Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Es posible que por fin se esté llegando a donde se debe llegar para poder seguir adelante.
Esencia de la esencia
Las cifras son aterradoras: 250 billones de pesos han tenido como resultado eminente 250.000 muertos durante la guerra en Colombia
Alfredo Molano Bravo / Domingo 23 de febrero de 2014
 

La crisis desatada por la publicación de Semana no es gratuita ni efecto del azar. Francamente creo que fue craneada por el presidente Santos con ese frío pragmatismo que se le conoce debido a una razón simple: al ritmo que iban las cosas, su bandera, la paz, terminaría corriendo la suerte de los 4.000 muchachos que fueron dados de baja como guerrilleros y que el país aterrorizado conoció como “falsos positivos”.

Se podría seguir hablando de las manzanas podridas como casos excepcionales dentro de las filas de la fuerza pública, pero a juzgar por lo que se ha visto, quizá lo contrario sea la regla: las frutas sanas son la excepción. Santos decidió en buen momento permitir que una parte —muy pequeña, por cierto— de las investigaciones adelantadas por la Fiscalía fuera conocida por la opinión pública para quitarse de encima la presión de los militares en contra de todo acuerdo con las guerrillas diferente a la rendición incondicional, porque ¿se podría pensar que Semana hubiera publicado lo que publicó sin que el presidente lo conociera?

Por fuera, pero jugando, quedan los 5.000 audios o grabaciones de militares con militares y de estos con contratistas, funcionarios, políticos, magistrados, que comprometen muy seriamente la fe en la causa justa que alegan los uniformados defender con una guerra que ha costado en una década más de 250 billones de pesos.

Oyendo las conversaciones del coronel Róbinson González que enredaron al magistrado, al comandante de las Fuerzas Militares y a media docena de generales, cabe preguntarse: ¿De qué está hecha esa fe? Y más allá, ¿qué defiende Álvaro Uribe al defender esa causa? Más aún, al escuchar el consejo que le da el general Barrera al coronel González —“¡Hagan una mafia contra los fiscales, no sean huevones!”—, se entiende qué es lo que muchos oficiales esconden en el bolsillo al defender la justicia penal militar.

Santos —que no ha sido santo de mi devoción— está apostando fuerte. A pesar del songo sorongo —“No dejaré mancillar el nombre de nuestro Ejército”— y de la ambivalencia que se le conoce —“Si hoy vemos una oportunidad de paz es gracias a la contundencia de nuestras Fuerzas Militares”—, su último lance tira a debilitar ese poderoso cuerpo de la extrema derecha compuesto por el uribismo, las muchas manzanas podridas y el paramilitarismo, para tratar de sacar al otro lado la negociación con las guerrillas. Mucho trabajo le ha costado sostener la caña de su vocación por la gloria frente al explicable escepticismo de la izquierda, la esclerosis institucional y la violencia de los amigos del orden.
Si no juega la carta que está jugando, habría continuado secuestrado por, esa sí, la mafia que viene ganando guerras desde el gobierno de Belisario y que le ha costado al país más de 250.000 muertos. Las cifras son aterradoras: 250 billones de pesos han tenido como resultado eminente 250.000 muertos. ¿Se sabrá algún día cuánta de esa plata ha parado en los bolsillos de altos oficiales en defensa de lo que proclaman como causa justa?

* Tomado de El Espectador