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Consumismo en modas y belleza
Lo más importante en el mundo actual es el consumo de mercancías, sustento del capitalismo.
Libardo García Gallego / Jueves 6 de agosto de 2015
 

El capitalismo ha retomado de la Esparta griega su afán por la belleza física, no sólo por la fortaleza muscular y la preparación atlética para la guerra, sino por la apariencia corporal de las personas, según modelos prefabricados de belleza, los cuales dicen si estamos in o out, si estamos a la moda o somos anticuados.

Y esto se deduce, tanto en hombres como en mujeres y otras clasificaciones, de la gordura o flaccidez corporal; de la posesión o no de llantitis; del corte y mantenimiento de la cabellera, de las anheladas pendientes de cejas, labios, orejas, cara y otras partes púdicas e impúdicas; de la dentadura (orto-endo-exodoncia) y la sonrisa; del arte y mantenimiento de las uñas; del tipo de lentes que exhibe; del depilado o afeitada de piernas y mostachos; del tipo y cantidad de zapatos y, por supuesto, de la vestimenta cotidiana. A esto añádale el tipo de comunicación: si lo hace a gritos, por teléfono fijo o móvil de alta gama o por “panela”, si utiliza Whatsapp, Skype, Messenger, etc., si tiene ojeras, machas, arrugas o acné. Todo lo dicho cuenta al momento de concursar, no solamente en certámenes de belleza sino para toda clase de empleos y licitaciones.

Esto equivale a adivinarle a la persona, sin preguntárselo: ¿Cuánto se autoestima, cuánto consume en aderezos, en lociones, en cremas, en SPA; qué afinidad tiene con el sistema, con el consumismo? Más que inteligencias, conocimientos, aptitudes y actitudes, lo importante es la presentación física. Éste es el test fundamental, no se vinculan al trabajo sabios feos, se prefieren brutos pero bellos.

Los emprendedores de hoy encuentran en esta tendencia las mejores oportunidades laborales o de inversión: salones de belleza, gimnasios, dentisterías, casas de modas, droguerías, almacenes donde satisfacer el gigantesco montón de necesidades creadas en el mundo de hoy: que Jorge Hané, que Avon, que productos naturistas, que nutrición celular, que diseño de sonrisa, que energizantes, que senos voluminosos y nalgas atractivas. Muchísimas novedades, multitud de ofertas, poca seguridad y muchas mentiras, exageraciones y artificialidad en mercancías. Que no joda, que no sea amargado, que es mejor la competencia, otro pilar del capitalismo. Los medios refuerzan los engaños y la rebatiña se da en todas partes y por casi todos los humanos.

Los enamorados del sistema capitalista se empecinan en sostener, sin sonrojarse, que esto es lo mejor que le ha podido pasar a la humanidad porque hay diversidad, variedad de servicios y productos para todos los gustos; que no nos preocupemos tanto por la calidad, que lo importante es el servicio, las cosas son desechables y esto es bueno porque se mueve la economía.

La situación brevemente descrita debería repensarse: si se mantienen o se cambian estos valores, si se merma el culto por lo físico y se refuerza lo intelectual, si priorizamos la satisfacción de las necesidades básicas sobre las artificiales. Lástima que el capitalismo nos siga imponiendo el consumismo de mercancías efímeras e innecesarias, según afirman dizque con el fin de ofrecer empleo y de que crezca la economía, la de unos pocos, mientras lo novedoso se antepone a lo esencial.