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La “puta guerra” en el Meridiano 74
Yezid Arteta Dávila / Martes 15 de julio de 2014
 

Uno de los peores enemigos con los que tiene que luchar un combatiente es la lluvia. Se marcha con el lodo a la rodilla. La ropa de fatiga permanece empapada. La leña está filtrada por el agua. Los centinelas, como gallinas mojadas, soportan las ráfagas de lluvia. Los hongos cuartean los pies. Los fusiles de asalto piden más trapo y aceite.

“La mejor manera de vencer al enemigo es, en principio, matarlo”, reflexionaba un general de la Primera Guerra Mundial. Esta especie de aforismo se practica a plenitud en el meridiano 74 desde que la política, en ese lugar del globo que se llama Colombia, se redujo a la espeluznante ecuación de “amigo” o “enemigo”.

En resumidas cuentas una “puta guerra” no es más que una letal combinación de sufrimiento y muerte. Todo lo demás es demagogia y literatura. En Colombia llueve casi todo el año y se mata durante todo el año. Así ocurre la existencia para una parte de colombianos y colombianas que habitan en las regiones donde las bocas de fuego jamás se han silenciado. Unos como combatientes y otros como civiles, testigos de la matanza. Vapuleados por la lluvia.

Quien lo vive es quien lo goza, dicen los barranquilleros acerca de su carnaval. Quien vive o vivió una guerra en primera persona es quien realmente puede comprender el tamaño del sufrimiento y la muerte. Esto explica en gran parte la indiferencia de la mayoría de la población colombiana por el dilema que nos ocupa por estos días: guerra o paz. No la viven y por tanto no la sienten. No les interesa.

“Mi padre, con treinta kilos menos, había perdido su hermoso pelo negro y rizado, que tanto había seducido a mi madre”. Esto lo ha podido escribir la hija de un oficial de la policía que fue hecho prisionero por las FARC y años después liberado. Sin embargo la frase es de Jacques Tardi, el acreditado historietista francés, cuyo padre fue prisionero de los alemanes por espacio de cinco años durante la Segunda Guerra Mundial.

“Hacia un frío de cojones. Con hambre canina esperábamos el rancho, que en el mejor de los casos nos llegaba embarrado”. Puede que esto sea el fragmento del diario de una guerrillera que cayó en manos de un coronel del ejército colombiano después de un asalto. No. Es Jacques Tardi, de nuevo, contando las penalidades y las heridas que vivió su abuelo en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

“Puta Guerra”, “La Guerra de las Trincheras” y “Yo, René Tardi, prisionero de guerra en Stalag II-B”, componen – en mi condición de lector - la trilogía más completa sobre las vicisitudes que vivieron millones de combatientes. El trauma que significó para miles de hombres que pasaron su juventud matando y viendo morir. Los comics de Tardi están lejos de la literatura panfletaria o heroica que pretende mostrar, a base de distorsiones o conveniencias políticas, que las guerras no son más que la lucha de los “buenos” contra los “malos”.

Cada viñeta de Tardi, corresponde a un resuelto y minucioso trabajo historiográfico que adelantó con la ayuda de su esposa y sus hijos, y complementado con los relatos orales, escritos y gráficos que hicieron su abuelo y su padre. Una creación familiar. Domestica. Entrañable.

Luego de leer “¡Descansen Armas!” – libro antibelicista que publiqué recientemente – mi amiga Pame quedó con el deseo de conocer más detalles sobre la vida misma de los rebeldes. Pame es una politóloga de nueva generación que se interesa por escudriñar la condición humana de los que van echando tiros. Le dije que mi interés era, por ahora, el de exponer en el ensayo las razones por las cuales Hemingway, Remarque, Orwell, Dos Pasos, Simon, Malraux, Steinbeck, Tolstoi, Stendhal y otros escritores que hicieron la guerra, luego se volvieron en contra de ella.

Nadie quería perderse el mundial de futbol. Los negociadores del gobierno y la guerrilla tampoco y menos con una estupenda selección Colombia. Terminado el mundial las conversaciones se reanudan bajo el sofocante clima de La Habana. El tema de las víctimas. Las víctimas de la guerra.

Quienes han conseguido vivir del tema de las víctimas, a pesar de que nunca lo han sido, se frotan las manos. Es la hora del espectáculo y han repasado los diálogos, los gestos y el vestuario. La finalidad es conseguir el llanto del público. Puro teatro. Quisieran emular al teatro del oprimido. Mientras, las víctimas, continúan a la intemperie soportando los ramalazos de la lluvia.

Por estos días las librerías europeas están colmadas de libros sobre la Primera Guerra Mundial. Ensayos, novelas, poesía, historia, crónicas, reportajes, etcétera. Son 100 años de la Primera Catástrofe. Entre la maraña de escritos he elegido a los comics del dibujante Jacques Tardi.

El año pasado a Tardi le fue otorgada la Legión de Honor -máxima orden que otorga Francia – y la rechazó con estas palabras: “no quiero recibir nada, ni del poder actual ni de ningún otro poder político cualquiera que este sea.”