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Los caminos de la duda
Las “capitulaciones” del uribismo
En la medida en que avanzan las discusiones crece la desesperación del latifundismo y de los sectores militaristas que consideran que los preacuerdos ponen en riesgo sus privilegios y su modo violento de acumulación y dominación.
Alfonso Conde Cotes / Miércoles 29 de octubre de 2014
 

Como estaba previsto, el “furibismo” arrecia sus ataques, de toda índole, contra el proceso de paz. En la medida en que avanzan las discusiones crece la desesperación del latifundismo y de los sectores militaristas que consideran que los preacuerdos ponen en riesgo sus privilegios y su modo violento de acumulación y dominación.

Ahora, además de las nuevas filtraciones de información que constituyen petardos contra el proceso, son las “68 capitulaciones” que divulga el Centro Democrático acerca de los contenidos de los preacuerdos de La Habana. Ellas centran su crítica, como es natural, en aquello que más les duele: la reforma rural integral.

Dice el texto uribista en sus lamentaciones: “Se aplicará extinción administrativa de dominio -es decir, sin indemnización- a los propietarios legítimos de las tierras que supuestamente no cumplan la función social y ecológica de la propiedad”; se lamentan también de que el acuerdo “congelará el mercado de tierras en el país” y de la supuesta “eliminación del libre mercado en la agricultura”. Consideran que el objetivo de desconcentrar la propiedad rural condena “al campo al atraso y a la improductividad” y le temen a las “reformas tributarias que ponen en riesgo la generación futura de riqueza” y a la “minifundización de la economía rural”.

Aun los puntos relacionados con la democratización de la vida rural son objeto de crítica del latifundismo guerrerista: se oponen, por ejemplo, a que “los beneficiarios de la adjudicación de tierras serán escogidos por la comunidad” y a que el “acuerdo no incluya a los medianos y grandes productores”, como si ellos no fueran en gran medida los causantes de la desgracia de la vida rural.

Esos latifundistas de la ganadería extensiva, que defienden con violencia de diversas formas sus intereses y conspiran contra la paz, tendrán que llegar al convencimiento de aquello que ha sido evidente en casi toda la geografía global: no sólo por razones sociales y de humanidad sino por las simples respuestas económicas de su actividad, ellos han sido relegados al baúl de los recuerdos como reliquia histórica: ellos, que en Colombia ocupan más de 38 millones de hectáreas de las cuales más de la mitad deberían destinarse a la agricultura u otros fines; que ocupan 7,23 veces más tierra que la utilizada por actividades agrícolas, producen un 34,2% menos de riqueza que estos últimos.

Aplicando los criterios neoliberales de la racionalidad económica que tanto dicen apreciar, aun sin considerar lo político, lo social y lo humano, deberían resignarse al necesario cambio de destino de las que consideran sus propiedades, adquiridas, muchas de ellas, por la vía de la acumulación por expropiación criminal.