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Columna de opinión
¿Lenin, Gramsci o Mariátegui?
Alberto Pinzón Sánchez / Sábado 23 de enero de 2016
 

Y respondo como George Lukács: “En cuestiones de Marxismo lo único ortodoxo es el método”. Sin embargo en el marxismo revolucionario de Lenin, o en la filosofía de la praxis de Gramsci, o en el marxismo “latinoamericano” de Mariátegui hay un común denominador que es lo que sus adversarios (pero también algunos de sus seguidores) han intentado hacer la mayoría de las veces: “velar, ocultar, tapar, atenuar, disimular o desconocer”. El hecho de que los tres más grandes creadores y enriquecedores de la concepción materialista de la historia fundada por Marx y Engels, fueron en su práctica política trasformadora y en su compromiso personal, secretarios de sus respectivos Partidos Comunistas y responsables de su praxis ante sus propios pueblos y ante ellos respondieron sin eludir ninguna responsabilidad.

Claro que también se debe reconocer aquel dicho popular de que “la posteridad de los revolucionarios siempre ha sido muy difícil”. Porque a ellos (aún no se sabe por qué razón) se les han achacado las acciones personales, correctas o incorrectas, de quienes se dicen sus seguidores post mortem: A Lenin los aciertos o desaciertos de Trotsky, de Stalin, o de Mao. A Gramsci las de Togliatti y los eurocomunistas y a Mariátegui las de Abimael Guzmán.

En Colombia actualmente, sin necesidad de haber estudiado al meritorio psiquiatra de las negritudes Franz Fanon y sin mucho esfuerzo, se puede sintetizar para toda la llamada América latina y caribeña, la ignominia de 500 años de violencia política desde el poder del colonialismo español, del neocolonialismo anglosajón y de la guerra contrainsurgente oligárquico-imperialista actual.

Los ríos caudalosos de sangre indígena, negra, plebeya, campesina y trabajadora vertidos nos han enseñado a separar la paja del grano, teniendo siempre la mente muy abierta para recurrir a enriquecer la praxis de resistencia y liberación social con múltiples conceptos y ejemplos mundiales verdaderamente revolucionarios, anti oligárquicos y antimperialistas, tratando de no hacer iglesias de seguidores y conservando siempre el nervio de las enseñanzas fraguadas en la dura roca de la lucha de clases por el marxismo leninismo y por nuestro Libertador Simón Bolívar.

Hubo una afirmación de un dirigente de la insurgencia colombiana que inmediatamente puso a los intoxicadores del régimen a urdir. Dijo en alguna ocasión que “las FARC eran un partido comunista armado”. Muy bien, se dijeron (o se dicen en coro) entonces la cosa es más fácil de lo imaginado: una vez desarmados, quedan como partido comunista electoral y así podrán luchar “ad eternum” por sus ideales. Quedaba claro que nunca, por más que han intentado conocer a su “enemigo a exterminar”, han logrado calarlo verdaderamente a fondo. El asunto es mucho más complejo de lo imaginado, sencillamente porque los dominantes siempre han desconocido la dimensión histórica propia de la sociedad colombiana, o la han manipulado a su antojo en interés particular y porque la hegemonía política con la cual han dominado se ha basado en el anticomunismo; en la lucha contra los comunistas que han surgido, se han movilizado, desarrollado y combinado todas las formas de lucha de masas, en todo este complejo y sangriento proceso de resistencia y lucha de clases nacional. Jacobo Arenas sí lo dijo muy claramente: “la ideología de la oligarquía y el imperialismo es el anti comunismo”.

El genocidio indígena causado por la mita y la semiesclavitud de los cacicazgos del actual territorio colombiano, la esclavitud negra, junto con la transición feudal-capitalista y el aplastamiento de la plebe comunera de José Antonio Galán,fueron causados por la violencia política desde el poder colonial español, parte esencial del sistema colonial del capitalismo mundial.

La cruenta guerra anticolonial que dirigió Bolívar y que concluyeron violentamente primero F. P. Santander en 1831 y después a mediados del siglo XIX Tomás Cipriano de Mosquera fue una revolución pasiva (Gramsci) de independencia sin descolonización o “colonialidad” (Aníbal Quijano) recomponiendo el poder de la oligarquía hegemónica del “gamonalismo” (Mariátegui) bajo la dependencia del poder colonial anglo-sajón y fue un proceso sangriento de violencia política desde el poder hegemónico.

Luego las nueve “guerras civiles” bipartidistas del siglo XIX para afianzar su hegemonía total y subordinar a las demás clases sociales de la sociedad colombiana. La venta de Panamá por 23 millones de dólares, después de la Guerra de los Mil Días, junto con “la paz con todos sus horrores de Marroquín” o revancha de los gamonales conservadores para apoderarse de las tierras de los gamonales liberales que siguió a la post guerra. La caída en 1930 de la “rosca” reaccionaria de la hegemonía conservadora y la revancha de la “manguala” liberal por recuperar lo perdido. La violencia falangista conservadora que los llevó al poder en 1946 y luego el Bogotazo del 9 de abril de 1948; la guerra civil liberal-conservadora que le dio continuidad. La dictadura anticomunista de Rojas Pinilla en el 53 y el pacto inter-oligárquico para desalojarlo del poder en el 57. El surgimiento de las guerrillas comunistas primero de resistencia y luego con un claro programa de liberación nacional, agrario, anti oligárquico y anti imperialista. Fueron procesos de transición social para afianzar y expandir el capitalismo dependiente ya de los EEUU, desarrollados en medio de una gran Violencia Política desde el poder hegemónico y dominante internacional.

Luego la guerra contrainsurgente iniciada en 1964 con el plan USA Lasso, su ampliación a todo el país, el surgimiento de nuevas resistencias campesinas y populares (con otras visiones marxistas) a esta nueva modalidad de violencia política desde el poder, la conformación de un bloque de poder contrainsurgente hegemónico y dominante, cuyo eje central y sobre el cual giran las 10 estructuras contrainsurgentes que lo conforman, es el apoyo financiero, político, militar y tecnológico del gobierno de los EEUU (concepto sociológico denso de Vilma Liliana Franco) hasta la fecha de hoy (enero 2016) con los millones de víctimas de todo tipo, ha sido otro proceso de transición al capitalismo trasnacionalizado e implementación del neoliberalismo militarista que ha ocurrido en condiciones de extrema violencia política desde el poder dominante.

Y por último, el proceso de paz de La Habana entre el Estado colombiano (dominado por la fracción hegemónica de Juan Manuel Santos) y las Farc-EP, con el fin de finalizar el conflicto armado envuelto en todo este desarrollo histórico, junto con el proceso de transición social que se abrirá con un eventual acuerdo final, nos obliga a pensar nuevos y varios conceptos contenidos en el corpus marxista universal.

La estructura que surja de una conferencia de la “guerrillerada móvil” donde se analizará necesariamente el “trípode estratégico invencible” (general Giap) desarrollado por las Farc- EP (partido comunista clandestino, movimiento bolivariano y milicias populares) ¿será un partido comunista más? O, como lo piensa Gramsci, será un nuevo Príncipe como el descrito en su sugerente e inspirador libro sobre “Maquiavelo, la Política y el Estado Moderno”, “quien no será un héroe individual sino un organismo, un elemento de la sociedad complejo en el cual comience a concretarse una voluntad colectiva reconocida y afirmada parcialmente por la acción. Este organismo ya ha sido dado por el desarrollo histórico y es el partido político”… Desde luego, agrego yo; un Partido Comunista nuevo (Lenin) cuyo magma ya está dado en la sociedad colombiana en los procesos descritos arriba, quien realizará la voluntad colectiva de una nueva hegemonía en un nuevo bloque de poder popular contra-hegemónico, obviamente, anti oligárquico y antimperialista.

Ahora bien también se hará necesario consolidar la sociedad civil destruida, disuelta y desestructurada por la acción del paramilitarismo contrainsurgente y el “oenegeismo” de la U.S. Aid, para que la guerra de posiciones gramsciana planteada en mi pasado articulo pueda avanzar. De lo contrario seguirá estando presente el asalto al Palacio de Invierno de una sociedad civil “fluida” que Gramsci señaló para la sociedad rusa bajo el zarismo.

Colombia, por su singular proceso histórico y de lucha de clases descrito brevemente, ha sido fértil a todos los marxismos; hasta Enver Hoxha tuvo su capilla y sus seguidores. La lucha de ideas y el debate seguirán manteniendo su vigencia y la praxis, como siempre, dará la razón. No hay porqué eludirlos.