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El alicate gringo
Santos lanza una propuesta para establecer en la mentalidad de los colombianos lo que han venido sosteniendo el procurador Ordóñez, su ministro de Defensa Pinzón, y las agencias antinarcóticos de los EEUU, que las insurgencias colombianas son “los más grandes carteles del narcotráfico”.
Alberto Pinzón Sánchez / Viernes 12 de diciembre de 2014
 

Si hemos de creerle a los 2.416 cables de WikiLeaks, enviados desde la embajada de los EEUU en Bogotá, el gobierno de los EEUU ha desarrollado para Colombia, desde los tiempos de la administración Turbay Ayala y hasta ahora, una política invariable y obstinada hacia el lucrativo negocio transnacional del “narcotráfico”.

Consiste en ir cerrando paulatinamente el alicate de dos patas (narco y terrorista) puesto en circulación durante la ofensiva imperialista de la “globalización neoliberal” de Reagan-Thatcher por el oscuro embajador estadounidense Mr. Lewis A. Tambs, quien lo fuera primero en Colombia 1983-1985, y luego en Costa Rica 1985-1987, cuando el escándalo ya olvidado o tapado del narcotráfico Irán-Contras.

Mr. Tambs (1927), un académico de la universidad estatal de Arizona, especializado en geopolítica latinoamericana, uno de los primeros activistas políticos republicanos en tratar el asunto de la expansión brasileña en Sudamérica, miembro del Concejo para la Seguridad Nacional de Reagan y redactor del tan conocido y debatido documento Santa Fe IV en 1981, es decir antes de ser nombrado embajador en Colombia y en Costa Rica, en donde puso en práctica todas sus habilidades teóricas y prácticas para desarrollar la operación geoestratégica para anexarse a América Latina (ver mi artículo de mayo del 2003).

Desde entonces, todos los miles y miles de informaciones, contrainformaciones o desinformaciones, hayan sido periodísticas o académicas, simples o especializadas, que durante más de tres décadas (33 años) se han producido en Colombia o en el exterior sobre el fenómeno transnacional del narcotráfico y todos los gigantescos y costosísimos planes militares estadounidenses como el Plan Colombia/ Iniciativa Regional Andina y sucedáneos, las acciones de fuerza o de guerra química con glifosato, erradicación de las “maticas de cocaína” de Uribe Vélez, de coerción o represión legal o ilegal, para encarecer el precio de la cocaína en las calles de las ciudades norteamericanas y del centro global, que han sido implementadas con una obsesión tan inútil como persistente por todas las agencias especializadas del gobierno de los EEUU como la DEA, la CIA, el FBI, etc., han estado encuadradas en la camisa de fuerza del “narco-terrorismo” (de la cual es prácticamente imposible salirse) diseñada por Mr. Tambs.

No creo que exista en la historia de los EEUU un personaje más exitoso en imponer la concepción que Einstein definía como la estupidez, de “buscar resultados distintos haciendo siempre lo mismo”.

Pero no es todo: simultáneamente o en paralelo con la ofensiva material antes descrita, se ha desarrollado otra gigantesca ofensiva ideológica, otra guerra de ideas más perniciosa, funesta y deletérea para la conciencia social de los colombianos, que ha consistido en convencerlos de que no hay delitos más horrendos y satánicos, más repulsivos y repugnantes que el narcotráfico y el terrorismo asociados. El alicate gringo de dominación estaba cerrándose, crac, crac, crac.

Que lo digan monseñor Castrillón que recibió una ayudita del “narco” para unas reparacioncitas en una iglesita de su diócesis, o Samper Pizano para la presidencia de la república, o monseñor Rubiano o el general Naranjo quienes a pesar de su influencia y poder no pudieron “favorecer” a sus respectivos hermanos de la extradición y la cárcel, o César Gaviria que negoció legalmente con los Pepes de Castaño y con la DEA la muerte de Pablo Escobar, etc.

Pasaron los años, la cabeza de Obama blanqueó (bueno y la de Uribe Vélez también) y la famosa “war drugs” o guerra gringa contra las drogas no se ganó, sino que por el contrario se amplió, a pesar de haber llevado al mejor policía de la DEA, el general Naranjo, de asesor personal de Peña Nieto en México.

Tampoco los narcoguerrilleros de la insurgencia colombiana fueron derrotados ni militar ni políticamente, a pesar de semejante ofensiva militar y semejante satanización desplegadas desde las nueve megabases que tienen los EEUU en Colombia; entonces para sobrellevar el fracaso de tal política antinarcóticos, hubo necesidad de “tragarse uno que otro bufus marinus” de los que en castellano llaman sapos, reconociendo que en Colombia la tal amenaza “narco-terrorista contra la democracia”, con la que pelecha Uribe Vélez, ahora se llama “conflicto armado interno”, el cual era necesario finalizar en una mesa de diálogos. Y el alicate gringo continuó chirriando inexorablemente crac, crac, crac.

El presidente Santos, no obstante la desconfianza generada por la captura del general Alzate que lo llevó irresponsablemente a la suspensión de los diálogos de La Habana, una vez más vuelve a burlarse de lo pactado allí, por ejemplo, en el denominado “Acuerdo parcial sobre solución al problema de las drogas ilícitas”, donde se establece que las FARC se comprometen a:

(….) “contribuir de manera efectiva, con la mayor determinación y de diferentes formas, y mediante acciones practicas con la solución definitiva al problema de las drogas ilícitas y en un escenario de fin del conflicto de poner fin a cualquier relación, que en función de la rebelión se hubiese presentado con este fenómeno”(…).

Y en lugar de plantear honestamente lo que está firmado, Santos lanza a los medios de comunicación adictos, dizque para la discusión, una propuesta jurídica al revés y por lo tanto inviable, pero con el fin de dejar definitivamente establecido en la mentalidad de los colombianos lo que han venido sosteniendo el procurador Ordóñez, su ministro de Defensa Pinzón, y las agencias antinarcóticos de los EEUU desde la época de Mr. Tambs, que las insurgencias colombianas son “simplemente unos terroristas, los más grandes carteles del narcotráfico”.

Luego, despreocupadamente, toma su jet particular recién adquirido para volar a Miami a abrazarse con el expresidente USA Bill Clinton, a decir que el Plan Colombia, impuesto por este a Pastrana en 1997, ha sido todo un éxito mundial (y presionado por la última encuesta sobre la caída de su imagen) a exigir a las FARC la firma inmediata del acuerdo final porque la paciencia de los colombianos se agota. Crac, crac, crac.