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Otra mirada al Quindío en el decenio posterremoto
Libardo García Gallego / Jueves 22 de enero de 2009
 

Lo que cualquier desprevenido transeúnte puede observar hoy en la capital del Quindío: desorden espacial (barrios miserables, cambuches, basureros esparcidos a lo largo y ancho de la ciudad, lotes abandonados, edificios en ruinas convertidos en guaridas de ladrones y roedores, ejércitos de vendedores callejeros, montoneras de mendigos, descomposición social (drogadicción, prostitución, homicidios, atracos, suicidios).

Se dirá que este panorama no es exclusivo de esta ciudad sino extensivo a todo el país, como consecuencia del capitalismo salvaje, neoliberal y globalizado. Es cierto. Sólo que aquí reviste rasgos caóticos, pues no solamente se padecen las consecuencias del fenómeno natural y de la errática y arbitraria reconstrucción, sino las de la crisis cafetera y del forzado cambio de vocación económica de la región.

El hecho de haber convertido buena parte de las fincas cafeteras del Quindío en ganaderías, en plataneras, aguacatales o en fincas turísticas, hizo que un 90% de los trabajadores agrícolas perdieran su empleo, pues mientras un cafetal puede emplear unas 100 personas, una de las demás mencionadas con igual extensión no necesita más de 10. Sobran comentarios acerca de las consecuencias de este cambio.

El terremoto del 99 convirtió el Eje Cafetero en el centro de atracción de migrantes a quienes se les abrió la posibilidad de adquirir vivienda gratuita o a muy bajo costo. Recordemos, por ejemplo, cómo el señor Octavio Jaramillo nos trajo buses de Expreso Palmira repletos de vallunos. Así llegaron al Quindío multitud de personas procedentes de todos los rincones del país, quienes, ante la imposibilidad de demostrar su domicilio en esta región, recurrieron a comprar falsos testimonios y a confabularse con notarios y curadores urbanos, quienes, como puede demostrarse, otorgaron a su amaño licencias de construcción en zonas de alto riesgo. Ejs.: Mirador, Parque Uribe, Centro Comercial El Oasis. En cuanto al censo poblacional, quedó en evidencia la necesidad de levantar y mantener actualizados los datos por comunas, por barrios y hasta por cuadras. Así se podrían registrar los movimientos de la población y ejercer mejores controles.

La idea de recuperar en primer lugar la Institucionalidad hizo que la mayor parte de los recursos provenientes del Estado y de los diferentes benefactores nacionales e internacionales se destinaran a reconstruir escuelas, templos, edificios públicos, etc., en detrimento de la cantidad y calidad de las “viviendas de interés social” o pequeñas covachas a las cuales denominan “soluciones de vivienda digna”.

Todo mundo hizo leña del árbol caído el 25 de Enero de 1999. Las empresas reconstructoras del Eje Cafetero, disfrazadas bajo el eufemismo de ONGs, se llevaron la mayor tajada. Unas con el cuento chino de “reconstruir el tejido social” a base de pura carreta, inclusive creando medios impresos y radiales innecesarios, pudieron engullirse importantes sumas que hubieran servido más bien para crear empleos, empresas productivas estables o construir más viviendas. Los empleos creados fueron ante todo para los foráneos. El fondo para la reconstrucción fue más que todo un fondo de distribución de regalías por regiones.

El Quindío fue ofrecido más como paradisíaco destino turístico, lo que despertó las ambiciones de terratenientes e inversionistas, principalmente en el sector primario, tal es el caso de Víctor Carranza, quien ya ha comprado una buena porción del Depto, la Golden Green que viene ilusionando a los campesinos de la cordillera para arrebatarles sus parcelas con miras a producir etanol a partir del plátano o a explotar su eventual riqueza aurífera. Una empresa turística, PANACA, seguramente aprovechando los beneficios de la Ley Quimbaya, sentó sus reales en el Quindío y muchos comerciantes, en su mayoría también paisas fieles a su vocación ancestral, nos inundaron con cacharrerías, panaderías, restaurantes, ventanillas, bares y cantinas. Seguramente, de este modo pudieron lavar capitales de dudosa procedencia. Los más informados, tipo Harold y Rodrigo, comentan que también pululan aquí los testaferros.

En todo caso, la corrupción en el manejo de la parcial reconstrucción se encarnó en la administración pública; basta ver cómo crecieron los capitales de los últimos alcaldes de la ciudad capital y cómo se transfirieron generosamente las mejores empresas estatales a empresarios particulares. En el Quindío ya no caben los paupérrimos y misérrimos, no sólo por su enorme cantidad, desempleados y en condiciones indignas para un ser humano, sino porque al precio que están la tierra, la vivienda, los servicios, etc., es necesario poseer capitales significativos para quedarse aquí sin necesidad de mendigarle a los turistas.

Aunque no están a mano las estadísticas para corroborar las afirmaciones precedentes, panorama oculto por los círculos del poder , sería interesante que las entidades oficiales nos las ofrecieran con la mayor objetividad a nivel municipal y departamental, por ejemplo: el censo de población, las tasas de crecimiento de la población, de desempleo, de homicidios, de suicidios, de trabajadores y trabajadoras sexuales, de deserción escolar, de trabajadores informales, el índice GINI o de concentración de la riqueza; también los mapas del actual uso del suelo rural y urbano; porcentaje de los presupuestos embolsillados por los funcionarios públicos …