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“Hoy la democracia se disputa en el campo mediático”
Diálogo con Francisco Sierra Caballero. El director del Centro Internacional de Estudios Superiores de Comunicación para América Latina, Ciespal, habló sobre las tensiones en el campo de la comunicación, la cultura y la política, en el contexto de los cambios políticos latinoamericanos
Federico García Naranjo, Juan Carlos Hurtado Fonseca / Sábado 14 de noviembre de 2015
 
Francisco Sierra Caballero

Hace año y medio, Francisco Sierra Caballero reside en Quito, Ecuador, desde donde dirige Ciespal. Este español quien fue redactor del periódico comunista Mundo Obrero, es licenciado en periodismo; posgraduado en sociología, ciencia y tecnología; máster en edición; doctor en ciencias de la información y experto en sociología del consumo e investigación de mercados. También ha publicado numerosos libros sobre comunicación, cultura y ciudadanía. Habló con VOZ para entregar elementos de juicio que permitan analizar el papel de los medios de comunicación en los actuales procesos de transformación latinoamericana.

–¿Qué piensa del debate sobre la libertad de prensa en América Latina?

–Mi percepción es negativa porque sigue prevaleciendo en el campo académico y en la práctica profesional una concepción que califico despectivamente como decimonónica, es decir ajena a la realidad de un mundo hipermediatizado y de sectores de la comunicación hiperconcentrados. Si hacemos un análisis cruzado de las nuevas prácticas mediáticas de comunicación de los ciudadanos y por otro lado la estructura de la propiedad, ese concepto de libertad de prensa que esgrimen los gremios profesionales y organizaciones de la patronal como la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP, nos lleva a un pobre debate sobre los retos de la democracia. El concepto de libertad de prensa es obsoleto donde hay una tendencia a la financiarización de la industria cultural. Hablar de eso en ese contexto es de ingenuos o de querer ocultar relaciones de poder, control y dominio casi absoluto, como el que hay en América Latina, donde hay una estructura de los medios en pocas manos, en pocas familias y desde donde se han venido vertebrando golpes que algunos los llaman blandos; son golpes de Estado.

–Entonces, ¿cuál es hoy el debate pertinente en la comunicación?

–Hay que cuestionar esa concentración y reivindicar el dominio público en la comunicación, que no significa necesariamente propiedad estatal de los medios, sino ampliación de formas, con fórmulas mixtas, medios comunitarios con participación del Estado o propiedad del Estado gestionado por las organizaciones ciudadanas. Pero que implique ampliar ese dominio público para poder hablar de democracia, porque si no, son -como decía Habermas- unas voces administradas desde los sectores capitalistas o dominantes en los medios de comunicación, quienes pueden hacerse valer.

Por ejemplo en Ecuador, el programa de defensa del servicio público de la comunicación es el de la defensa de los derechos humanos. Es un programa muy concreto que sirve a la defensa del derecho a la salud, a la cultura. Realizar el programa de los derechos humanos es el papel de los medios de comunicación.

El papel de la SIP

–En ese debate, ¿cuál ha sido el papel de la Sociedad Interamericana de Prensa, SIP?

–La ocultación de la violación de los derechos humanos, como en Chile. Afortunadamente el nuevo Colegio de Periodistas ha expulsado al propietario y a una de las familias que han dominado la comunicación para servir a intereses externos. Está demostrado que junto con la CIA y los aparatos represores del Estado, la prensa jugó a la ocultación de la eliminación física de opositores a la dictadura. Entonces, la SIP es enemiga de la libertad, por lo que hay que hacer una política de defensa de la libertad de prensa no confundida con la libertad de empresa, que es lo que piensa la SIP. Lamentablemente, es lo que piensa la mayoría de gremios de profesionales y creo que ahí hay un trabajo por hacer: una mayor pedagogía de las políticas de comunicación; formar a las nuevas generaciones de comunicadores en la conciencia de que sin dominio público, sin una economía de los bienes comunes en comunicación, no hay posibilidad de democracia.

Si no, el programa sería el de la SIP, que es recorte de libertades, concentración de la propiedad de los medios, y connivencia con los intereses del capital financiero internacional y de las transnacionales que mediatizan la esfera de la política. Hoy día, todos los politólogos reconocen que el campo de disputa de la democracia es el mediático, y por eso ha habido oposición y virulenta reacción a los procesos de regulación de Venezuela, Argentina y Ecuador.

–Ante lo que menciona, ¿cuáles son los retos para quienes piensan en transformaciones en ese campo?

–Hemos avanzado muy poco. Especialmente en la izquierda tenemos que pasar de la denuncia a propuestas de regulación. Esto pasa por un ejercicio de política cultural. Tenemos que hacer pedagogía democrática de que un eje de la disputa por la democracia no puede ser regulado por el capital privado y la SIP, que se niegan a reconocer este derecho universal. Naciones Unidas reconoce el derecho a la comunicación como derecho universal.

Esa regulación ya no se puede hacer sólo en el Estado-nación. Si hablamos de internet, de las telecomunicaciones o de las corporaciones globales, un Estado tiene poco margen de competencia. Necesitamos procesos supranacionales de regulación de la gobernanza democrática internacional de internet o temas sensibles como la video-vigilancia que se impone a través de las redes de telecomunicaciones.

Los retos

–Si el escenario de disputa política es el comunicacional, ¿cómo construir el escenario público de la comunicación?

–Si hablamos de Ecuador, la Ley de Comunicación es una gran conquista democrática, pero empezando por la estructura es muy difícil cambiar un mercado o un sector estructurado con relaciones de poder muy jerarquizadas. También se han tenido dificultades en Argentina. En Ecuador, el 34% del espectro radioeléctrico que tiene que ir a los medios comunitarios no se está desarrollando, y la propuesta de política pública de medios del Estado debe ser reformulada. Por ejemplo, no hay una segmentación de audiencias, no hay contenidos para el público rural en un país básicamente agropecuario, tenemos canales en manos del Estado que repiten los mismos contenidos de los medios privados, falta un canal temático para cada sector.

En la izquierda tenemos que hacer una autocrítica en el modo de configurar política pública. Normalmente la comunicación se considera instrumental, por lo tanto es una herramienta para hacer llegar el mensaje y no se considera que haya complejidades que hay que asumir: segmentación de audiencias, nuevos servicios audiovisuales con la televisión digital terrestre, nuevos contenidos, formas de participación, modelos de gobierno de los medios públicos que deben dar una mayor voz a los ciudadanos para evitar las críticas de su gubernamentalización. Hay una agenda por hacer que parte de la ausencia de crítica y reflexividad de la izquierda sobre el papel de la comunicación. No se problematiza la mediación como debiera ser para una perspectiva crítica, emancipadora. Hay que pasar de la protesta a la propuesta. El debate no es la regulación de los contenidos sino de los procesos, las estructuras, las dinámicas y el acceso al dominio público. Sin duda, los procesos de regulación en Argentina, Ecuador y Venezuela son conquistas.

La prensa de oposición

–Pero para hacer eso hay que ser gobierno, ¿pero qué hacer cuando se está en la oposición, en espacios contrahegemónicos? ¿Cómo ir más allá del diagnóstico? ¿Las nuevas tecnologías son suficientes?

–Las nuevas tecnologías son importantes pero no suficientes. Me estás hablando en un país que considero paradigma de la innovación en narrativas, de la creatividad, las formas de innovación ciudadana justamente por el terror que ha vivido el país, por la resistencia que ha hecho que se busquen fórmulas creativas. No conozco otro país del mundo como Colombia que sea tan rico en experiencias de medios alternativos y comunitarios. Quizá aquí se dan dos circunstancias de lo que se hace en el sentido gramsciano de la política que es articular, establecer puntos de encuentro. Falta articular para hacer plataformas de medios. Faltan políticas de comunicación desde la izquierda, muchas veces cuando se ha llegado al poder regional o local no se ha planteado como prioridad estratégica este tema, cómo tener un medio que articule. Los gobiernos progresistas en América Latina no han situado la comunicación como prioridad; ha sido secundaria, instrumental. El ALBA, Celac, Unasur, deberían tener un plan estratégico internacional de comunicación, porque es en ese campo donde se está dando una guerra ideológica importante.

–En los medios de izquierda se debate sobre temáticas y lenguajes. Justamente en nuestra pasada edición hubo una nota sobre las implicaciones de la forma como los jóvenes están viviendo su sexualidad en Colombia. Y se generó un debate interno. ¿Cómo encontrar un punto medio para renovar temas y lenguajes sin caer en la frivolidad?

–No tengo una fórmula pero sí puedo decir que no se pueden desconectar los lenguajes, las narrativas y los medios de comunicación. En el momento que hagamos un periódico en el que no estén los elementos que las nuevas generaciones están construyendo -y las formas de construir política hoy día se hacen con las emociones, el cuerpo, la gestualidad, elementos de la cotidianidad-, y mantenemos cierto puritanismo y narrativas desactualizadas, no se conecta con los nuevos actores, con los nuevos sujetos, con quienes hay que hacer los nuevos procesos políticos de emancipación. La política es la vida cotidiana. Yo diría que la gente quiere traer la política a esa vida cotidiana y creo que hay que narrar con un lenguaje de la cotidianidad. Miremos el programa Infraganti en Telesur que con una retórica muy abierta, con un lenguaje televisivo se está haciendo política y se está informando. No hay una sola forma narrativa para hacerlo, el problema es cuando solo se utiliza uno –un lenguaje clásico- en la era de la hipermediación y del lenguaje visual. Hemos pasado de la comunicación representacional a la expresiva, por lo que se conecta mejor con temas relacionados al cuerpo, a las emociones, a la vida cotidiana. Por eso hay que revisar los lenguajes para no mantener unos códigos y tipos de expresión ajenos al lenguaje de esos sectores. Si no, implica que no te comunicas con ellos. Hay que renovar y mantener modelos diversos. Ahí está la complejidad de la comunicación política hoy: que no vale una sola.

La academia

–Ante este panorama, ¿cuál es el reto de la academia, si se parte de que parece estar de espaldas a la realidad?

–La universidad está en un proceso de crisis y transformación en este proceso que algunos llaman de capitalismo cognitivo, que de algún modo cuestiona el papel de la información y del conocimiento, del código. La universidad está un poco de espaldas a las transformaciones del capitalismo y era el único ámbito que no había sido colonizado por las lógicas del capital. Hay retos: Recuperar una de las características del pensamiento emancipador latinoamericano de tradiciones como las de Paulo Freire o Fals Borda, que es vincular las prácticas de investigación, teóricas, científicas a los procesos emancipadores. La declaración de Santa Fe había fijado el control de los poderes públicos a través de la judicialización o del ejército, el control de la opinión pública a través de los medios de comunicación, y el control y cooptación intelectual de los académicos. Desde la década de los 80 esa estrategia de Estados Unidos se tradujo en que por ejemplo todos los ministros de economía se formaron en universidades estadounidenses. Los académicos deben ser consientes de los retos de su país y recuperar su compromiso intelectual. Si no, tendremos tecnócratas que se dedican a cumplir los objetivos de Colciencias, a incrementar el puntaje de producción científica en el sistema de ciencia y tecnología, pero que no atienden a las necesidades nacionales. La academia está cazando moscas, y eso es preocupante en un momento en el que hay una transformación radical de un nuevo espíritu del capitalismo, en el que la información y el conocimiento son centrales, y en el que se está colonizando desde el capital la universidad y la investigación científica y técnica.

–¿Qué sucede en Uruguay y Venezuela en el tema de la democratización de los medios de comunicación?

–Pepe Mujica no se atrevió a regular a los medios, estuvo parando la ley de medios continuamente; si lo hubiera hecho, ¿cómo sería la imagen de él construida en la prensa internacional? Tuvo muchas presiones de las familias dominantes, no quiso confrontar, a pesar de que fue un proceso de abajo hacia arriba a diferencia de Ecuador que partió del gobierno. Como vio lo que sucedió con Ecuador, Venezuela y Argentina no quiso confrontar ni tener una fuerte oposición mediática que es donde se construye la imagen del gobierno. Hay que regular pero al mismo tiempo hay que ir creando medios comunitarios por otro lado con políticas de Estado y a través de medios públicos.

En Venezuela en medio de esa dialéctica con la oposición ha habido una ampliación de medios públicos. Telesur sigue creciendo como medio regional, pero su agenda de noticias es muy venezolana y la gente no se reconoce, no se identifica; tendría que cambiar la agenda de composición. Lo que pasa es que las disputas de comunicación no son solo mediáticas. Si se analiza el ejemplo del Chile de Salvador Allende en 1973 y lo que se vive ahora, es similar. La guerra psicológica y de baja intensidad es ideológica y esto implica todas las formas en las que se pueda construir la psicología de desabastecimiento, crisis, inestabilidad, falta de gobernanza que se está creando en Venezuela y se va a crear en Ecuador en próximos años con las estrategias para el precio del barril. Y eso no sólo se disputa en los medios, que pueden ayudar, pero si no tienen la sensibilidad y la fibra necesaria para capturar y simplemente hacen propaganda como sucede en la visión tradicional de la izquierda, llegará un momento en que habrá una separación entre el discurso y la realidad.

Chávez tuvo muy claro lo que se estaba jugando e hizo una política de ampliación de medios y Maduro la continúa con una red de comunicación popular y alternativa. Para mí es más importante el sector de los medios populares, ciudadanos, para sostener alternativas democráticas de comunicación porque son participativos, están vinculados al territorio o a sectores específicos de población.