Agencia Prensa Rural
Mapa del sitio
Suscríbete a servicioprensarural

Mirador
La paz es el camino
No cabe la menor duda que se ha avanzado bastante en los logros de los diálogos de La Habana, pero también han salido a relucir las mezquindades de la oligarquía colombiana, que tiene una concepción subjetiva de la paz, acomodada a sus intereses políticos y económicos de clase.
Carlos A. Lozano Guillén / Viernes 7 de agosto de 2015
 

“No hay camino para la paz, la paz es el camino”, frase lapidaria de Mahatma Gandhi. La debería analizar el Gobierno Nacional en toda su vasta proyección, porque sin creer que el logro de la misma es lineal y ausente de escollos, para alcanzarla se requiere la voluntad de las partes concernidas y sobre todo la decisión de asumirla sin vericuetos ni atajos tramposos.

No cabe la menor duda que se ha avanzado bastante en los logros de los diálogos de La Habana, pero también han salido a relucir las mezquindades de la oligarquía colombiana, que tiene una concepción subjetiva de la paz, acomodada a sus intereses políticos y económicos de clase. Quiere la paz romana, la paz de los vencidos, como si tal rasgo fuera acorde con la realidad en una guerra de sesenta años, sin solución militar a la vista. Ninguna de las partes venció al contradictor. Es la verdad verdadera.

Los diálogos de paz son entre pares, son simétricos, sin ventaja para ninguna de las partes. Al menos así es el diseño y la filosofía de las conversaciones de paz entre el Gobierno de Juan Manuel Santos y las FARC-EP. Está establecido en el documento medular suscrito por las dos partes. “El Acuerdo General para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera” reconoce que “la construcción de la paz es un asunto de la sociedad en su conjunto”, es respetar los derechos humanos, buscar el desarrollo económico y social, una apertura democrática. Además señala una agenda concreta de obligatoria aceptación por las dos partes que presupone la bilateralidad del proceso y el consenso para los acuerdos.

Todo lo contrario a lo que hace el Gobierno. Se ha avanzado bastante. Lo reconocen las dos partes, pero la terquedad gubernamental a reconocer la bilateralidad y el sentido del acuerdo suscrito, pone en peligro el logro de la paz estable y duradera.

A las pretensiones de imponer la justicia transicional y el referendo, se suman otras más recientes, que son torpedos contra la paz.. Los voceros oficiales, con el coro de la “gran prensa” y de la oligarquía, plantean el criterio asimétrico en el punto de víctimas. “No se puede comparar al Estado con los terroristas” dicen con irritante delirio. Como si hubiera víctimas de primera y de segunda. ¿Cómo así que no cuentan las víctimas del Estado, principal depredador del conflicto? También dicen: “deben acantonarse”, es decir, aceptar campos de concentración para verificar el cese bilateral de fuegos. De ahí a la extradición hay un solo paso. El gobierno habla de entregar las armas, mientras el acuerdo establece es de la “dejación” de las mismas. ¿De qué paz se habla? ¿De la de Ghandi o la de Uribe y Ordóñez, pequeñas criaturas perversas al lado del gran apóstol de la paz? Por ahí no es la cosa, la paz es el camino.