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Debate
Lo que viene ahora: guerra o paz; más autoritarismo o apertura democrática
Luis Alfonso Mena S. / Lunes 26 de mayo de 2014
 

La extrema derecha colombiana confirmó este domingo 25 de mayo el zarpazo que había iniciado con los resultados del pasado 9 de marzo en los comicios parlamentarios, en los que uribistas y conservadores obtuvieron una alta representación en el Congreso y configuraron lo que denominamos en aquella ocasión un país derechizado.

En la primera vuelta presidencial, Óscar Iván Zuluaga, es decir Álvaro Uribe en cuerpo ajeno, y Martha Lucía Ramírez, quienes rechazan el proceso de diálogo de La Habana entre las Farc-EP y el Gobierno Nacional, alcanzaron el 44,83% del total de la votación, caracterizada de todas formas por una muy elevada abstención del 60%.

La Unidad Nacional del presidente candidato Juan Manuel Santos (Partido de la U, Partido Liberal y Cambio Radical) estuvo por debajo de Zuluaga en algo más de 465.000 votos, esto es el 3,63% menos.

Sin duda, en departamentos de altos niveles de lucha durante los paros agrarios del año 2013 (como Huila, Tolima, Boyacá, Caquetá y Santanderes) hubo un castigo para la votación de Santos.

La izquierda, representada en la alianza del Polo Democrático y la Unión Patriótica, creció sustancialmente en esta oportunidad si se compara su participación con la realizada en las elecciones de Congreso, pues este domingo llegó casi a los dos millones de votos, a un muy escaso margen de la tercera posición, que ocupó la conservadora Martha Lucía Ramírez.

Clara López dio un gran salto con la llegada de Aída Avella y la Unión Patriótica a la campaña del Polo Democrático y triplicó la votación con relación a la obtenida por el PDA para el Senado el 9 de marzo, que fue de 541.000, frente a 1.956.000 de ayer.

En el Valle del Cauca, la dupla López-Avella ganó en el municipio de Florida, fue segunda en Cali, Buenaventura, Palmira, Yumbo y Candelaria, y tercera en Jamundí, esto es, varios de los más importantes municipios del departamento, en el que su votación general fue la segunda, después de la de Santos.

Peñalosa a duras penas superó el millón de votos, como consecuencia de una campaña sin propuestas diferenciadoras. El voto en blanco creció y se ubicó en el 6%.

El mapa final de los comicios muestra una periferia (costas Atlántica y Pacífica y sur del país) con mayoría del santismo, en tanto que el centro y el oriente deja ganando al uribismo (Zuluaga). Una evidente polarización entre la derecha y la extrema derecha, característica de todo el proceso político del presente año. (Ver el mapa anexo).

Lo que viene

Sin la menor duda, lo que sigue ahora es el desarrollo de esa polarización registrada en la última fase de la campaña, en el fondo de la cual están el futuro de los acuerdos de paz a los que se pueda llegar en La Habana y, además, la posibilidad de una apertura democrática.

El uribismo es abiertamente enemigo del proceso de paz en marcha, es partidario de clausurar los diálogos y de la prolongación de una guerra que ha desangrado al país a lo largo de más de 60 años.

Zuluaga es simplemente el alto parlante del nefasto ex presidente Álvaro Uribe, acompañado de una amplia gama de elementos de la extrema derecha militarista y proclive al paramilitarismo.

Santos hizo parte del gobierno de Uribe, compartió hasta el inicio de su mandato en 2010 sus estrategias de la llamada seguridad democrática, fue artífice también de los criminales falsos positivos, pero, sin embargo, apostó por el diálogo con las Farc-EP y la apertura de un proceso de paz, al tiempo que recompuso las relaciones con la República Bolivariana de Venezuela.

Es claro que de retornar el uribismo recalcitrante y guerrerista al Gobierno, se desmoronaría el proceso de paz y se daría al traste con todo lo alcanzado hasta hoy en los diálogos de La Habana, donde ha habido avances sustanciales en tres de los cinco puntos fundamentales de la agenda de conversaciones.

Lo anterior pone a las fuerzas sociales y políticas de izquierda ante la contradictoria y paradójica circunstancia de decidir entre mantenerse al margen de la campaña de la segunda vuelta presidencial, o participar en ella, como ya lo definió un sector del petrismo, en respaldo de Santos, quien garantizaría la continuidad de los diálogos por la paz, pero frente al cual las fuerzas alternativas tienen enormes cuestionamientos, no solo por lo que hizo durante el gobierno de Uribe, sino por su falta de solución a las exigencias de campesinos y sectores populares en las intensas luchas sociales de 2013.

Además, sus políticas sociales y económicas han recibido los mayores rechazos y movilizaciones de repudio a lo largo de los últimos años. En el Polo Democrático y otras fuerzas seguramente se librará un debate muy crítico, pues hay allí sectores abiertamente contrarios a cualquier acuerdo con el santismo, así sea con base en un acuerdo programático que, de verdad, arrebate reivindicaciones de fondo al Gobierno.

¿Alianzas?

Lo más seguro es que la mayor parte del caudal del Partido Conservador que respaldó a Martha Lucía Ramírez, uribista de vieja data, ex ministra de Defensa servil del militarismo gringo y goda por convicción, vaya dar a las huestes del ‘Zorrillo’.

Entre tanto, de la posición de Peñalosa, siempre ambivalente, y de la de muchos de sus seguidores, que le apuestan a la “antipolítica” de todos los colores, no hay seguridad, aunque podría pensarse que son más afines a las posturas del presidente candidato.

Ayer mismo, Santos hizo un llamado a Martha Lucía Ramírez, a Clara López y a Enrique Peñalosa para que lo acompañen. “La segunda vuelta será entre quienes quieren el fin de la guerra y los que quieren una guerra sin fin”, dijo el Presidente ante un auditorio que gritaba “sí se puede, sí se puede” y frene al cual remató afirmando: “Vamos a escoger entre el miedo y la esperanza, entre los que quieren guerra con los vecinos, y los que preferimos buenas relaciones”.

Y añadió: “Los convoco a que se unan por esta cruzada por la paz, les digo desde aquí con afecto y reconocimiento: ustedes han hecho propuestas muy importantes que podemos hacer reales en cuatro años. Les pido que nos acompañen en la lucha contra la pobreza, contra la guerra, contra el pesimismo. Convoco a todos los colombianos a la unidad para la paz”.

Mientras tanto, Zuluaga, en una intervención que parecía más una alocución presidencial que la intervención de un candidato ganador solo de una etapa de la campaña, volvió a atacar el proceso de diálogo, y guardó silencio sobre su conspiración contra la paz en connivencia con el ciberespía Andrés Sepúlveda.

El pueblo colombiano enfrenta hoy la amenaza del regreso en mayor escala de los crímenes de Estado, de más persecución contra la oposición, de más falsos positivos y más aislamiento internacional, a todo lo cual está dispuesto el candidato Zuluaga, movido por los hilos de Uribe. Pero además, se enfrenta también al retorno del autoritarismo más agudo y antidemocrático liderado por el hombre de la “Z”.

Así, las fuerzas alternativas se encuentran ante definiciones sustanciales que requerirán del mayor nivel de escrutinio y de identificación científica del momento histórico, en el que está en juego el futuro de la paz, amenazada por los guerreristas. El debate en la izquierda y en el campo social se inicia hoy mismo, y urge de serenidad, altura y madurez.

La experiencia de la izquierda francesa en 2002, cuando tuvo que decidir entre la derecha de Jacques Chirac y la ultraderecha de Jean-Mari Le Pen, se asoma en este 2014 para la izquierda y las fuerzas alternativas colombianas.