Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Fensuagro y su XI Congreso: Más allá de una visión campesinista (II)
Los cambios que requiere la sociedad y por los que debemos luchar deben ser estructurales. La unidad obrero-campesina y de los sectores populares es condición indispensable para lograrlos. Una visión agrarista o campesinista de nuestra lucha será irremediablemente derrotada.
Húbert Ballesteros / Viernes 27 de marzo de 2015
 
Fensuagro en marcha del Primero de Mayo. Foto Notimundo.

El paro cívico nacional del 14 de septiembre de 1977 demostró la importancia de la unidad obrero-campesina y popular. Acción contundente en la cual el campesinado participó activamente, exigiendo el cambio de políticas represivas y antidemocráticas impuestas por lo que se suponía un gobierno liberal, después de 16 años de gestión del Frente Nacional.

Un sector del movimiento campesino que resurge en la década de los setenta hereda los postulados del mandato campesino expuesto en Villa del Rosario en 1971: independencia del gobierno, independencia de los partidos políticos, reforma agraria integral, cese de la violencia oficial y democratización de la vida política del país; son algunas de las exigencias que el campesinado, en unión con la clase obrera, levantó frente al gobierno.

La década de los ochenta llegó con muchos cambios en las organizaciones rurales. Los pueblos indígenas que por muchos años compartieron formas organizativas con el campesinado habían emprendido un proceso de separación desde 1971 con la creación del CRIC (Consejo Regional Indígena del Cauca), pasos que siguieron otros departamentos hasta conformar la Organización Nacional de Indígenas de Colombia (ONIC). Pero estos cambios no se dieron solo en la población indígena. También las comunidades afrodescendientes y campesinas experimentaron cambios en sus formas organizativas.

¿Cuáles fueron las causas de esos cambios? Podríamos decir que la década de los setenta del siglo pasado trajo consigo cambios en el régimen político; cambios casi imperceptibles pero que modificaron la relación de los ciudadanos con el Estado. Las responsabilidades del gobierno central fueron paulatinamente transferidas: primero a los departamentos (departamentalización) y luego en la década de los ochenta y noventa a los municipios (municipalización).

Retroceso

Quizás sin percatarse, esto influyó en las comunidades rurales, quienes coincidentemente con la descentralización dieron inicio a la formación de organizaciones de carácter departamental y municipal, desligadas de los proyectos organizativos nacionales; pero sobre todo adoptando plataformas de lucha eminentemente gremiales alejadas de cualquier concepto de lucha de clases y por supuesto de la alianza con el movimiento obrero.

Se inicia entonces, desde el punto de vista político, un retroceso en el contenido de las plataformas de lucha de las organizaciones rurales. Presentándose de una parte, plataformas de carácter económico gremial de parte del campesinado y de otra plataformas étnico-sociales de parte de las comunidades negras y los pueblos indígenas. No es que considere que las reivindicaciones socioeconómicas no tengan razón de ser.

Lo que sí es cierto es que estas exigencias corresponden solo a un nivel o dirección de la lucha, que desprovistas de un contenido de clase y de una estrecha ligazón con la lucha política por las transformaciones estructurales de la sociedad, terminan siendo solo victorias de corto alcance o lo que puede ser peor: caer en la estrategia de cooptación del sistema.

La alianza obrero-campesina sirvió y sigue jugando un papel de gran importancia en la politización de la lucha de los campesinos, en la formación de dirigentes agrarios cuyo horizonte no se agota en lo sectorial y que por el contrario plantean salidas a la crisis general del sistema.

El aporte, bastante considerable de cuadros revolucionarios campesinos a la lucha por el cambio de régimen que ha hecho el campesinado, se debe fundamentalmente al carácter de clase que esta alianza introdujo en un sector social como el campesinado; sector por demás bastante tradicional en sus exigencias.

La tendencia de hoy, bastante extendida por cierto, es la creación de formas de asociación gremial. Entre ellas, hallamos algunas que han sido promovidas por instituciones del Estado mediante programas gubernamentales y proyectos de cooperación auspiciados por las ong.

Dos tendencias

¿Que se busca con esto? No es difícil de adivinar. Buscan fundamentalmente que las organizaciones rurales sean arietes desde donde se impulsen las políticas de la denominada “reconversión productiva” o “nueva ruralidad” en un país donde una clase latifundista de gran influencia en el gobierno ha logrado frenar y en ocasiones hacer retroceder con medidas legales o acciones violentas las tibias reformas de corte capitalista que algunos mandatarios han querido implementar.

Hoy se mueven dos tendencias en la visión sobre el modelo de desarrollo rural: Una que pretende desarrollar la llamada “modernización” capitalista del campo; y la otra que pretende mantener el atrasado modelo de tenencia especulativa de la tierra, rezago de la hacienda colonial heredada del feudalismo de la corona española.

A nivel del gobierno, la primera está representada en el presidente Santos, los agroindustriales y algunos de sus aliados en la denominada “Unidad Nacional”; y la segunda por el ex presidente Uribe, el Centro Democrático, Fedegán y buena parte de la caverna conservadora.

En este juego de poderes, el sector campesino del cual hacen parte desde el punto de vista de la producción económica los indígenas, mestizos y negros queda en el medio, con unos agravantes: menos capacidad de interlocución con el gobierno, menos tierras y de menor calidad; menor acceso a los factores de producción (crédito, tecnología e información sobre mercado).

Por ley del desarrollo de la sociedad, las formas de producción campesina son contrarias a las dinámicas de desarrollo del capital. Pues en esencia la lógica del capital es la de despojar a los trabajadores del control sobre los medios de producción.

Como ocurrió con los maestros artesanos en los siglos XIV y XV: Primero le quitan al productor el contacto directo con el consumidor del producto, dejándole solo la tarea de producir un bien, que entregará a un intermediario (comerciante), luego lo despojarán de su medio de producción, y pasará a ser solo un asalariado: Esta ley se cumple irremediablemente en el sistema del capital. Solo es cuestión de tiempo.

Entonces la pregunta que debemos hacernos es: ¿Puede la producción campesina, parcelaria o familiar subsistir dentro del modo de producción capitalista? Por supuesto que no, es mi respuesta. Tal vez otros piensen que sí, y esa es la razón por la cual sus exigencias son exclusivamente de carácter gremial o sectorial.

La tendencia gremialista que viene tomando fuerza debe tener en cuenta que la rueda de la historia no se detiene, que los cambios que requiere la sociedad y por los que debemos luchar deben ser estructurales. Que no importa cómo nos presentemos, si el contenido de nuestras demandas no busca afectar de fondo el modo de producción y su régimen político; que la unidad obrero-campesina y de los sectores populares es condición indispensable para lograrlos. Que una visión agrarista o campesinista de nuestra lucha será irremediablemente derrotada.

Cambios estructurales

No es cierto que podamos sacarle provecho al sistema, que podamos manejar el sistema. Es el sistema el que nos maneja a nosotros.

Que el modo de producción capitalista terminará con la producción familiar o parcelaria y que, aun en un nuevo modo de producción que supere el actual, la producción campesina debe sufrir profundas transformaciones.

Por lo tanto, nuestra lucha debe ser por el poder, por el cambio de régimen político y de sistema económico. Y eso se logra solo con la unidad.

Fensuagro, organización sindical de carácter nacional, en su décimo primer congreso (asamblea nacional federal) seguramente mantendrá sus principios y continuará luchando por un cambio de régimen al lado de la clase obrera.

Seguiremos siendo fieles a nuestros principios. Ni la persecución por parte del establecimiento, ni las contradicciones con organizaciones que políticamente plantean tesis gremialistas economicistas o étnico-sociales, nos harán desistir de ser, con nuestro trabajo, un sector que aporta dentro de un proyecto político a los cambios estructurales que el pueblo colombiano requiere y exige.

Cárcel La Picota, Bogotá D.C. febrero 27 de 2015.