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Atlántico
La legalización del despojo en la parcelación el Tamarindo
Mary Berrío / Miércoles 20 de noviembre de 2013
 

El día 7 noviembre, desde las 8:15 de la mañana se le dio inicio a un oficio de desalojo ilegal de más de 26 familias en la parcelación El Tamarindo en el departamento del Atlántico. El Escuadrón Móvil Antidisturbios con más de 200 de sus efectivos, 30 policías Fucur, 6 carabineros y hasta 1 paracaidista de la Fuerza Aérea fueron la cuota "legal" de fuerza y violencia que arremetió contra la dignidad y humanidad de campesinos indefensos que por mas 15 años han ejercido posesión de de este territorio, la cuota “ilegal” la dieron más de 60 hombres de civil que con camisas blancas bastante distintivas, actitud amenazante y sus armas, quienes se autodenominaban como reclamantes oficiales de esta tierra ante la mirada esquiva de la Personería y de mas oficiales públicos que bastante permisivos legitimaban este oficio de abuso.

Madres llorando, niños corriendo, hombres con machete en mano, ancianos con sus enceres en los hombres, abuelas desoladas ante el despojo, mascotas perdidas y cultivos destrozados por la ambición, la rabia y esta absurda guerra contra los campesinos, fueron los capítulos que uno a uno se repitieron por más de 5 horas en todo lo alto y ancho de la parcelación El Tamarindo.

El saldo: cuatro campesinos heridos, uno de mayor gravedad por oficio del Esmad, las recalzadas y balas de goma alcanzaron a impactar a tres campesinos, 20 hectáreas de cultivo fueron arrasados por maquinaria contratada con recurso privado, 4 hogares fueron desalojados y de manera inmediata destruidos.

Esta vez el desalojo se tornó un tanto monótono pero constantemente violento, narrar lo que se vio es fuerte pero contarlo es deber. Así se ofician los desalojos en el Caribe, inicialmente el campesino o habitante del rancho es sacado de su hogar por voluntad propia o a la fuerza, se le exige tome sus pertenencias o bueno lo que alcance a sacar en solo minutos, luego la fuerza pública escolta a los hombres de “civil” que con machetes y martillos destroza tabla a tabla y teja a teja los hogares de gente pacífica que nada tienen que ver con la ambición de unos pocos. Los hombres de civil proceden a destruir a fuertes golpes los hogares y minutos después los convierten en polvo y pedazos de madera sin forma. Estos “tipos” arremeten como tsunamis o vendavales en la tranquilidad de los hogares de familias enteras que impotentes ven como se les va la vida y el esfuerzo de tantos años en tan solo unos minutos. No siendo suficiente con esto, retroescavadoras se acercan y arrancan de la tierra de manera paralela los cultivos de platano, yuca, ñame, papaya, auyama y arroz, al tiempo que convierten en ruinas y bultos de escombros lo que aun habitaba en esos hogares (esteras, almohadas, colchas, libretas, ropa).

Para nadie es un secreto que El Tamarindo está en el ojo crítico de los intereses de algunos apellidos de la ciudad desde que se mencionó abiertamente entre los planes del POT del distrito de Barranquilla que dicen que finalmente lo convertirían en un escenario más de ampliación de la Zona Franca y de proyectos de vivienda para otras personas, pero ello no les faculta a generar violaciones de derechos humanos y arremetidas tan violentas como las que se ofician desde hace más de 7 meses.

Es necesario difundir lo irregular de los sucesos que se adelantan allí, lo crudo y oscuro de los negocios criminales que optan por coartar cualquier posibilidad de defensa de la tierra y la soberanía de estos campesinos, las vergonzosas conexiones entre lo legal y lo ilegal trabajando en función de destruir y violentar a todo el que intente protestar en defensa por sus tierras, a todo el que se defienda, golpeándoles y atemorizándoles por encima de cualquier ley o derecho.

Los campesinos acampan en la oscuridad casi que a diario, somnolientos, preparan jugo y agua de panela esperando a que amanezca de nuevo para continuar en su lucha. Algunos dicen que ya no tienen frutas que cosechar, que sus animalitos fueron envenenados como represalia por no salir voluntariamente de esta tierra y que hasta les robaron las ollas de cocinar, pero siempre se las arreglan para hacer entre todos ollas comunitarias y que nadie permanezca con la barriga vacía y el hambre galopante y entre risas un niño de 15 dice “si nos quieren desalojar me tendrán que cargar a mi primero porque estoy bien gordito” y conjuntamente todos reímos porque en medio de el día y tanta violencia no se había logrado sonreír o estar tranquilos por unos cuantos minutos.

Y me tomo una pausa e ingenuamente les pregunto ¿Quiénes? ¿Quiénes les hacen esto? ¿Quiénes les envenenan a los animales y les roban sus enceres? Y es de voz de Marisol, una de las campesinas más guerreadas de esta tierra y desplazada por la violencia de la zona del Pacifico, de quien recibo respuesta, “De esos, de esos mismos, los mismos que nos quieren despojar de estas tierras, los mismos que nos visitan en motos armados, los mismos que no quieren que negociemos nuestra reubicación con la gobernación, los mismos que nos quieren ver de nuevo desplazados”. “Aquí no hay derecho pal” pobre, aquí el rico con armas manda, aquí el pobre es cadáver y mano de obra” “Aquí en este país ser campesino es delito”. En ese momento ella rompe en llanto porque recuerda que ya no tiene hogar, su casa fue la última despedazada de esa jornada y esta vez dormirá en casa de otro de los campesinos.

Una hora después se acerca uno más de los campesino y me dice “señorita, sabe una cosa, a nosotros acá nos pueden quitar hasta los zapatos, dejarnos desnudos, despojarnos hasta de nuestras huesos, pero jamás nos despojaran de nuestra dignidad, la dignidad es lo que a nosotros nos mantiene en pie ”y justo allí recuerdo esa frase que dice “hemos puesto en marcha nuestro corazón, seguirá en marcha la esperanza, para alcanzar en marcha la dignidad” la dignidad, la dignidad que se resiste al despojo, esa misma que le pierde miedo al miedo, a la violencia, a la criminalidad paramilitar, a las violaciones de derechos humanos, a los discursos de guerra que legalizan el despojo de tierras, a la desidia y la omisión de los medios locales de comunicación, a los que son bien pagados y a los mal pagados igual, a la barbarie de sangre por encima de derecho, la dignidad de ellos, la tuya, la mía y la nuestra, la dignidad que todos debemos defender, ya está más que claro que el despojo de tierras, se ha legalizado al punto que actores legales e ilegales del conflicto se pelean al mejor postor el cómo y el cuándo se ofician o no lo “desalojos legales” en distintos territorios de Colombia para darle así paso a la “competitividad comercial” del país, entregándole nuestro suelo a megaproyectos de apellidos influyentes nacionales o a multinacionales extrajeras que solo buscan escribir en dólares o euros el futuro de abuso y existencia de nuestros recursos naturales y hasta de nuestros campesinos, por ello es necesario alzar la voz, denunciar, informar y difundir lo que sucede en nuestro país así sean las balas las que nos persiga muy de cerca.

Es nuestra soberanía la defendemos, es nuestra dignidad la que está en Marcha.

Los lápices por ahora continuaran escribiendo..

¡Perdimos el miedo!