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Declaración Política del Décimo Festival Nacional de la Juventud
Bucaramanga, 4 de noviembre de 2013
Agencia Prensa Rural / Jueves 7 de noviembre de 2013
 

Con la alegría, la creatividad, la esperanza y el anhelo de fortalecer un movimiento juvenil que está llamado a superar la dispersión y la carencia de referentes, a través de la unidad, nos reunimos en la ciudad de Bucaramanga los días 2, 3 y 4 de noviembre jóvenes de todos los departamentos y regiones, de los más diversos sectores y expresiones sociales, estudiantiles, ambientalistas, de campesinos, trabajadores y barristas; del movimiento por la liberación sexual y de género, de expresiones culturales, artísticas y políticas, en este X Festival Nacional de la Juventud, en el cual se cumplen 30 años de este gran movimiento de festivales que, históricamente, han representado los anhelos de la juventud en la búsqueda de la paz con justicia social.
Esta vez, unidos y unidas por la paz a la medida de nuestros sueños, no como una simple consigna, sino como expresión del más profundo sueño transformador de los y las jóvenes en el país, entendemos que la idea de este Festival, es la idea de que hoy los y las jóvenes derrotamos la indiferencia y abrimos las puertas de la participación en política, como parte activa en las grandes transformaciones que se avizoran en Colombia. Construir y llenar de contenido las consignas de la soberanía, de la democracia y de la paz con justicia social; de la diversidad, la pluralidad y heterogenidad. La juventud colombiana comprende que puede enmarcarse en una lucha decidida sobre la base de estas perspectivas.

El momento político del país está atravesado por inmensas contradicciones al interior de los sectores en el poder. Por una parte, el Gobierno Nacional, en cabeza del presidente Juan Manuel Santos enfrenta una impopularidad de cerca del 70%, producto de su intento de consolidación del modelo de acumulación por despojo, en donde ha venido afianzando la idea de las llamdas locomotoras de la miseria, con especial énfasis en la minero-enerética, para la consolidación del modelo extractivista; así también, la implementación y profundización del modelo del libre comercio, frente a lo cual se vienen adelantando negociaciones de nuevos acuerdos de este tipo con países como Corea del Sur e Israel, así como el intento por revivir el ALCA, a través de la Alianza del Pacífico, todo esto, cuando ya son claros los nefastos efectos de estas políticas en el país. Dentro de ello, mantiene una lógica demagógica, en cuanto a la garantía de derechos sociales, en donde su política, continúa orientándose a buscar los caminos para privatizar lo poco que aún se mantiene como público, reflejo de ello es la profunda crisis de la salud y la educación colombianas. De igual forma, se perpetúa el discurso ambivalente frente a la paz, pues aún cuando se dialoga sobre esta, se mantiene intacto el presupuesto para la guerra, a su vez, que se robustecen las fuerzas militares y de policía, en el marco de una doctrina militar basada en la lógica del enemigo interno. Por otro lado, las ansias guerreristas del uribismo buscan, a toda costa, la vuelta al poder, con el fin de consolidar su modelo de estado confesional, desde la perspectiva neoliberal y mafiosa, que en ocho años de gobierno del expresidente Álvaro Uribe Vélez no se lograron consolidar. Su herramienta, en esta ocasión, es un continuo lanzamiento de dardos al proceso de paz.

A partir de ello, la situación de la juventud colombiana, continúa siendo cada vez más precaria, pues la posibilidad de construir un proyecto de vida digno, de desarrollar identidades culturales, urbanas y rurales propias enfrenta enormes dificultades. El derecho mismo a ser jóven se encuentra cercenado en las dificultades para acceder a la educación pública, al empleo digno y al sistema de seguridad social y pensiones, consecuencia directa de la implementación de un modelo en donde los y las jóvenes no somos más que mano de obra barata para las transnacionales y los monopolios nacionales, o pie de fuerza para engrosar las filas de las fuerzas militares. Por lo cual, seguimos rechanzando con ímpetu el servicio militar obligatorio, invitando a afianzar los procesos de objeción de conciencia.

En los últimos tiempos, brotan en el país vientos de cambio y, sabemos pues, que nos encontramos ante un auge de la movlización social y popular, con grandes hitos como el movimiento estudiantil a partir de 2011, a través de la Mesa Amplia Nacional Estudiantil, el movimiento indígena desde esa Minga que hoy recorre valles y montañas y, cómo no, el valiente movimiento campesino, que desde la Mesa de Interlocución y Acuerdo –MIA-, el Coordinador Nacional Agrario –CNA- y otras expresiones, nos llama a la más profunda unidad por la defensa del territorio y el rechazo al modelo agro-minero-industrial de la muerte y el saqueo, al que se ha sometido al campesinado colombiano. Es este un resurgir de la rebeldía popular que trae consigo, la rebeldía juvenil y que se manifiesta en el fortalecimiento de un gran movimiento por la defensa del espacio desde la perspectiva del territorio, producto de la indignación que despierta la exclusión política, la marginalidad y la represión, únicas respuestas dadas por un régimen político, a todas luces, obsoleto.

Los y las jóvenes del país rodeamos entonces la Mesa de Diálogos de La Habana entre las FARC-EP y el Gobierno de Colombia, como un escenario que responde al clamor nacional de una Salida Política al Conflicto Social y Armado, que encuentra en estas conversaciones una nueva aposibilidad para la reconciliación y la búsqueda de la paz, como lo representa también la eventual apertura de unos diálogos entre el ELN y el gobierno nacional. Ahora bien, los y las jóvenes reunidos y reunidas en este Festival, entendemos que no es posible ni deseable hablar de una paz a secas, de la paz de los sepulcros y el silenciamiento de los fusiles con la que sueñan los apologetas de la guerra, sino que es necesario hablar de paz, desde la justicia social, desde las verdaderas posibilidades de democratizar el país y de construir ésta, no solamente entre el Gobierno Nacional y las guerrillas, sino a partir de una participación activa de la sociedad civil que hoy exige un lugar en la mesa, además de un Cese al Fuego bilateral y un escenario democrático de refrendación de acuerdos, que encuentra en la posibilidad de una Asamblea Nacional Constituyente un escenario posible para ello, pero además, para avanzar en la construcción de un escenario de discusión política nacional deliberativo y participativo mucho más amplio.

La decisión de la paz no reposa, exclusivamente, en el Presidente de la República. Por tanto, rechazamos de manera vehemente el llamado referendo por la paz, impulsado de manera unilateral por el presidente Juan Manuel Santos, ante el Congreso de la República, el cual da carta blanca para que éste someta a consideración cualquier iniciativa que se le ocurra, de tajo antidemocrática, que no recoge el consenso de las mayorías, abiertamente inconsulto y que, de ninguna manera, impulsa los diálogos, sino que por el contrario, marca los ritmos del proceso de paz en función de su afán reeleccionista.

Decimos entonces que hoy Colombia se halla en un momento propicio para grandes cambios, impulsado por un pueblo que no aguanta más un régimen caduco, que representa los intereses de la oligarquía colombiana, sometiendo al pueblo a una crisis profundizadora de la criminalización, a la falta de reconocimiento de la territorialidad, a la ausencia de la participacion politica y a la vulneración de los derechos económicos colectivos y sociales; por lo que proponemos a la juventud colombiana articular y desarrollar un amplio, diverso e incluyente Movimiento Juvenil por la Paz con Justicia Social, la Solución Política y los Derechos Juveniles, que se impulse esta noción de paz como el componente por excelencia para la consecución de una vida digna, la participacion en una amplia logica que garantice la intervención directa sin mediaciones en la solución de sus más acuciantes problemas, la lucha por la educación como una bandera de dignificación y emancipación de nuestra condición de jóvenes y la desmilitarización como el aporte mas sentido a la finalizacion de la guerra.
En este sentido y como un impulso a este proposito de articulacion y lucha por la paz, desarrollaremos en esta etapa y con los aportes del X Festival Nacional, la hoja de ruta trazada para el desarrollo de iniciativas como la lucha por el desmonte del ESMAD, la Objeción de Conciencia al Servicio Militar Bbligatorio, la campaña por el trabajo digno, la campaña por la derogación de la ley 100 y su reforma, y la Marcha Nacional de Jóvenes por la Paz con Justicia Social, por los derechos juveniles, y de impulso de la Asamblea Nacional Constituyente, entendiendo que los y las jóvenes de Colombia somos poder constituyente y que Vamos avanzando hacia un movimiento juvenil por la paz con justicia social y la solución política al conflicto social y armado, con las más diversas iniciativas.

Los jóvenes colombianos nos sumamos a este gran torrente de transformación que hoy recorre el mundo entero y se asienta en América Latina con la esperanza de trastocar las fibras más sensibles del modelo, permitiéndonos avanzar en la construcción de un nuevo modo de vida. Por tanto, desde el X Festival Nacional, saludamos el Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes, que se realizará en la hermana ciudad de Quito-Ecuador, entre los días 7 y 13 de diciembre, disponiéndonos a partir de este momento a contar con una gran participación en este escenario como un grito de rebeldía juvenil y estudiantil contra el imperialismo, un grito de dignidad por la autodeterminación y la vida.