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Policías dan salvaje paliza a campesinos del norte del Tolima
Nelson Lombana Silva / Domingo 1ro de septiembre de 2013
 
Rastros de la represión extrema del Esmad a la comunidad campesina del norte del Tolima. Foto Nelosi

Acompañamos ayer a una comisión de derechos humanos que recorrió el norte del departamento del Tolima con el fin de hacer acompañamiento a los campesinos brutalmente agredidos por el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) de la Policía y constatar de primera mano los desmanes de la Fuerza Pública.

Encontramos a seis jóvenes campesinos detenidos y golpeados violentamente, torturados y humillados en completa indefensión por una Fuerza Pública arrogante y petulante. La lucha de la comisión de derechos humanos por tener acceso al número y los nombres de los campesinos no fue fácil. Hasta último momento el comandante de policía de la estación de Lérida evadió el tema, pero la persistencia de la comisión finalmente se impuso.

Estaban allí confinados en el calabozo campesinos de tierra fría a temperaturas que superaban los 30 grados centígrados. Dos menores de edad, en horas de la mañana habían sido trasladados al municipio de Líbano. Incomunicados encontramos a: Luis Rodrigo Robayo, Evelio Isnad Gutiérrez, Oneider Herrera Bermúdez, Rosbey Antonio Luján, Ricardo Monroy y Brayan Steven Sánchez Delgado. Duraron toda la noche y el día sin probar alimento, solo un sorbo de gaseosa que a regañadientes permitió la Policía que le ofreciera el papá de uno de los detenidos y la comisión de derechos humanos.

El abogado Jaime Parra Cubides, consecuente con su palabra empeñada, viajó de la ciudad de Ibagué por cuenta propia a participar de la libertad de los detenidos. La diligencia de la fiscalía 32 de Lérida comenzó su labor muy temprano, pero sólo pasadas las cuatro de la tarde fueron puestos en libertad estos campesinos, cansados, golpeados, hambrientos y sin documentos de identidad algunos por cuanto el Esmad se los quemó, junto con la comida y algunas prendas de vestir. Dos motos y una cicla de la comunidad campesina fueron incineradas.

El trato del Esmad nada tiene que ver con un país democrático. Por el contrario, se parece cada día más al fascismo hitleriano. Con sus palabras sencillas y humildes, el campesino Ricardo Monroy, del municipio de Líbano relata su odisea sin dramatismo, pero sí con absoluta crudeza:

“Nos boliaron piedra, gases, nos sacaron corriendo y me dieron garrote. Me aporriaron feo. La Policía comenzó a tirarnos gases, nosotros les mandamos piedras. Arrancamos a correr bien arriba por la vía de Líbano y por allá bien arriba me cogieron y me dieron duro. Me aporriaron la cabeza, la espalda, la rodilla; me agarraron a pata. Me dijeron que me iban a matar. Me pusieron el chopo (pistola) en la frente y yo puse la mano, me dijeron baje la mano y si no lo matamos y lo dejamos por aquí. A usted nadie lo conoce, entonces fácil resulta dejarlo estirado por aquí”.

No contentos con la golpiza arremetieron con los términos más soeces e inhumanos. Ricardo Monroy relata: “Me decían ‘hijueputa, malparido, guerrillero gonorrea’. Después que me echaron al carro de la Policía el maltrato aumentó. Volvieron a decirme: ‘hijueputa, malparido, guerrillero gonorrea’. Me daban fuertes palmadas en la cara, me daban con ese bolillo e intentaron ahorcarme. Yo les dije: ‘no me vayan a ahorcar, no me vayan a ahorcar’”.

Rastros de la represión extrema del Esmad a la comunidad campesina del norte del Tolima. Foto Nelosi

Brayan Steven Sánchez Delgado narra su propia experiencia así: “Nosotros íbamos subiendo por la carretera hacia El Líbano después del disturbio cuando salió la Policía y me cogió primero a mí y después otros dos pelados. A mí me botaron al suelo y me quitaron el bolso y el de un compañero; una vez me montaron en la patrulla le prendieron candela a los bolsos donde tenía todos los documentos de identidad y los de mi compañero con el que yo llevaba el bolso”.

“¿Qué llevaba en ese bolso? Tenía el Sisbén del hospital, registro civil, la cédula de ciudadanía. El compañero también tenía esos documentos más el pase, los papeles de la moto de su propiedad. Todos esos documentos fueron quemados con la maleta donde teníamos algunas mudas de ropa”.

“Luego nos echaron para Lérida, para el cuartel y nos metieron al calabozo. A mí no me golpearon. Sí recibí madrazos en forma, amenazas de que si intentábamos escapar nos mataban. Nos decían gonorreas, guerrilleros, conflicteros y muchas cosas más. Pasamos la noche en el calabozo los seis encerrados en el mismo. Ni tan cómodo ni tan incómodo era el calabozo para los seis. No nos dieron comida. Por la mañana un policía nos dio gaseosa y un pedazo de pan y no más”.

La comisión de derechos humanos fue hasta el cruce de carreteras, al teatro de los acontecimientos. Soledad sonora. Destrozos. Troncos aún humeantes. Comida quemada: arroz, papa, huevos, ahuyama, plásticos derretidos, maletas, frutas, etc. Rastro de humildes campesinos y huellas de salvajes.

En ese cruce de carretera hay un letrero que dice: Líbano 34 kilómetros, Murillo 55. Unas casuchas de gentes humildes y familias atemorizadas que no quieren contar lo vivido el día inmediatamente anterior después de las seis de la tarde. Susurrando cuentan entre líneas: “Todo esto se inundó de gas, dijo una señora, teniendo todos que salir corriendo por la carretera del Líbano. Era terrible, las balas de aturdimiento y balas de verdad se escuchaban. Todo era confusión”.

Encontramos prados quemados y muchos cartuchos de bombas de aturdimiento y gas lacrimógeno. No eran muchos los campesinos que estaban allí. Sin embargo, el operativo se montó como si hubiera miles y miles. Toda la fuerza bruta de la represión del Estado capitalista se puso una vez más al servicio de la oligarquía y en contra del pueblo campesino urgido de tantas necesidades y afugias económicas y sociales.

Por ahora ganó la oligarquía, solo por ahora. En el fondo de los corazones oprimidos y reprimidos de los campesinos hay la conciencia diáfana de que los tiranos son efímeros y los pueblos eternos. Por eso, la lucha, el paro nacional agropecuario y popular continúa en el departamento de Tolima.

Rastros de la represión extrema del Esmad a la comunidad campesina del norte del Tolima. Foto Nelosi