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“En Canal Capital queremos darle las cámaras a la sociedad…”
El cineasta Lisandro Duque, nuevo gerente del canal de televisión de los bogotanos, da a conocer sus conceptos sobre la responsabilidad de los medios de comunicación en la búsqueda de la paz y el proceso de reconciliación de los colombianos.
Federico García Naranjo, Juan Carlos Hurtado Fonseca / Viernes 13 de febrero de 2015
 
Lisandro Duque en el máster de Canal Capital. Foto J.C.H.

Democratizar la sociedad pasa por hacer lo mismo con los medios de comunicación, quienes a su vez tienen una gran responsabilidad en la reconstrucción de tejidos sociales y la reconciliación entre los colombianos.

El reconocimiento de nuevas subjetividades, la visibilización de expresiones culturales y políticas diferentes, y el respeto a la diversidad por parte de los medios alternativos, fueron algunos de los temas sobre los que VOZ habló con Lisandro Duque, nuevo gerente de Canal Capital, la televisión pública de los bogotanos.

Con su experiencia como director de cine, guionista, columnista de El Espectador y profesor universitario, ha acumulado suficientes elementos que, sumados a su militancia en las causas democráticas, le permiten compartir enseñanzas para la vida y el desarrollo de las profesiones afines a la comunicación y las artes.

–Hablando de un periodo de posguerra, ¿cuál sería la importancia de la televisión en la reconciliación y en la reconstrucción de tejido social?

–Creo que uno de los factores que pueden ser causa de la violencia en Colombia ha sido el papel jugado por los medios de comunicación. Cuando un medio de comunicación es irresponsable con la información que maneja, cuando no es respetuoso de la condición intelectual o cultural del que escucha o del televidente, en síntesis, cuando subvalora al televidente creyéndolo tonto o manipulable, está provocando un envilecimiento cultural que hace que ese televidente no responda a sus grandes necesidades espirituales e incluso físicas de la manera correcta.

–¿A qué hechos de los medios se les puede endilgar responsabilidad en la violencia?

–Durante los últimos años, en televisión vi horrorizado que a los cabecillas paramilitares le decían “comandantes y combatientes”, cuando en realidad eran unos psicópatas que estaban usurpando la propiedad de la tierra. Mucha gente incauta fue convencida por esas versiones mentirosas e interesadas y eso influyó enormemente en un alto grado de simpatía hacia el paramilitarismo. Eso fue lo que determinó que un hombre que los representaba a la perfección hubiera llegado al gobierno y hubiera sido reelegido.

Entonces, el papel de los medios debe ser responsable. Hay que hacer un gran correctivo mediático e informativo, una gran operación cultural para que los colombianos, o muchos colombianos, se quiten de la cabeza las cucarachas que les metieron muchos medios de comunicación durante los últimos años. Eso no quiere decir que por ejemplo Canal Capital sea la televisión perfecta, no pretendemos tanto. Simplemente es un canal que aspira a darle oportunidad a lo complejo en la interpretación de nuestra historia, de nuestro inmediato remoto pasado político, solo que desde el punto de vista de las víctimas.

Las víctimas en Colombia no han tenido oportunidad de ser reconocibles, incluso de identificarse a sí mismas a través de los medios, porque siempre hemos asistido a una apología de los victimarios, a su encubrimiento, y nosotros en Canal Capital queremos darle las cámaras a la sociedad para que asuma y desarrolle el relato, la narrativa de las víctimas.

Información responsable

–Se dice que los medios de comunicación deben ser una herramienta en la reconciliación. ¿Cuál es el papel que en este momento están jugando? Porque no solo se ve la típica actitud de los noticieros tradicionales, sino en general de la parrilla, en donde transmiten unos contenidos, unos valores y unas opiniones que ayudan a formar o a deformar virtudes cívicas.

–Un medio de comunicación debe ser muy respetuoso con su audiencia, porque su audiencia le ha concedido un privilegio, que es el de ser un habitante más de la vida doméstica. Cuando a la casa de uno entra la señal de televisión o la señal de radio, uno le está concediendo una patente de legitimidad a cuanto ve por televisión y a cuanto escucha por radio.

Entonces, los medios deben ser conscientes de esa confianza que el televidente ha depositado en ellos y ser muy responsables a propósito de los contenidos que están utilizando al interior de la vida doméstica, al interior de esa familia donde se les ha permitido estar, conversar y opinar.

Pero los medios en un alto grado, no todos por fortuna, no parecieran tomar eso en cuenta: degradan el lenguaje, el uso de la oralidad, manipulan la interpretación correcta de los episodios noticiosos o históricos. Si yo hubiera sido un hombre estrictamente formado por la radio, que era el lenguaje que tenía acceso a mi casa, hubiera pensado que a Jorge Eliécer Gaitán lo mató el Partido Comunista o la Unión Soviética. Hoy en día es lo mismo, pero con otro tipo de víctimas.

–Dice usted que los medios profesan una especie de subvaloración por el televidente, por el radio oyente. ¿Cómo tratar al oyente como un mayor de edad, en qué consiste ese respeto que se debe tener frente al que recibe el mensaje?

–Cuando yo digo eso es porque me acuerdo de muchos programas de concurso donde hacen unas preguntas demasiado obvias a los concursantes, por ejemplo: “¿Cómo se llama el fundador de Bogotá?”, y los participantes compiten por oprimir primero el botón que diga Gonzalo Jiménez de Quesada y los aplauden (¡!) ante una obviedad de esas. Es una forma de premiar la tontería, la simplicidad. Esa es una forma subliminal de exaltar los peores valores de la sociedad, es una forma de hacer la apología de la línea de menor resistencia de los conceptos facilistas y comprensibles sin tenerlos que reflexionar demasiado, es una forma de guerra de la ignorancia.

Medios y paz

–¿Entregar las cámaras para que la gente se relate es suficiente para la reconstrucción de ese tejido social que ha roto una guerra de tantos años?

–Obviamente eso no es suficiente porque a la causa de la paz tiene que concurrir muchos factores, la televisión no es más que uno de ellos. Tienen que concurrir muchos medios, la sociedad manifestándose públicamente en las calles, en las plazas. Tiene que concurrir la academia, la intelectualidad, el arte, la literatura, la pintura, etc. Esa es una empresa colectiva.

El proceso de reflexionar el posconflicto, de reconstruir el preconflicto -para darle un nombre provisional a eso-, es un proceso colectivo en el que ninguno de sus componentes es mesiánico o puede ir solo, eso es una sinergia histórica que empieza a cambiar las costumbres, empieza a proveer una gestualidad callejera diferente, empieza a generar una especie de epifanía.

Hoy en día noto que hay prólogos de un estado espiritual nuevo, anímico nuevo que ha permitido, por ejemplo, y eso es muy sintomático, que las tendencias homosexuales se salgan del clóset. Pareciera haber un ambiente propicio para que se acaben las inhibiciones de todo orden, y pienso que eso es un preludio de paz y armonía producido por el hecho de que hay unas conversaciones de paz y hay una afán unitario reconciliatorio de amplios sectores de la sociedad.

He notado que la oposición al proceso de paz no ríe, no hace chistes, tiene pésimo sentido del humor; en cambio veo que los que pudieran beneficiarse de una ambiente cultural más sano, más creativo, motivado en la paz tiene muy buen humor. De modo que Canal Capital tiene que testimoniar ese proceso, tiene que estar atento a esas mutaciones en el campo de la cultura y de la conducta colectiva.

–Pero estamos en un momento en el que por ejemplo los noticieros que tienen más rating son los que apuestan por las noticias más sensacionalistas, ¿cómo hacer formación de televidentes?

–Yo no creo que haya un manual muy preciso de cómo se respeta al televidente. Creo que hay muchas formas de irrespetarlo que son inconscientes de parte de un libretista o de un camarógrafo.

Hay unas reacciones espontáneas, ancestrales, sensacionalistas que son muy molestas para cierto tipo de televidentes, no para todos. Por ejemplo, si le están haciendo una entrevista a una persona sobre cualquier tema y se pone a llorar, he notado que los camarógrafos tienen la tendencia, ante esos picos de emotividad que significa la lágrima del entrevistado, en ir cerrando el zoom de una manera imprudente y paparazzi para aprovechar el sentimentalismo fácil. Eso lo detesto, es hacerle trampa al entrevistado. Es adjetivar, editorializar, ideologizar la entrevista buscando promover un sentimiento extremo en el televidente. Están invadiendo la privacidad de quien habla. Eso no está bien, es una grosería, una imprudencia.

Cuando empiezas a respetar a los ciudadanos no haces eso. No vas más allá de donde te lo permite cierta lógica, cierta austeridad narrativa. No creo que haya un manual, es un tema de intuición, de cultura.

A consolidar el canal

–Hay otras emociones fáciles a las que recurren los medios de comunicación y son el miedo y el odio. En una etapa de posguerra, ¿cómo propone la construcción de “el otro”?

–En los últimos 65 años en Colombia se ha abaratado tanto el valor de la vida que hasta la delincuencia común ha sido afectada por esa cultura de la degradación de la muerte, de la falta de espectacularidad de la muerte. La muerte es un episodio tan concluyente que debe ser sentida por toda la sociedad. Tenemos que recuperarle a la muerte su capacidad de asombrar, y eso se logra con la paz.

Hay una tendencia desde el poder político, económico, los medios, a volver cotidiano el miedo. Parece que les da muchos beneficios el que la gente viva asustada. Fue algo que puso en circulación Bush después de las Torres Gemelas. Lo hizo creer acá Álvaro Uribe, hizo creer que Colombia sólo tenía un enemigo que eran las FARC y que eran el principal factor de violencia e inseguridad, y eso no es cierto. Es como si hubiera la intención de crear la sensación de que la muerte, el crimen y el homicidio son una condición natural de la sociedad y eso no es cierto, es un diagnóstico sesgado.

–¿Cómo será el nuevo periodo de Canal Capital?

–Va a consolidar el aporte que le hizo Hollman Morris, quien creó un hito comunicacional en la televisión colombiana. Le reconoció la existencia de rostro a los desplazados, a las víctimas, a los sectores estigmatizados como los homosexuales. Con la parrilla que se inventó puso en evidencia las desigualdades de los vulnerables, las mujeres, las minorías étnicas; y eso nunca lo había hecho la televisión colombiana.

Esa línea de producción me permitió volver a ver televisión colombiana. Puso en circulación el debate, la deliberación política en programas como Controversia, Las Claves, Hashtag. El televidente descubrió la cantidad de temas que estaban postergados en el país. Porque el resto de canales no soportan el debate, erradicaron la discrepancia, como en un interés de hegemonizar a la sociedad.

Continuaré con la programación de este canal pero habrá programas nuevos en la parrilla. Vamos a darle énfasis a la cultura artística, al mundo del teatro, del cine, la pintura. Continuaremos el debate en el mundo de las artes y tendremos otros programas de opinión, en especial uno con expertos de la Universidad Nacional, para que no se nos olvide nunca que la paz es el tema prioritario.

A mí siempre me ha impresionado mucho lo reconocibles que son, lo icónicos que son los victimarios en Colombia. La mayoría de ellos son personalidades de la vida política; en cambio el rostro de la víctima es borroso, es desenfocado, es una muchedumbre uniforme, gregaria y Canal Capital a esos rostros les confiere una identidad, les acepta y les divulga un nombre, una historia personal. Con eso esperamos cumplir un papel de reivindicación de los derechos que el país siempre les ha negado a esas víctimas. Se lo merecen, se lo han ganado y estamos en esa causa desde el punto de vista de la imagen del lenguaje audiovisual, de los programas documentales y del noticiero.