución y diálogo para tramitar las solicitudes y soluciones del campesinado de la Orinoquía y de todo el país, sumido en la miseria por los Tratados de Libre Comercio (T.L.C).

Los miles de campesinos de la región del Guayabero y el departamento del Meta, hacen presencia en Pipiral localizado en las goteras de Villavicencio. Las delegaciones arribaron en decenas de buses a la ciudad de Villavicencio desde el 18 de agosto y se trasladaron a Pipiral el 19.

Después de sobrevuelos permanentes de helicópteros de la Policía Nacional, del Arpía y la toma de fotos por parte de miembros del ejército ocultos entre los árboles en lo alto de la montaña que circunda la inspección de Pipiral; la Guardia Campesina da captura al primer soldado infiltrado, que se encontraba armado y vestido de civil y posteriormente uno a uno fueron inmovilizados por multitudes organizadas de campesinos, los demás soldados infiltrados. Seguidamente los campesinos aseguraron que no entregarían a los soldados hasta que hiciera presencia en el lugar de los hechos la Defensoría del Pueblo, la personería y fiscalía.

De acuerdo a los testimonios de los manifestantes, lo anterior demuestra las intenciones de intimidación, sabotaje y persecución a la protesta social, por parte del Estado y sus agentes. A pesar de ello, los campesinos dieron muestra de organización y conocimiento sobre derechos humanos, lo que fue corroborado con la firma de un acta en la que los soldados retenidos certificaron el buen trato recibido por parte de la Guardia Campesina, durante su captura.

Por último los soldados fueron entregados por la Guardia Campesina a la Defensoría del Pueblo.