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La paz de Colombia, entre Gramsci y Galileo
Felipe Tascón Recio / Domingo 27 de noviembre de 2016
 

El resultado adverso a la paz del plebiscito del 2 de octubre generó un desasosiego enorme por el riesgo de retorno de la guerra entre el gobierno colombiano y las FARC-EP. En contraste, la guerrilla no hizo otra cosa que reafirmar lo decidido desde el primer contacto en septiembre del 2010, refrendado por la 10ª conferencia de septiembre pasado. Esto es su decisión de migrar hacia la política sin armas y por eso, en vez de retornar al monte, aceptó renegociar el acuerdo original firmado con bombos y platillos en Cartagena. Para la continuidad de la salida pacífica, fue básico el apoyo popular a la paz en las calles, contribuyó el premio Nobel, así como la evidencia de la estrategia de falacias repetidas en la campaña contra el Acuerdo.

La estrategia de la campaña opositora fue todo un guión goebbeliano -segmentado por clases sociales e idiosincrasias regionales- para conquistar la hegemonía política con mentiras que exaltaran el odio. Esto fue expuesto con pelos y señales por su gerente Juan Carlos Vélez, quien así documentó el carácter ilegítimo del triunfo del no: la estrategia del Uribe y compañía fue mentir y así “emberracar” a los electores para que salieran a votar contra el Acuerdo.

Entre el plebiscito y la segunda firma en La Habana del 12 de noviembre, sucedieron largas reuniones de los negociadores del gobierno, primero con los voceros del No, donde se sistematizaron más de 400 solicitudes de cambio del Acuerdo, y luego el traslado de estas inquietudes a la Delegación del paz de las FARC-EP en La Habana, para llegar al acuerdo definitivo firmado el jueves pasado en el Teatro Colón de Bogotá. La pérdida del plebiscito del 2 de octubre fue por poco menos de 54,000 votos, por solo el 0,43%, tan poco que el cantautor Julián Rodríguez compuso que solo había que cambiar 0,43% de las 297 páginas: “página y media”. Los cambios fueron mucho mayores. Sin entrar en detalles, podemos decir que se incrementaron 13 páginas y a lo largo del texto se cambiaron redacciones, mejoraron algunas cosas, empeoraron otras y se apretaron los tiempos de ejecución. El elemento más complicado resulta ser la sujeción del nuevo acuerdo a la disponibilidad fiscal oficial, para decirlo sin eufemismos de “política correcta”, así el Estado colombiano evidencia su tacañería. Sin embargo, en el Acuerdo definitivo de noviembre no se incluyeron dos de los elementos reclamados por la extrema derecha: la cárcel para los jefes guerrilleros y su no elegibilidad política.

Podemos decir que a pesar del fraude en la campaña del No, el uribismo se dio el lujo de pedir imposibles, recibió el 90% de estos y sin embargo sigue insatisfecho. Esto demuestra que su intención nunca fue “mejorar el Acuerdo”, sino bloquearlo y así perpetuar la guerra. Después de la firma del Nuevo Acuerdo en La Habana, han ocurrido los hechos conocidos de 2 guerrilleros dados de baja por un francotirador militar, de 6 asesinatos de líderes sociales rurales, 2 atentados fallidos y el desalojo violento del campamento por la paz en la plaza de Bolívar de Bogotá. Pareciera que ahora estuvieran buscando “emberracar” a las FARC-EP para que abortara la firma definitiva -que sin embargo acaba de darse- o rompiera el cese al fuego bilateral. Entre estas 2 estrategias, la 1ª que buscaba la indignación del elector y la 2ª que busca la indignación de la guerrilla para que retorne a la guerra, hay una diferencia sustancial: mientras en la primera la herramienta es la mentira, en la segunda lo son el asesinato y la violencia física.

Del acto del teatro Colón, con la firma del acuerdo definitivo, vale destacar dos elementos de los discursos del presidente Juan Manuel Santos y del ciudadano Rodrigo Londoño (nombre de pila de Timochenko). De este último, la propuesta de “un gobierno de transición, cuyo propósito fundamental sea el cumplimiento cabal de los acuerdos de La Habana”, hipótesis para el 2018 que integre a todas las fuerzas que han trabajado por el Acuerdo y lo siguen haciendo. De esa manera, el comandante de las FARC-EP aprovechaba el discurso para reiterarle al país y al mundo la decisión fariana de hacer política sin armas. Mientras, de la intervención del presidente resalta algo que puede verse como error o mala intención: afirmó que el día D con que se inicie el conteo del tiempo para la dejación de armas, sería el de la refrendación del Congreso: el próximo 1° de diciembre. Sin embargo, de esa manera omitía que lo realmente acordado como día inicial del conteo es el de la aprobación de la Ley de Amnistía, sin la cual -por razones obvias- ningún integrante de la guerrilla dejaría su arma en manos de la ONU.

El jueves en la tarde después la firma, Uribe y su bancada manifestaron la oposición en el Congreso a la refrendación del acuerdo. Incluso el hoy senador habló de revocar las cámaras legislativas si lo refrendaban. Con esta amenaza, la extrema derecha buscaría bloquear ahora dentro del Congreso la implementación. Ésta requiere que se active el mecanismo expedito de “fast track”, porque, en caso contrario, la tramitación ordinaria en el legislativo provocaría mayores modificaciones a lo acordado y retardaría aún más su puesta en marcha, con todos los riesgos que nuevamente prendan la guerra. El retraso también tiene el enorme peligro de dejar en el limbo la ejecución de las acciones productivas que le generen empleo a las 6000 guerrilleras y 9000 guerrilleros en proceso de dejación de armas. La extrema derecha pretende bloquear estas políticas porque cree que este limbo fabricaría un grupo de excombatientes que buscarían sobrevivir de cualquier forma, lo que en términos prácticos equivale a otro riesgo de revivir la guerra.

La semana que entra será fundamental para la historia de Colombia, porque la indefiniciones narradas en el párrafo anterior equivalen a lo que Antonio Gramsci llamaba un equilibrio catastrófico. Uribe y sus compinches seguirán intentando abortar la paz en la cuna, aprovechando la debilidad del gobierno Santos maltrecho en las encuestas, que además trata de imponer un impopular proyecto de reforma fiscal. Mientras tanto, la guerrilla ha nombrado los delegados acordados para asistir al Congreso con voz pero sin voto: los comandantes Ivan Márquez, Jesús Santrich y Victoria Sandino y el secretariado en pleno permanece en Bogotá, usando un convento católico como campamento.

La resolución del equilibrio catastrófico hacia la paz dependerá sobre todo de la continuidad de la movilización del constituyente primario. Por esto, los jóvenes y los sectores progresistas han convocado nuevas marchas y plantones de apoyo a la implementación inmediata. Esperamos que la paz
post scríptum continúe su curso, que con la sociedad civil -de todas las edades y estratos sociales- movilizada apoyando la implementación en el Congreso, podamos parafrasear a Galileo Galilei y afirmar que la paz, a pesar de Uribe y demás dinosaurios, sin embargo se mueve.