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Publicidad vandálica
El general Palomino, exhibió el pasado fin de semana un afiche con 48 fotos, de menores de edad en su gran mayoría, supuestamente miembros de un tal “cartel de los vándalos” que “causó los destrozos durante el paro agrario”.
Lisandro Duque Naranjo / Domingo 8 de septiembre de 2013
 

Primero la Policía había dicho que quienes armaron tropel estaban encapuchados, pero según ese afiche los muchachos tenían sus rostros descubiertos. Y además no se los veía “en acción” propiamente, sino por calles y carreteras, indignados al igual que miles de ciudadanos que durante esas fechas comenzaron a anticipar una primavera en este país que parecía condenado a un verano político extenuante.

Todavía recuerdo el debate nacional que hace como tres años motivó la iniciativa de la senadora Gilma Jiménez Niño, de publicar en grandes vallas los rostros de los exconvictos que habían cometido violencia sexual contra menores. Ese proyecto, con razón, fue rechazado por los ciudadanos, pues incitaba al linchamiento, esa manera salvaje de convertir a la multitud en asesina.

Es de esperar entonces que, sobre la vandálica publicidad de hace ocho días contra jóvenes –que se acompañó con ofertas de recompensas a quienes delataran a los fotografiados–, emitan sentencia los jueces. Porque no solo se violó el código del menor, en lo que al uso de imágenes se refiere, sino que, así se hubiera tratado de gente mayor, la ausencia de pruebas, o el tamaño de la presunta infracción, no permitía ese despliegue digno de grandes criminales.

De ese mosaico fotográfico, sin embargo, fueron excluidos ciertos tipos grandecitos ya que, protegidos por agentes del “orden”, fueron grabados in fraganti, por celulares, en el momento de quebrar a caucherazos ventanas de residencias particulares. En Boyacá, una campesina grabó a ninjas del Esmad que apedrearon su casa. Y les decía: “!Véanse esta noche en youtube!”. Cómo son de agradecidos los boyacenses para los juegos de palabras: se pusieron de ruana al país, le sacaron la leche al Gobierno, son muy buenas papas. Ví este grafiti en una pared bogotana: “Mi abuela me enseñó a luchar por la papa”.

Parece rota ya, ojalá para siempre, la hegemonía “noticiosa” de las grandes cadenas. Se las ve íngrimas en la mentira. Las cámaras sueltas por ahí son las que denuncian los abusos de la autoridad.

Ese relevo en la reportería, producto de una cultura digital masiva, parece estar siendo entendido ya por quienes gobiernan. Aquí y en Cafarnaún. De momento, el único procedimiento que se les ocurre para repelerlo es tirarles gases y chorros de agua a quienes esgrimen celulares. Pero es que son tántos, mejor dicho es todo el mundo. ¿Qué irán a hacer? Que viva la tecnología.

Los jóvenes se despabilaron, se han politizado. Y está equivocado el general Luis Eduardo Martínez, comandante de la policía de Bogotá, cuando dice que los malcriados son apenas los de “universidades públicas y colegios de bachillerato”, lugares que recomienda intervenir “para restituir el civismo, la urbanidad, los valores”, y demás boberías.

En cuanto a los campesinos, dejaron de ser esas figuras costumbristas que agachaban la cabeza para mirar su sombrero entre las manos. Ya no posan como para el “Angelus” de Millet, todos melancólicos. Ahora tienen una piedra del carajo. Y por supuesto no iban a hacer una huelga para exhibir sus cebollas, sus quesos, su café, en los bordes de las grandes vías, como si ofrecieran agricultura típica. Muy turística la cosa, según lo querían los de las emisoras. No, qué cuento.

Tomado de El Espectador