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Academia y comercio justo: universidades que consumen responsablemente…
Marco Coscione / Jueves 21 de agosto de 2014
 

A lo largo de todo el continente latinoamericano, muchas universidades ofrecen cursos, másteres y diplomados en desarrollo rural o hasta de economía solidaria y comercio justo. Sin embargo, a la hora de pasar a los hechos, prácticamente ninguna tiene una política de suministros o adquisiciones verdaderamente solidaria y estrechamente ligada a los procesos endógenos de desarrollo rural o bien vivir comunitario de los pequeños productores organizados. Las enseñanzas de los profesores, que nos hablan de apoyo a la agricultura familiar para reducir las desigualdades entre las zonas rurales y las zonas urbanas, no están acompañadas por un compromiso institucional real con el comercio justo y solidario entre el campo y la ciudad, entre los productores y los consumidores.

A diferencia de otros continentes como Europa, en América Latina las prácticas de consumo responsable en las ciudades son aún muy incipientes; por el contrario, los pequeños productores agropecuarios, los que menos acceso tienen a los mercados (sean locales, nacionales o internacionales) presentan experiencias de asociatividad rural y de organización comunitaria mucho más desarrolladas. En los procesos de comercio justo, por tanto, lo que falta profundamente en el continente es el anillo de los consumidores responsables y comprometidos con los pequeños productores nacionales.

Una de las prácticas de consumo solidario que más se ha desarrollado en otros continentes es el llamado “consumo institucional” que depende de las políticas internas de las instituciones, entidades o empresas, más que de la elección individual del consumidor. Del 19 septiembre de 1991 fue el Informe de la Comisión de Desarrollo y Cooperación Parlamento europeo: “Sobre la posibilidad de convertir el consumo de café en el seno de las instituciones comunitarias es una actividad de apoyo a los pequeños productores de café en el Tercer Mundo”, con el cual se presentaba al interior del Parlamento Europeo la exitosa experiencia holandesa del café Max Havelaar (primer antecedente de la certificación Fairtrade International). Con la “Resolución sobre el consumo de café como actividad de apoyo a los pequeños productores de café en al Tercer Mundo y la introducción de este café en el seno de las instituciones comunitarias”, el Parlamento Europeo decidió, «siguiendo el modelo del Parlamento Neerlandés, utilizar a partir del 1 de enero de 1992 exclusivamente café de marca de calidad controlada Max Havelaar en sus dependencias y hace un llamamiento a las demás instituciones de la Comunidad para que adopten la misma decisión».

Universidades, administraciones públicas, empresas, organizaciones sociales se han sumado gradualmente a este tipo de consumo entendiendo que no solamente están favoreciendo un nuevo canal de comercialización a los pequeños productores, sino que también están fomentando un proceso de sensibilización y concientización profundo entre los profesores, estudiantes, empleados, funcionarios y sus familias. En este sentido, ¿Quién mejor que las universidades puede jugar este doble rol de consumidor responsable y comprometido con el desarrollo rural y, al mismo tiempo, punto de partida para un proceso de educación que subraya la interdependencia entre los productores del campo y los consumidores de las ciudades?

En las grandes ciudades y capitales del continente, como Bogotá, este tipo de relaciones está toda por construir. Sin embargo, acaba de abrirse un espacio interesante: la Corporación Universitaria Minuto de Dios – UNIMINUTO, ha decidido empezar a construir una relación directa con la Cooperativa del Sur del Cauca (Cosurca), cooperativa de segundo grado del Macizo Colombiano, Centro y Sur del Departamento del Cauca, actualmente integrada por once organizaciones gremiales campesinas, indígenas y afros, y tres entes territoriales. Esta cooperación no solo permite a la Uniminuto consumir en sus oficinas y establecimientos café de pequeños productores de comercio justo (piensen en cuanto café se consume en sus instituciones y preguntase si de verdad saben de dónde viene, quién y cómo lo produce), sino que también permitirá desarrollar vínculos académicos y de investigación para acercar profesores, investigadores y estudiantes de diferentes carreras a los procesos productivos, comerciales y de desarrollo de realidades agrícolas que aún sufren múltiples fallas de reconocimiento.

Según René Ausecha Chaux de COSURCA, esta relación representa «una oportunidad para acercarse a una realidad concreta, gracias al consumo consciente de café proveniente de diferentes rincones con riqueza ambiental y cultural que hasta ahora no ha sido tenida en cuenta para construir relaciones solidarias, especialmente con el campesinado que allí habita y cultiva; de igual modo es una oportunidad para materializar procesos de investigación académica y de cooperación directa con territorios, comunidades y organizaciones que como la nuestra reclaman atención, visibilidad, solidaridad, frente a tanta indiferencia; este acuerdo entre UNIMINUTO y COSURCA es la senda para un nuevo escenario en la perspectiva de un comercio con justicia».

Con esta nueva relación, la UNIMINUTO profundiza sus acciones concretas en el ámbito de la economía solidaria, comercio justo y consumo responsable: además de la ya reconocida “Feria Agroecológica y Trueque” y de los programas de la Escuela de Economía Solidaria, Agroecología, Gerencia Social y del Centro de Educación para el Desarrollo, se da inicio por primera vez en Bogotá a una política institucional de adquisiciones de café dirigida a beneficiar pequeños productores organizados de comercio justo. Raquel Oses, Directora de la Escuela, considera esta relación un paso adelante muy importante y que muchas universidades deberían considerar: «porque la academia necesita pasar del dicho al hecho, mostrando en la acción cotidiana, a sus comunidades sujetos de acción, que es posible construir país desde y con la base, que la paz y el desarrollo se trabaja en la acción diaria dando oportunidades a los pequeños, que la asociatividad cada vez recobra mayor importancia porque logra mayores impactos y potencia recursos para beneficio de la sociedad. De tal manera se rescata la razón del accionar de la sociedad, en donde tener es un medio para ser y no la razón de ser. Además, en el gana–gana entre academia y pequeños productores, también vale la pena rescatar la posibilidad de fortalecer los procesos académicos en el encuentro y ayuda mutua entre academia y comunidades de productores en procesos de investigación y proyección social».

Esperemos que muchas otras relaciones como ésta puedan desarrollarse pronto. El rol de las universidades es fundamental para que también en el Sur se desarrollen estrechos vínculos de comercio justo.