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La paz es lo primero
Semanario Voz / Viernes 28 de marzo de 2014
 
Foto: Agencia Prensa Rural 10 años via photopin cc

Los hechos trágicos del conflicto de los últimos días están demostrando la necesidad de que en La Habana se pacte una tregua o cese de fuegos bilateral, con el agregado de acuerdos humanitarios en el marco de la aplicación del derecho internacional humanitario, que disminuyan la intensidad del conflicto.

El Gobierno Nacional, presionado por la cúpula militar y la extrema derecha, continúa con la errada táctica de dialogar en medio del conflicto. Cree que así podrá debilitar a la guerrilla y conseguir su entrega y desmovilización. Es un manido procedimiento, primero vencerla y luego negociar con ella su entrega, doctrina cuya paternidad algunos se la atribuyen al ex presidente Alfonso López Michelsen, aunque este, pocos meses antes de fallecer, aclaró que lo había dicho para el caso de los narcotraficantes y no de la insurgencia a la que le reconocía la naturaleza política y el origen social.

Sea lo que sea, dicha táctica de la burguesía colombiana, negada a los cambios políticos, sociales y económicos que originaron el largo conflicto, fracasó históricamente. Nunca el Estado logró aplastar a la fuerza insurgente y jamás estuvo cerca la victoria de los militares. El conflicto se prolongó de manera indefinida, en medio de crudas tragedias y de un horrible nivel de degradación, cuya principal responsabilidad la tiene el Estado porque su criatura paramilitar hizo célebre la motosierra para despedazar a las víctimas.

El problema es que el poder dominante no aprende de la historia y de sus realidades concretas. Andrés Pastrana aceptó los diálogos del Caguán en medio de llamados a la “paz negociada”, pero al tiempo puso en marcha el Plan Colombia, impuesto por el imperialismo yanqui, para someter y derrotar a la insurgencia. Primero se desinfló el plan intervencionista, hasta el punto que en la actualidad ya casi nadie se acuerda de que existe.

Con la administración de Juan Manuel Santos, después del fracaso de la “seguridad democrática” uribista, está ocurriendo lo mismo. Luego de las negociaciones secretas, inició el diálogo público en La Habana con las FARC-EP, bajo el rigor de un acuerdo marco que incluye la agenda de seis puntos, que el gobierno desconoce porque soslaya el preámbulo, al que considera un adorno. Pero a la vez, para tranquilizar a los generales, que no lograron ganar la guerra en el campo de batalla, y a su predecesor el siniestro Álvaro Uribe Vélez, incluyó en el mismo acuerdo, que desconoce, que se dialogará en medio de la guerra.

El resultado está a la vista. Lo mismo de siempre. Cuando se presentan los actos de guerra de la insurgencia viene la descalificación del proceso de paz y los llamados a la guerra. La única manera de evitar que estas situaciones alteren la mesa de diálogo y el buen ambiente favorable a la paz, reconocido en todas las encuestas, es bajando la intensidad del conflicto armado. Solo es posible con un cese de fuegos bilateral y con veeduría internacional.

Entre tanto, la campaña electoral presidencial debe ser el escenario del debate político sobre la paz y el compromiso de los candidatos con ella. Hasta los uribistas se proclaman partidarios de la paz. De ser así bien valdría la pena que todos los candidatos presidenciales, sin excepción, suscribieran un pacto por la paz, con el compromiso de que el vencedor respetará los acuerdos hasta ahora logrados en La Habana y continuará los diálogos, como lo han anunciado algunos de ellos. El presidente Santos, aspirante a la reelección, hace la campaña con la divisa de la paz, aunque con tumbos, vacilaciones y concesiones a sus enemigos dentro y fuera del Gobierno.

La tarea para la izquierda es avanzar en dirección al frente amplio por la paz, respaldar el proceso de La Habana y exigir la apertura de diálogos con el ELN y el EPL, respaldar la convocatoria a la asamblea nacional constituyente y promover la amplia participación social y popular en las luchas que están en marcha, con el anuncio del Paro Nacional Aprobado en la Cumbre Agraria, Étnica y Popular.