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La situación del Tolima es de incertidumbre
Nelson Lombana Silva / Miércoles 25 de febrero de 2009
 
Óscar Barreto Quiroga, gobernador del Tolima.

La situación política, social, económica y ambiental del departamento del Tolima es, ciertamente, de incertidumbre, sobre todo al interior del pueblo campesino y de los barrios populares de las ciudades de este departamento corazón de Colombia.

La politiquería recalcitrante y la corrupción tienen al borde de la hecatombe a casi dos millones de habitantes, gobernados por el conservador uribista Óscar Barreto Quiroga, quien se ha dedicado a repetir maquinalmente la política de tierra arrasada de Uribe Vélez, bajo el tétrico eslogan de la “seguridad democrática”.

La militarización es intensa en los cuatro puntos cardinales, cometiendo desafueros tipificados como "falsos positivos" (léase: terrorismo de estado), la mayoría de los cuales reposan aún en los brazos oscuros de la impunidad.

Los medios regionales de comunicación, con poca capacidad investigativa, crítica y formación política, repiten maquinalmente los boletines oficiales, sin quitarles siquiera una coma.

La Policía persigue como animales salvajes a los vendedores ambulantes de la parte céntrica de la ciudad musical de Colombia, obedeciendo a los grandes almacenistas, grandes negociantes y grandes cadenas transnacionales como Éxito y Carrefour.

La delincuencia se ha incrementado, no solo en Ibagué, sino en los diversos pueblos del departamento, curiosamente aquellos inundados de soldados y agentes del régimen vestidos de civil. Informaciones señalan que en Ibagué hay escuela de sicarios, que cobran hasta 50 mil pesos por quitarle la vida a un ser humano. El robo, el atraco, es la constante en esta sección del país.

Hasta la naturaleza ataca

El invierno no para. Casi el 40% de los 47 municipios tiene problemas con las vías. Los mandatarios municipales se sienten impotentes. Mientras tanto, el presidente Uribe anuncia más recortes de dineros a los territorios municipales.

Tal el drama que viven los habitantes de Anzoátegui y de Cajamarca. El primer municipio padeció la más brutal erosión que perjudicó a casi tres mil campesinos, muchos de los cuales todavía se encuentran hacinados en las instalaciones del colegio Carlos Blanco Nassar sin una respuesta concreta de las autoridades. Sólo vulgares y deprimentes limosnas.

El negocio de las transnacionales

Por su parte, 600 habitantes de Cajamarca que se vieron precisados a salir por el volcán Machín, permanecen en la plaza Las Ferias de Ibagué en espera de una urgente reubicación. Irresponsablemente, los funcionarios de la alcaldía de Ibagué vienen convocando a los labriegos para que regresen, con el peregrino cuento de que el peligro ya pasó y que las medidas de urgencia están tomadas.

La mina de oro de este municipio ha despertado el hambre de la transnacional AngloGold Ashanti y el inminente peligro de convertir la despensa agrícola del Tolima en desierto. El proyecto de explotarla a cielo abierto generaría no sólo la contaminación de la estrella hidrográfica de la zona, sino la destrucción de la rica y variada vegetación, lo mismo que la fauna.

A eso habría que sumarle la descomposición social, la miseria, la prostitución, el alcoholismo y el sicariato. La carestía es inmensa. Un local que costaba cincuenta mil pesos mensuales ahora vale 240 mil, por ejemplo.

Es pues la realidad concreta que vive Tolima o Dulima, según los indígenas, en la dictadura de don Álvaro Uribe Vélez.