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Estamos Cambiando el Oxígeno por el Oro: Poder Constituyente del Vaupés
Carlos Alberto Jiménez / Martes 1ro de julio de 2014
 

El departamento del Vaupés pareciera otro país; uno olvidado por el gobierno central

Allí entre el abandono, la decidía y la cultura de la mendicidad a la que el gobierno de Bogotá tiene sometido a los habitantes ancestrales de nuestra nación, existe aún la alegría de su gente y las ganas de vivir y vivir en paz con justicia social.

El 20 y 21 de junio de 2014 en la capital del departamento, Mitú, en coordinación entre el equipo nacional de constituyentes por la paz con justicia social, MUCAPOC (Mesa de Unidad Cívico Agraria y Popular del Oriente Colombiano) y DHOC (Fundación para la Defensa de los Derechos Humanos y el Derecho Internacional Humanitario del Oriente y Centro colombiano) se llevó a cabo el primer taller de socialilización de constituyentes por la paz con justicia social; esto en el marco del Foro Permanente por la Paz con Justicia Social del Vaupés, que tiene presencia no solo en Mitú, sino también en varios corregimientos y asentamientos del departamento, como Taraira y Apaporis, entre otros.

Una voz común se escuchó en los talleres y en las mesas de trabajo: el abandono estatal, la corrupción de las administraciones y la disonancia entre la realidad del departamento, las comunidades indígenas que allí habitan y las políticas del gobierno central que desde Bogotá disponen y que nada tienen que ver con la realidad departamental y que contrario a sus “buenas” intenciones terminan siendo nefastas para la población local; por desconocer no solo la realidad concreta sino las tradiciones ancestrales, las cosmovisiones, las tradiciones y hasta el contexto geográfico.

Por ejemplo la tan sonada locomotora minero - energética que de manera rimbombante anuncia el gobierno central desde Bogotá, en el Vaupés pareciera más la maquinaria de la muerte al servicio de las multinacionales y en contra de la vida de los habitantes de esta región, tanto colonos como indígenas y sus formas de vida. Esto sin mencionar el terrible e irreparable daño medioambiental que hasta el momento está generando la minería a gran escala en suelo selvático: “Estamos cambiando el oxígeno por el oro”; es el lamento de los pobladores, sin mencionar la problemática causada por la explotación irracional de otros minerales de “importancia estratégica para la nación”, como justifica el gobierno colombiano.

A lo anterior debemos sumarle el desplazamiento forzado masivo de los habitantes de este territorio tanto colonos como indígenas; pues resulta que ahora la selva tiene dueño y este dueño son las multinacionales que se presentan a una licitación amañada con el gobierno colombiano, como si la dignidad humana y los derechos de los pueblos fuesen cosas desechables y de importancia mínima frente al capital extranjero.

Creería yo que estamos retrocediendo en el tiempo a la era del United Fruit Company y del contexto que llevó a la masacre en las bananeras. Uno de los detonantes del conflicto social, político y armado en Colombia.

Y si bien; el bien colectivo debe primar siempre sobre el bien individual; lo que vemos en el Vaupés es una perversión de este principio constitucional colombiano; porque pareciera que lo que prima en las locomotoras minero-energéticas del gobierno colombiano, fuera el bien común del capital transnacional y no el bienestar del pueblo colombiano y en este caso de la humanidad; pues la selva del Vaupés hace parte de uno de los últimos pulmones que le quedan al planeta y no creo que nos podamos sentar a respirar oro, o inversión extranjera, o billetes y monedas o cifras mentirosas de crecimiento económico en televisión.

Todo lo anterior sin mencionar que en Mitú, capital del Vaupés los servicios públicos domiciliarios son cuando menos deficientes, en una semana durante la cual REMA-ACPP estuvo allí, no pasó nunca el servicio de recolección de basuras, el servicio de energía eléctrica después de más o menos 40 años de inversiones millonarias existe únicamente en el centro de la capital, es decir donde llegan los turistas y el servicio de agua potable; palabras más, palabras menos no existe y las carreteras aunque sea para comunicar las comunidades cercanas a Mitú son una ilusión; tanto así que para ir a Monford una población fundada por los curas monfortianos a escasos 120 kms de Mitú, solo se puede llegar en un vuelo chárter que cuesta alrededor de 1.2 millones de pesos y a pesar que esta comunidad es una comunidad educativa donde los colombianos de la región se forman académicamente. Allí no hay servicio eléctrico, no hay servicios sanitarios de ningún tipo. Es decir que se está estudiando cómo se hacía en la selva en el siglo XIX.

Pero siempre hay flores entre la basura…

En los últimos años y gracias al trabajo de organizaciones sociales, como las mencionadas arriba en este artículo, la comunidad se despierta y organiza; se hace participe y hace sentir su voz, su voto y su decisión en espacios de organizativos (que no son muy bien vistos por el gobierno central, ni por los organismos de seguridad estatales), comprenden que el poder reside en el pueblo y que el poder constituyente surge de las bases y no de las elites ni de los doctores y menos desde Bogotá.

Aunque embrionario este es un maravilloso ejemplo para el resto de las comunidades colombianas en condiciones similares que abundan a lo largo y ancho del territorio nacional, del cómo el mismo pueblo construye y organiza su poder.