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Los cacaos vividores
En el pasado apoyaron la guerra uribista porque la creyeron victoriosa. Ahora están por los diálogos, pero ni una palabra dicen sobre las reformas políticas y sociales que se requieren para el logro de la paz estable y duradera. Siempre con la misma mezquindad.
Carlos A. Lozano Guillén / Viernes 15 de mayo de 2015
 
José Alejandro Cortés, César Caicedo, Antonio Celia y David Bojanini en su conversatorio con Semana sobre la paz. Foto: Juan Carlos Sierra

Existen declaraciones de los grandes cacaos de los grupos económicos, Luis Carlos Sarmiento, Carlos Ardila Lülle y Alejandro Santo Domingo, de apoyo al Gobierno Nacional en “los esfuerzos de paz que hace el presidente Santos”, por cierto, los tres ligados a importantes medios de comunicación de influencia en la llamada opinión pública.

Aunque, al menos en el caso de RCN Radio y Televisión de propiedad de Ardila Lülle, y de Caracol Televisión y Blue Radio, del Grupo Santo Domingo, juegan un papel nefasto en la desinformación que en el fondo estimula es a los sectores belicistas y militaristas. David Bojanini, presidente del Grupo Sura, entrevistado por Semana, lo reconoce cuando reclama que el Gobierno lidere la comunicación sobre los diálogos: “Hay que hacer una gran pedagogía del proceso de paz. (…)hay demasiada comunicación contaminada”.

La revista Semana que está en circulación trae un informe sobre “Los empresarios y la paz” con un preámbulo en que afirma que “en el péndulo de la opinión pública que oscila entre el apoyo y las críticas, el sector privado colombiano no ha estado exento de esta disyuntiva”. Entrevista a Antonio Celia, presidente de Promigás; César Caicedo, presidente de Colombina; David Bojanini, presidente del Grupo Sura; y José Alejandro Cortés del Grupo Bolívar, cacaos del segundo nivel pero con influencia en el sector privado.

Las opiniones, al igual que en el caso de los grandes cacaos, parten de sus propias perspectivas e intereses económicos, pero apoyan la paz, pese al momento actual que está bajo la influencia mediática perversa de las encuestas que dan escaso respaldo a los diálogos con las insurgencias.

Es, por supuesto, su visión a partir de negocios e intereses. La necesitan porque “va a traer unos beneficios enormes desde el punto de vista de la seguridad física”. “Tiene que haber paz en términos razonables”. “La construcción de la paz empieza por fortalecer la institucionalidad”. “Hay que tener cuidado con las versiones maximalistas”. La paz, para ellos, es la desmovilización de la insurgencia, porque ocho mil guerrilleros no pueden imponerle su voluntad a 45 millones de colombianos. Hablan a nombre de todo el país, cuando ellos representan a un pequeño grupo de privilegiados que se lucra del trabajo, del sudor y de las lágrimas de todo el pueblo.

Su paz pasa por defender el capitalismo, lo dicen sin ambages en la revista Semana. En el pasado apoyaron la guerra uribista porque la creyeron victoriosa. Ahora están por los diálogos, pero ni una palabra dicen sobre las reformas políticas y sociales que se requieren para el logro de la paz estable y duradera. Siempre con la misma mezquindad. Cacaos vividores.