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La otra versión de la pierna cortada del ELN
En Convención, Norte de Santander, circula otra historia
Nelson Cárdenas / Lunes 18 de mayo de 2015
 

A mi también me pasó como a Iván Gallo cuando me vine a vivir a Bogotá. Cuando hablaba con mi viejo, él siempre me despedía con un “cuídese, mijo”. Un día, creyendo que algo grave le hacía decir tan seguido y con tanta preocupación su “cuídese, mijo”, le pregunté el por qué su admonición. “Es que Bogotá es terrible, mijo.” “¿Sumercé de dónde saca eso, pa?, le pregunté de vuelta. “De todo lo que se ve en las noticias, mijo.” Yo, que había sacado la tele de mi vida y poco noticiero veía al mediodía, me puse a mirar y entendí. En la tele la ciudad estaba al borde del colapso, los ladrones convertían lo poco que los políticos dejaban de la ciudad en una suerte de Franja de Gaza durante la operación Plomo Fundido. Los comunistas del Polo van acabar con esto, se acaba Transmilenio. Pero yo, que salía cada día a buscar la chamba con mi portafolio bajo el brazo no lograba ver todo eso. Terminé por decirle a mi viejo que viera el canal de la Alcaldía y que promediara, porque esta ciudad no era mejor ni peor que cualquier otra.

Las noticias en Colombia, igual que en todo el mundo, son una mercancía que no solo vende en brillantes comerciales desodorantes, automóviles y la bondad de los bancos, si no que también construye nuestra realidad. Sabemos del mundo y sus actores a través de lo que nos informan las noticias. Las cosas, si salen en las noticias son la realidad. Si no, no ocurre para el mundo.

Sin embargo, preocupantemente, la eficiencia y la rentabilidad, dos mandamientos del dios del sistema, se han colado desde hace décadas en la máquina de informar y cada día de forma más obscena, en los encargados de informarnos sobre la “realidad”.

En pos de mejorar sus utilidades y de favorecer sus intereses –intereses que no siempre pasan por intentar aproximarse a la verdad- los medios cada vez más reducen su planta de periodistas, ajusta sus condiciones laborales y reducen sus costos generales, al tiempo que intentan ganar más audiencia aumentando la espectacularidad de sus noticias, lo cual, dentro de la lógica de la productividad empresarial es una excelente combinación, pero mirado dentro del sentido primero del oficio (sí señores y señoras, hay otros raseros distintos a la productividad) es decir, la de brindar información veraz a la gente, es la fórmula de un desastre.

O bueno, un desastre para la verdad. Un éxito para las finanzas.

Reporteros de baja preparación intelectual, periodistas que deben cubrir mil noticias de mil temas, notas sin comprobar, ni contrastar, copia y pega de comunicados oficiales y un apetito voraz por un titular salpicado de morbo, son un poco el panorama general de los medios que ni siquiera se atreven a poner las más de las veces el discreto “según versión de“ que ponen en las noticias que sobre nuestro país emiten los medios extranjeros. Ese “según versión de” sembraría una semillita pequeña de duda que podría permear la credibilidad de la noticia, ¿y cómo no?, de la sagrada fuente oficial.

¿Mamerterías mías? Para la muestra, un botón sangriento.

“Ratas humanas”, vociferaba el Ministro de Defensa este 7 de mayo mientras denunciaba a un país asombrado de la insondable maldad de la guerrilla del ELN. “Los autores del atentado (con una mina antipersonal) contra una unidad militar en Convención, exhibieron la pierna del suboficial herido como un trofeo en un colegio de la región”. Y remataba, con un tono de sentencia cinematográfica “esa gente lo único que le puede pasar es encontrar la tumba o una cárcel”. Claro, como ratas que son merecen el exterminio ¿qué más? Y el público, aupado por el corifeo de la guerra repetía al salmo responsorial haciendo tendencias en redes sociales y titulares en cada medio de comunicación a la frase “ratas humanas”. [1]

Era entendible, un “indefenso” soldado que se dedicaba a construir un parque para los niños de una población olvidada de Dios ,y claro, del Estado, pisa una mina, mina que hubiera podido pisar un niño que fuera a jugar al parque. Y si de encime la pierna la toman los guerrilleros y la exhiben como trofeo de guerra, la cosa no tiene más calificativos que un “malditos, mil veces malditos”.

Sin embargo, a pesar de la movida mediática que generó el hecho del soldado mutilado, que se llenó de repente de micrófonos para entrevistas conmovidas, visitas condolidas y declaraciones de héroe en su pecho [2], no hubo un solo medio que movilizara sus cámaras o siquiera que entrevistara al cura o al alcalde del pueblo para comprobar “la versión de” en este caso, el Ministro de Defensa. Nadie se preguntó tan siquiera cómo una pierna completa se puede arrancar con una mina y quedar presentable, y mucho menos como bajó la guerrilla a recogerla para luego exhibirla, ni qué habían dicho los salvajes en su discurso a la hora de presentar la extremidad de la cual se preciaban.

Por Whatsapp circularon rápidamente una foto del suceso que espantaba de más (la pierna colgada, pues de minas ya hemos visto miles de víctimas) y, para sorpresa y horror de quien se atreve a mirar la foto, la pierna no era pierna, sino un pequeño colgajo de dedos, enredados en la malla de la escuela de marras. Picado en la curiosidad y con algo de suerte di con alguien que estuvo en el pueblo después de los hechos, que me contó una versión distinta de las cosas: la mina que pisó el soldado, quien efectivamente participó en la instalación de juegos en un parque de Convención, le reventó su pierna en un lugar boscoso a casi un kilómetro del lugar indicado por el Ejército, lugar que es señalado por la autoridades armadas del lugar como prohibido por el riesgo de combate con la guerrilla. Nadie sabe bien qué hacía el soldado en el sector, ni si estaba en misión o no; los policías que lo auxiliaron en un primer momento tuvieron dificultades para bajarlo pues nadie se atrevió a prestar un vehículo para llevarlo al hospital –pues la Policía no tiene motos ni autos allá-, amén de la angustia cotidiana que viven los uniformados en Convención donde este año les han matado (neutralizado o cruelmente asesinado, según quien lo escriba) a dos agentes, vía francotirador.

La pierna en realidad quedó en tan mal estado que los médicos tuvieron que amputarla debajo de la rodilla por el riesgo a gangrena. El colgajo de pie nadie sabe como terminó colgado en esa malla del colegio (que queda a medio camino entre el parque y el lugar de la explosión) pero, a juzgar por los comentarios gráficos de los niños y por la catadura que les conocen los adultos a estos, lo más probable es que haya sido uno de ellos, de los niños, en ese sentido macabro del humor y la travesura que se tiene a esa edad, quien se haya encargado de hacer la tarea de poner la pieza de carne mutilada (no una pierna sino un colgajo de dedos) ahí. Aunque esa es una probabilidad. El hecho cierto es que nadie vio a un guerrillero en esa tarea, como tampoco nadie vio la declaración oficial del ELN, ni siquiera con un “según versión de” porque, claro, quien va a leer a unas ratas humanas. [3]

Queda eso sí, un militar al que no le saldrá la pierna nuevamente, traumado por un buen rato y, si le va bien, con una pensión por invalidez, uno más de esta guerra absurda.

La pregunta sobre por qué tergiversaron la verdad desde el Ministerio de la Defensa pasaría por una simple licencia literaria con tal de encubrir alguna anécdota humana sobre las razones del soldado por las que estaba en una zona advertidamente hostil, sino le diera a uno por cruzar la fecha del titular y ver la otra noticia de esos días: el presidente Juan Manuel Santos anuncia que Gabino, líder del ELN y Timochencko líder de las Farc, viajaron a La Habana para incorporarse a las negociaciones de paz. [4]

¡Vaya, que casualidad¡ Justo cuando estas ratas humanas andan destrozando piernas de soldados de la patria que construyen parques para niños, el presidente con su maltrecha imagen a cuenta del proceso de paz, dice que va a incorporar a las ratas, a dicho proceso. ¿Casualidad? Hasta los medios que todo mastican y escupen para que nosotros comamos e incorporemos se dieron cuenta de la simultaneidad.

Aquí me quedo un poco sin palabras pues de alguna forma entiendo las lógicas y procederes de las partes: entiendo al gobierno con su Dr Jekill y Mr Hyde rampante que al tiempo que quiere ambientar la paz, quiere llegar con posición de fuerza a la mesa.

Entiendo los adoradores de la guerra (que ya muchos réditos económicos les da) que buscan desdibujar la posibilidad de asumir que esto es una guerra con actores igualmente crueles y prefieren para su beneficio el relato del ataque del terrorismo a la valiente democracia y a sus bravos e indefensos (¡vaya dualidad¡) soldados. Entiendo a los medios que con tal de vender su pauta, proteger sus negocios y sus cómodas vidas son capaces de llenarnos de la basura que llaman noticias nacionales (asesinatos, atracos, accidentes, declaraciones ampulosas, chismecitos de farándula y goles) sin preguntarse de la bondad y verdad de su actuar. Y hasta entiendo a la gente que les cree, pues un poco como los de la historia de la caverna de Platón, no hemos visto más en toda nuestra vida más que las sombras de la realidad y es a ellas, a las sombras, a quienes consideramos la realidad, no a la realidad de la que vienen las sombras.

Los niveles de mentira y distorsión, causados en la prisa, la credulidad, o la mala leche de fuentes, medios y receptores de las “noticias” están por todas partes. Dos ejemplos más agrego de la presente semana, pero igual usted escoja la semana que quiera y encuentra botones:

- El Ministro norcoreano de Defensa ejecutado de un cañonazo de artillería antiaérea por quedarse dormido en sesiones ¿la fuente? El servicio de inteligencia de Corea del Sur. [5] Mentido en página 1. Desmentido en interiores [6]

- Nuevo atraco a bus de Transmilenio. [7] Policía desmiente atraco en Transmilenio. [8]

Pedirles sin más a los poderes económicos, militares o políticos (que usualmente duermen en la misma cama) que sean buenitos y que nos hablen de frente y sin dobleces es una suerte de boludez. Como padres que nos asustan con el coco o nos manipulan con premios a cambio de buen comportamiento, es un proceder que funciona a su favor.

Pero tenemos que exigirlo. El oficio de no creer nos corresponde a nosotros la gente, a nosotros los que pagamos impuestos, los que vamos a la guerra, los que nos deslomamos por unos pesos para un día ser felices. No a nadie más. Esos poderes los construimos nosotros y en nosotros se soportan.

Llegado aquí solo me queda acudir, casi como súplica, a Descartes, para pedir un pequeño, casi ínfimo, “pienso, luego existo”. Con un tris, una pizca de pensamiento, de duda, de suspicacia podríamos entender que este emperador noticioso va desnudo, y que los valores con los que paga los trapos invisibles que todos decimos, a riesgo de que nos señalen de tontos (de mamertos, en nuestro caso) son la sangre y huesos de los nuestros, que son todos, los unos y los otros.

Tenemos en frente, por primera vez en 50 años, una posibilidad tangible de construir un país que no pase por la muerte del otro para tener nuestra propia supervivencia. Un país de múltiples relatos, de otredades, del goce de la diferencia y no de su exterminio. Un país (y un mundo) que nos advierten en el estado de su sociedad y en el de su naturaleza que las cosas no las estamos haciendo bien, que la basura que escondemos bajo la alfombra para no verla más ya es más alta que nosotros y que ya no hay lugar adonde desviar la mirada sin que nos la topemos de frente. Desarmar la máquina que nos informa desde su relato único que el coco nos va a comer si no nos portamos bien, que hay que comprar esto y odiar esto otro y creer esto más allá, que nos obliga a reírnos de lo mismo, a vestirnos de lo mismo y a cantar lo mismo como un coro zombie es un primer y necesario paso para dicha elaboración.