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Fensuagro y su XI Congreso: Más allá de una visión campesinista (I)
¿Cómo y por qué un movimiento campesino de tan reciente aparición asumió formas organizativas que iban más allá de las simples aspiraciones gremiales? Vale la pena preguntárselo.
Húbert Ballesteros / Miércoles 18 de marzo de 2015
 
El movimiento campesino ha hecho historia en el país.

Hoy, cuando por razones ideológicas, políticas y económicas se ha producido un distanciamiento entre la clase obrera y el campesinado, cabe recordar que no siempre fue así.

La lucha campesina por la tierra, que se remonta a 1907, encontró en el naciente movimiento obrero de finales de la segunda década del siglo pasado (1916) un aliado muy importante, que no sólo ayudó a fortalecer su organización, sino que elevó su combatividad llevándola al plano de la lucha política, en el también naciente Partido Socialista Revolucionario (PSR).

Tampoco debemos olvidar que fueron muchos los líderes campesinos e indígenas como el legendario José Gonzalo Sánchez, principal aliado de Manuel Quintín Lame en la lucha por los derechos de los pueblos indígenas, uno de los fundadores del Partido Comunista de Colombia, el 17 de julio de 1930.

Las reflexiones agrarias

¿Cómo y por qué un movimiento campesino de tan reciente aparición asumió formas organizativas que iban más allá de las simples aspiraciones gremiales? Vale la pena preguntárselo. ¿Por qué razón sus dirigentes abrazaron la militancia revolucionaria comunista al lado de intelectuales como Luis Vidales y de líderes obreros como María Cano?

¿Por qué la presencia del campesinado creció al interior del Partido Comunista, convirtiéndose en parte fundamental de este; mientras el Partido Nacional Agrario (PAN) del líder político Erasmo Valencia fue un proyecto que apenas si alcanzo a ver la luz? ¿Por qué, ante la arremetida violenta de los terratenientes y el gobierno conservador contra las tibias medidas económicas de reforma agraria liberal en la década del treinta, el campesinado respondió con la lucha armada revolucionaria?

Son reflexiones necesarias para explicarnos y entender el desarrollo histórico de las formas organizativas campesinas de sus luchas y el momento actual por el que atraviesan. La ligazón temprana con el movimiento obrero le permitió al campesinado organizar y desarrollar formas sindicales para la lucha por sus derechos. Así, pasó de las iniciales ligas agrarias a sindicatos de asalariados agrícolas y de pequeños y medianos propietarios.

Logrando de esta manera unir en una misma plataforma de lucha reivindicaciones gremiales por la tierra y mejores salarios con exigencias políticas por la democratización del país. En momentos en que el Partido Conservador, representante de los terratenientes y latifundistas, ejercía el poder desde hacía casi tres décadas de manera consecutiva.

Federación Nacional de Indígenas y Campesinos

El carácter clasista de su organización y el contenido de su plataforma le permitió al campesinado entender que en la lucha por el poder político, en unidad con la clase obrera y los intelectuales se encontraban las posibilidades de superar el atraso, la miseria y la exclusión política a la que venía siendo sometido desde la Colonia. Situación que no cambió con la Independencia ni la República.

De esa manera, los sindicatos campesinos y de asalariados agrícolas se comprometieron en la lucha política y avanzaron de manera paralela en la conformación de la Federación Nacional de Indígenas y Campesinos. Organización que cumplió desde la perspectiva agraria un papel fundamental en las reformas liberales de la tercera década de siglo pasado, entre ellas la ley 200/1936.

La reacción del latifundismo conservador fue violenta, y el campesinado a pesar de haber recibido muchos golpes y de ser el blanco de los ataques de las bandas conservadoras, mantuvo intacta su decisión de luchar por un cambio de régimen; asumiendo cuando fue necesario, la lucha armada como forma de resistencia.

Violencia conservadora

Durante todo el periodo de la Violencia desatada por el régimen conservador, el campesinado organizado siguió fiel a sus principios revolucionarios: Jacobo Prías Alape, Isauro Yosa, Raúl Valbuena, Juan de la Cruz Varela, Pedro Antonio Marín, Eutiquio Timoté, Gerardo González, José Gonzalo Sánchez, entre muchos otros, mantuvieron junto al movimiento obrero una lucha persistente por un cambio de régimen. Lucha que se mantiene hasta nuestros días.

La década del sesenta del siglo pasado permitió decantar las posiciones políticas del movimiento obrero. De un lado, el sindicalismo patronal ligado a la Iglesia católica pregonaba la conciliación de clases, por otra parte, un sindicalismo liberal vacilante e incapaz siquiera de forzar reformas de carácter capitalista en el desarrollo económico de la nación y una tercera línea sindical, fiel a los principios del sindicalismo clasista, que debió soportar los ataques de las dos anteriores.

El Frente Nacional enterró las pocas diferencias político-ideológicas que existían entre liberales y conservadores, permitiendo no sólo la alternancia en el poder sino que amalgamó sus intereses de clase. Dando paso a un régimen aún más excluyente que adoptó nuevas formas de violencia contra la clase trabajadora.

Lo que antes pudo ser una confrontación partidista se convirtió en una confrontación de clase en la cual el Estado, como lo dice Marx, “cumplió su papel de defender a toda costa los intereses de la clase en el poder”.

El sindicato clasista

Es en este periodo que los sindicatos clasistas, en particular los de influencia comunista, son expulsados de la CTC. Ser expulsados de la central no significaba desaparecer del escenario político. Menos aun en una década en que la revolución cubana señalaba el camino y la posibilidad del acceso al poder por parte de la clase trabajadora.

Surge entonces la CSTC y, con ella, un nuevo impulso y un nuevo periodo del movimiento sindical agrario. La década del setenta fue particularmente difícil para el movimiento campesino; a un periodo de unidad que se inició a finales de los sesenta, le sigue una etapa de profundas divisiones en los primeros años de los años setenta.

La intervención del gobierno con programas oficiales permeó el movimiento que, en parte, se sintió tentado y sucumbió ante la posibilidad de ser ejecutores y beneficiarios de proyectos que no buscaban resolver de manera radical e integral los problemas del campo; tan solo aplicar paliativos y convertirlos en base social de las políticas de modernización capitalista del régimen burgués y de paso realizar una labor contrainsurgente y contrarrevolucionaria.

Es así como, desde la Iglesia y el establecimiento, se impulsan organizaciones desligadas del movimiento obrero, cuyas plataformas tan solo tenían un alcance gremialista en el marco del modelo económico que impulsaba el Estado.

Solo un sector del campesinado continuó de la mano de la clase obrera y con su ayuda siguió organizando sindicatos de orientación clasista, vinculados a un proyecto político de transformación estructural de las relaciones de producción y del régimen político.

Tras la división de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUC), en los primeros años de la década del setenta, vuelven a surgir al interior del campesinado formas organizativas de carácter sindical. Algunas ligadas a la vieja central CTC como fue el caso de Festracol, (Federación de Trabajadores Agrícolas de Colombia) otras sin adoptar la forma sindical, se unieron al sindicalismo socialcristiano, como sucedió con la ACC (Acción Campesina Colombiana). También surge la Federación Nacional Sindical Agraria (Fensa), integrante de la Confederación Sindical de Trabajadores de Colombia (CSTC).