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Santos frente a la paz: ¿Será que por las malas sí funciona?
El presidente recabó la solidaridad de la comunidad internacional para el proceso de paz, pero desde Europa llamó a escalar la guerra y dio un portazo a cualquier posibilidad de tregua bilateral. Sueña con que a la guerrilla puede darle el tratamiento de un ejército sometido y derrotado.
Alberto Acevedo / Sábado 27 de junio de 2015
 
El presidente Juan Manuel Santos da posesión al nuevo ministro de Defensa, Luis Carlos Villegas.

Las reiteradas declaraciones del presidente colombiano Juan Manuel Santos en distintos escenarios europeos sobre el estado del proceso de paz ponen de nuevo sobre el tapete el crucial tema de qué tipo de paz están buscando el gobernante y el sector político que representa.

Todo indica que el mandatario le apuesta a una “paz gratis”, sin reformas sociales a cambio, y anhela la firma de un acuerdo en La Habana en el que la dirigencia guerrillera asuma el rol de un ejército derrotado y se pliegue a los condicionamientos que se hacen desde Bogotá. Tal vez por esta razón, el discurso del mandatario Santos en su reciente gira por el Viejo Continente estuvo cargado de incongruencias y contradicciones.

En Bruselas, Santos reclamó el apoyo de la comunidad internacional al proceso de paz en Colombia, y dio unos pasos en torno a la posibilidad de que los gobiernos europeos constituyan un fondo fiduciario que contribuya a financiar las tareas del posconflicto.

Pero en el mismo escenario, y respondiendo a las acciones guerrilleras que se desprenden de la suspensión de la tregua unilateral, respondiendo a la ofensiva del Ejército y a la orden presidencial de reanudar los bombardeos a los campamentos insurgentes, el mandatario dijo ante la prensa que “están equivocados de cabo a rabo” y que “la paz en este país se va a hacer por las buenas o por las malas”.

No es ese un buen mensaje a la comunidad internacional, que ha tendido su mano generosa al proceso de paz en nuestro país. Esa actitud irascible, desafiante, ajena a la grandeza de un estadista, no es la respuesta a la solidaridad de las naciones. Tampoco es un mensaje sensato a la mesa de negociaciones de La Habana. Esa fórmula de las intimidaciones ya se puso en ejecución en cincuenta años de conflicto armado y no dio resultados. La guerrilla colombiana sigue siendo una formación armada invicta y una negociación seria debe tomar en cuenta esta circunstancia.

Durante su visita al Vaticano, el sumo pontífice de la Iglesia Católica fue particularmente generoso con su invitado colombiano. Canceló dos citas de trabajo para conversar durante dos horas con Santos, gesto que el papa Francisco no hizo ni siquiera con el presidente de los Estados Unidos.

Desplante a gobiernos europeos

Dijo el líder espiritual de la Iglesia que el Vaticano estaría dispuesto a ayudar en todo lo que Colombia solicite, incluyendo la posibilidad de designar un enviado especial a la mesa de La Habana. Por su parte, durante la misma visita del mandatario colombiano, la Unión Europea expresó interés en nombrar un enviado especial a la mesa de negociación con la guerrilla.

Sin embargo, en rueda de prensa posterior a estas conversaciones, Santos dijo que no es necesario, en este momento de las conversaciones de paz, que nuevos actores intervengan como mediadores, y que los ofrecimientos, tanto del Vaticano como de la Unión Europea, deberán ser primero evaluados.

Unas horas más tarde, Santos se reunió en Oslo (Noruega) con la señora Fatou Bensouda, fiscal de la Corte Penal Internacional. Con la funcionaria adelantó consultas alrededor de los alcances que pueden tener las negociaciones en La Habana, a la luz del Derecho Internacional Humanitario y la idea de imponer, de todas maneras, penas privativas de la libertad a los altos mandos guerrilleros una vez se firmen los acuerdos de paz. La fiscal de la Corte le indicó que ese alto tribunal no exige unas “líneas rojas” infranqueables y recordó que en el caso de las conversaciones en La Habana se está creando derecho en materia de negociaciones de paz.

Al valorar las conversaciones con la funcionaria, Santos incurre de nuevo en contradicciones, y a la carta en blanco que le tienden los tribunales internacionales responde exigiendo de nuevo a la guerrilla que se someta a la camisa de fuerza de la justicia transicional, con el desgastado argumento de que los crímenes de ‘lesa humanidad’ necesariamente deberán ser penalizados. ¿Y quién califica como de ‘lesa humanidad’ este o aquel procedimiento de la guerrilla?

Críticas de los ‘cacaos’

Ese doble lenguaje del gobernante colombiano se notó en otros escenarios, como la Cumbre de los países de la Celac y la Unión Europea, en las conversaciones con el rey Felipe, de Bélgica, con el primer ministro italiano, Matteo Renzi, o en los diálogos con grupos empresariales, en el marco de la Feria de Milán, donde el pabellón colombiano fue digno de elogios.

El discurso dubitativo de Santos es tan evidente que ante sus afirmaciones de que la paz la alcanzaría el Gobierno a las buenas o a las malas, el propio Darío Arismendi, director de la cadena radial Caracol, vocero de la más recalcitrante oligarquía, enemigo de cualquier cambio social democrático, criticó al mandatario por ese lenguaje de guerra.

Anteriormente, en entrevista a la revista Semana, los más caracterizados líderes empresariales del país, conocidos como ‘los cacaos’, exhortaron al mandatario a que utilice un solo lenguaje en el proceso de paz y defina si va actuar de manera autónoma, interpretando el mandato constitucional de la paz, o va a ceder ante las presiones militaristas y de la ultraderecha, interesados en sabotearla.

No hay un cheque en blanco

El doble discurso aquí glosado obedece en realidad a que Santos actúa como rehén de la ultraderecha conservadora, representada en el uribismo, en el sector militarista más recalcitrante y en personajes siniestros como el procurador general, que rechazan la idea de una paz con cambios sociales avanzados y democráticos.

El mismo Santos le apuesta a la idea de arrinconar a la guerrilla en la mesa de negociaciones y llevarla a firmar una paz de los derrotados. Y esta posición es aprovechada por los enemigos soterrados de la paz para impulsar un plebiscito para que a las conversaciones en La Habana se les ponga un término, o sencillamente que se le dé una patada a la mesa, como lo proponen el presidente del Senado o la dirección nacional conservadora, entre otros.

Comentando esta coyuntura, voceros de la izquierda democrática, que en las pasadas elecciones apoyaron la reelección de Santos, han recordado que con su voto no entregaron un cheque en blanco al mandatario, y Santos está obligado a cumplir su palabra, en el sentido de que fue reelegido para alcanzar la paz. Pero no una paz cualquiera, una paz gratuita, sino una paz con reformas sociales democráticas, con inclusión social, con democracia.