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Paro agrario generaliza rebelión popular. ¡Que se vaya Santos!
Horacio Duque Giraldo / Viernes 23 de agosto de 2013
 

Los movimientos sociales son la forma de la política excedente en un país casi siempre generada a partir de la experiencia y politización de algún tipo de escasez o pauperización causadas por los principios de distribución existentes. En este caso por la concentración de la tierra y el despojo ocasionado por los Tratados de Libre Comercio que benefician a las multinacionales que controlan la globalización imperial.

Es por tal razón que la disputa por el excedente no está tanto al nivel del salario, sino al del control de los recursos naturales (mineros y agrícolas) y las posibilidades de su redistribución en producción y reproducción social.

Vivimos el momento proliferante del movimiento social. Con el desplazamiento conflictivo, los sujetos sociales terminan conociendo el resto de la sociedad y contagiando la masa como expresión de la comunidad.

Al paso de las horas nuevos contingentes amplían el campo de la protesta popular. Estamos en presencia de un nuevo ciclo de movilización y rebeldía. En los inicios de un ciclo mas o menos largo de rebelión campesina y comunitaria. En el resultado de un largo acumulado histórico que suma resistencia guerrillera (Farc, ELN, EPL, M-19) con insubordinación social frente a las formas redistributivas y las estructuras de dominación violenta oligárquica que han ocasionado en las últimas décadas más de 300 mil muertes y 6 millones de desplazados.

Crece el campo del conflicto agrario con nuevos estallidos en el departamento del Huila, donde los pequeños caficultores se suman a la huelga (1) y los labriegos protagonizan el conflicto en Algeciras (2); con acciones contundentes de los mineros como ocurre en los municipios antioqueños de Ituango, Toledo, Tarazá, Valdivia, Caucasia y Segovia (3); con marchas multitudinarias campesinas en el Caquetá provenientes de La Macarena, Solita, Milán, Paujil, Doncello, Campo Hermoso, La Cristalina, San Vicente del Caguán, Solano y Cartagena del Chairá, para concentrarse en Florencia hasta donde han llegado más de 5 mil personas (4); con las concentraciones y bloqueos de vías en Risaralda y Caldas (5); con las manifestaciones en Santander y el Magdalena Medio (6); con la participación activa de los camioneros; con las tomas de los hospitales por los trabajadores y médicos; y con las manifestaciones estudiantiles que se han sumado a los paros.

Lo que tenemos a estas alturas de la huelga agraria es una potente rebelión contra el régimen oligárquico del señor Santos y su modelo neoliberal globalizante.

Es que las formas de dominación enfrentan coyunturas de contestación colectiva a través de formas de movilización que desbordan las instituciones y los espacios políticos reconocidos en la normalidad de las relaciones de poder que articulan al Estado. En ese sentido, las rebeliones son procesos de movilización política que instauran una crisis política estatal en tanto cancelan de manera general o parcial la autoridad de las leyes y el gobierno, a partir de una fuerza resistente que a veces se proyecta como base de otra forma de gobierno y de sistema de autoridades.

En ese sentido debe resaltarse que las rebeliones son una articulación especial de estructuras de acción y pensamiento en coyunturas más o menos largas en las que las prácticas de la participación política, además de ser activadas por las estructuras preexistentes, producen variaciones y novedades. Ya que la crisis política así instaurada genera un tiempo de fluidez en el que las variaciones y desórdenes que la imaginación y la experiencia cotidiana producen, pueden adquirir en esos momentos la forma de una fuerza de acción y prefigurar las formas sustitutas de la vida política y social.

Como bien lo advierte L. Tapias (7), las rebeliones son coyunturas o tiempos de aceleración y condensación del tiempo político, y en esa dirección, de incertidumbre y cambio social, de novedad en la historia. En esos momentos de fluidez de lo social y lo político, de lo político cambiando la forma de lo social, operan algunos soportes históricos que se denominan estructuras de rebelión.

Las estructuras de rebelión son una articulación de las siguientes dimensiones: i) forma de organización; ii) una historia común más o menos compartida en tanto experiencia de hechos y sentidos; iii) una memoria; iv) un proceso de acumulación histórica; v) proyectos políticos; y vi) la constitución de identidades y sujetos políticos; todo esto en relación con un horizonte de rupturas sociales y políticas o de lo que se puede llamar una estructura de conflicto (o campo de conflicto, al decir de Melucci), que es el contexto de las crisis en las que se dan las rebeliones.

La estructura del conflicto contiene una línea de divisiones sociales y políticas que organizan las relaciones de explotación y desigualdad, por un lado, y las relaciones de dominación y opresión, por el otro, de manera complementaria.

Se puede decir que a un conjunto de estructuras sociales caracterizadas por la organización de la desigualdad, la exclusión y la explotación corresponde una estructura de conflicto más o menos compleja que se levanta como un segundo piso político a partir de las contestaciones y resistencias y las formas de problematización y disputa de las relaciones de poder existentes. Esta estructura de conflicto depende de la cantidad y gravedad de las rupturas que se vuelven motivo de lucha de clases, de lucha política, agrega Tapias.

En estos momentos la estructura de conflicto en el país es compleja y explosiva. Contiene un nivel en el que se despliegan las relaciones de dominación instauradas por la hegemonía imperialista. Hay un nivel de relaciones de explotación o de divisiones clasistas. Hay un nivel de divisiones políticas diversas, que van desde la relación gobernantes-gobernados (que se organiza de diversos modos según las épocas) que hoy está ordenado a través del sistema de partidos y pasa por los conflictos étnicos, regionales y raciales para terminar en el tipo de polarización y distancia ideológica entre las fuerzas políticamente organizadas, las clases y los grupos.

En la dimensión de formas de organización como estructura de rebelión, cabe considerar la forma política general del país, esto es, la organización de las relaciones entre gobernantes y gobernados a través de un régimen político, un conjunto de derechos de inclusión y exclusión; el sistema de instituciones que organiza los espacios públicos y las normas de participación. Es en relación con la dinámica de esta forma que se dan las rebeliones. Lo importante son las formas de organización que dentro de la forma política general generan espacios de participación que en coyunturas críticas se vuelven espacios de resistencia y contestación de las relaciones de explotación y opresión.

La historia común, los hechos compartidos, los sentidos compartidos, la memoria y los proyectos que se van desarrollando y reproduciendo a través de una acumulación histórica, configuran igualmente estructuras de rebelión.

La memoria ( 9 de abril, resistencia guerrillera, Paro cívico del 77, grandes huelgas sindicales y movimientos estudiantiles) y el proyecto político encarnado en los pliegos agrarios, en particular se convierten en estructuras de rebelión. Cabe tomar en cuenta que la memoria y el proyecto existen en plural, en varias versiones, pero como parte de un horizonte común que produce la identificación, que es referente de interpretación de sentido y causa de los hechos. La configuración de la memoria va muy ligada a la identificación en el seno de las comunidades.

La memoria es como el fondo histórico vuelto subjetividad íntima e intersubjetividad compartida. La memoria se vuelve estructura de rebelión sobre todo cuando contiene elementos de autonomía y libertad colectiva como ejes articuladores que permiten vincular la presencia selectiva del pasado con un horizonte de acción.

Entre la memoria y el proyecto está la cultura en tanto valores, principios y fines que, por un lado, seleccionan en la complejidad de los hechos aquello significativo para la comunidad o la colectividad, de tal modo que son los núcleos de producción de sentido de lo vivido y de lo que se vislumbra como posible y deseable. Nociones de justicia, derechos humanos, soberanía, nación, comunidad, dignidad operan como organización de la relación memoria-proyecto.

Es clave el modo en que se articulan memoria y proyecto. Un proyecto sin memoria no jala fuerzas del mismo modo y con la misma intensidad que cuando lo tienen.

En cada nueva coyuntura de rebelión no se repite el mismo patrón de composición y movilización, en lo social y en lo político. Hay un proceso de mutación en las formas de acción y organización, pero sobre todo en las formas de fusión o de la masa que se configura en los momentos de rebelión.

Hay una composición diferente en lo que concierne a la articulación de las estructuras de rebelión y de los grupos sociales, así como — en lo que se refiere a las formas de identificación, al proyecto político— la forma de fusión, aunque reaparezcan de manera recurrente algunos métodos y formas de acción, como el bloqueo, la marcha, la huelga, la insurrección y la semi insurrección.

Ahora se están dando de manera simultánea, con resultados generales mutantes en términos de la forma de la masa y su organización, estructuras de rebelión y organización que incluyen grandes contingentes campesinos, pequeños propietarios, estudiantes, desempleados, indígenas, afros y ciudadanos reclamantes de la salud, educación y el empleo.

Todos estos grupos en su actual nivel de conciencia admiten que la mayor tensión se despliega en el ámbito político. Por eso la rebelión en curso conduce hasta el planteamiento de la renuncia del señor Santos del cargo de presidente, dada su manifiesta incompetencia y su condición antinacional e impopular. Su reemplazo está previsto en la Constitución en la figura del vice Presidente si es que el tamaño de la crisis no da para un derrumbe general del actual gobierno oligárquico.