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¿Qué pasa con el CICR en Colombia? (Y preguntas sobre la recompensa de 20 millones de dólares)
Luis Alberto Matta / Viernes 18 de julio de 2008
 

En el verano de 1996, durante la feroz represión militar contra las marchas de los campesinos cocaleros en el Magdalena Medio, el accidente de un auto protegido por emblemas de la Cruz Roja dejó al descubierto su carga: hombres encapuchados y cinco contenedores cargados con armas y gases lacrimógenos. A través de la prensa, el mundo fue testigo del abuso de un emblema que significa neutralidad e intención humanitaria.

Los cultivadores y raspachines de coca reclamaban reforma agraria e incentivos a la economía campesina de subsistencia. El gobierno de Ernesto Samper dejó que la cúpula militar se hiciera cargo de la respuesta. Luego de varias decenas de campesinos asesinados y desaparecidos, y las consabidas negociaciones, el gobierno logró que los labriegos regresaran al monte, y principalmente, que el suceso de los emblemas pasara al olvido.

También son muchos los casos en que las partes en conflicto, estado e insurgencia, han cometido actos de perfidia en Colombia. Pero lo extraño es que sólo se denuncia y se le da despliegue a los hechos de los que son responsables los levantados en armas.

Lo sorprendente es que de este juego mediático también participa directa o indirectamente el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), justamente cuando guarda silencio, luego de que los medios informativos del régimen arman el sesgo y la alharaca.

Ha habido numerosos casos en que los vehículos del CICR han sido detenidos en retenes militares y sometidos a requisas. Un ejemplo: el 27 de septiembre de 2001, en Albania, departamento del Caquetá, el ejército fustigó gravemente un vehículo del CICR, mientras el militar al mando señalaba a dos campesinos que eran transportados en su interior como lideres guerrilleros. Uno de los labriegos iba herido, luego de la represión militar contra la protesta campesina que se había adelantado en horas de la mañana.

Pese al grave suceso, no hubo denuncia. Por el contrario, la “ONG” del ejército, Acospaz, publicó en su portal de internet una información en la que afirma que una columna de guerrilleros usó un vehículo del CICR. Silencio absoluto en Bogotá y Ginebra.

Conozco personas del CICR, y no puedo negar que recibí atención de esta entidad en 1997, cuando asumía como consejero de paz del Valle del Cauca en nombre de la Unión Patriótica. En esta organización hay gente honesta, pero no puedo pasar por alto que algo extraño está sucediendo en el CICR en Colombia, especialmente durante el segundo periodo de gobierno de Álvaro Uribe.

La gota que colma el vaso acaba de suceder. Ocurrió durante la operación en la que los dos desertores de las FARC entregaron a un numeroso grupo de cautivos, entre ellos los tres mercenarios estadounidenses y la ex candidata presidencial Íngrid Betancourt. En dicha operación el ejército usó emblemas del CICR y de la televisión independiente Telesur para engañar al resto de guerrilleros que custodiaban a los prisioneros.

Seguramente César y Enrique, los dos desertores, ya habían convencido a la tropa guerrillera de que la misión estaba encabezada por el CICR, y que les acompañaba una delegación de la televisora venezolana.

El espectáculo posterior a la puesta en escena de esta operación generó muchas dudas. Intempestivamente y sin venir a cuento, Uribe le insistió al general Montoya (criminal de guerra luego de las matanzas en la comuna 13 de Medellín), que hablara de los emblemas utilizados en el rescate. Enseguida, cuando Íngrid Betancourt interviene, y sin que nadie le estuviera preguntando a ella sobre ese tema, y posterior a un malicioso cruce de miradas con Juan Manuel Santos (ministro de Defensa), comenzó a dar explicaciones sobre los logos y emblemas que portaban los militares que acudieron a recogerlos… “¿Qué es esto, qué logos más extraños, qué comisión es esta?”, dijo Ingrid muy emocionada, aduciendo que estas fueron sus primeras expresiones de júbilo, cuando vio al helicóptero.

Mentirosa y ladina por naturaleza, Íngrid Betancourt despertó muchas dudas con sus palabras, porque tratando de proteger la espalda de Uribe y su gobierno, soltó comentarios que nadie le preguntaba, como tratando de adelantarse a los hechos. A todas estas, ¿por qué será que en estos días la señora Betancourt guarda un cómplice silencio?

Si bien todos deseamos que haya libertad para quienes están retenidos por culpa del conflicto colombiano, incluyendo a Íngrid que ya la logró, a muchos nos molesta que los últimos sucesos no contribuyan a la paz, sino más bien al envalentonamiento de los guerreristas que abogan por la salida militar, y contra las salidas políticas enmarcadas en la justicia social.

La burbuja mediática ignora la situación de los 30 mil secuestrados-desaparecidos. Nadie se refiere a los insurgentes que se pudren en las mazmorras, tampoco a Simón Trinidad y sus compañeros hoy juzgados por una potencia extranjera, en abierta violación a la soberanía de Colombia. Casi nadie habla de la necesidad de una salida política para alcanzar la paz, como si una oleada de estupidez se hubiera apoderado del mundo.

Maria dos Anjos Gussing, del CICR

Y para colmo de males, el CICR muy orondo anuncia que no desea polemizar alrededor del uso indebido de sus símbolos por parte de las tropas del gobierno colombiano. Seguramente, para la señora Anjos Gussing de Suiza, que concedió una entrevista ridícula y elusiva, este es un caso de importancia menor.

O sea que el CICR no acudirá a un tribunal de justicia. Y todo el mundo se pasará por la faja las reglas del derecho internacional humanitario, que claramente señalan que el uso indebido de símbolos humanitarios de carácter internacional puede y debe ser sancionado en tribunales internacionales. Perfidia, creo que se llama. Pero que vamos hacer, si por estos días abundan la impunidad y la amnesia.

¿Que pasa con el CICR en Colombia? ¿Será que así pretende ser actor neutral en Colombia? ¿O será que alguno de sus delegados en Bogotá está compitiendo con la OEA y la Iglesia, para ver quien es más uribista?

Por último, otro par de preguntas: ¿A los desertores los van a extraditar? ¿Cómo se va a saldar el asunto de la recompensa? ¿Será que Juan Manuel Santos y el gobierno de Uribe le van a “hacer conejo” a los dos desertores con los 20 millones de dólares? En otras palabras, ¿los van a robar? Ahí está pintado el gobierno narcoparamilitar de Uribe. Y de paso, ahí están pintados Juan Manuel Santos e Íngrid Betancourt.