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Opinión
Apoyar el proceso de paz con conciencia de clase
Su implementación no es tan sencilla. Por un lado, tenemos a un Gobierno desprestigiado, incumplido, neoliberal y corrupto; a una oligarquía sectaria, criminal y temerosa hasta de cambios cosméticos. Y por el otro lado, a un pueblo analfabeto políticamente, alienado, atemorizado e incomunicado.
Nelson Lombana Silva / Jueves 12 de enero de 2017
 
Foto via photopin (license)

El proceso de implementación del acuerdo de paz suscrito entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el Gobierno nacional de Juan Manuel Santos Calderón corresponde en su desarrollo e implementación satisfactoria fundamentalmente a dos aspectos nodales: uno, a la voluntad política del Gobierno nacional y, más allá de este, a la voluntad política de la oligarquía colombiana y el imperialismo norteamericano; y dos, a la decisión política del pueblo para asumirlo como suyo, dispuesto a exigir organizada y decididamente su implementación sin dilación de ninguna naturaleza.

Recordemos lo dicho por el comandante Timoleón Jiménez: “Este acuerdo ya no es nuestro, es del pueblo colombiano”. En ese mismo sentido el comandante fariano del XXI frente Donald Ferreira ha indicado: “En adelante, le queda al pueblo defender el acuerdo en la calle. El mismo Gobierno lo ha dicho, nosotros también lo hemos dicho: que nosotros hemos cumplido nuestro papel, ahora es el pueblo en las calles defendiendo el proceso y exigiendo la implementación de ellos ya, porque es que en los acuerdos no se consiguen cosas personales para nosotros los guerrilleros, sino grandes beneficios para la sociedad más desfavorecida del país” [1].

También la guerrillera del XXI frente de las FARC-EP Nayibe Palacios subraya: “El pueblo colombiano nos puede ayudar a implementar la paz con su exigencia, con su protesta y reclamándole al Gobierno que cumpla como tal lo que se firmó en La Habana y en Cartagena (teatro Colón en Bogotá)” [2].

Mirando con detenimiento estos dos requisitos básicos se puede concluir fácilmente que su implementación no es tan sencilla como debería ser. Por un lado, tenemos a un Gobierno desprestigiado, incumplido, neoliberal y corrupto; a una oligarquía sectaria, criminal y temerosa hasta de cambios cosméticos. Y por el otro lado, a un pueblo analfabeto políticamente hablando, alienado por los aparatos ideológicos del régimen, atemorizado por el terrorismo de Estado e incomunicado.

Ejemplo concreto reciente el plebiscito del 2 de octubre de 2016. Más del 60 por ciento del pueblo colombiano no participó y el 50 por ciento de los participantes apoyó de alguna manera la continuidad de la guerra. Habría que sumarle un par de ingredientes más: una izquierda seriamente polarizada, pensando más en su capillita que en el interés colectivo del pueblo en su conjunto; y el galope escandaloso del oportunismo de derecha y de izquierda.

El marxismo-leninismo enseña a aprender de las experiencias. Son muchas que ha tenido el pueblo colombiano y sigue teniendo. Debe sacarle partido para no volver a cometer esos errores colosales que han echado por tierra oportunidades inmensas. Esta oportunidad singular de aclimatar la paz estable y duradera en Colombia la debemos defender con alma, vida y sombrero, sin escatimar esfuerzos de ninguna índole, erradicando de nuestra conciencia todo rastro de mezquindad. Hay que tener cuidado de esos “violentólogos” que de la noche a la mañana, sin un acto real de conciencia, se pasan al bando de la “paz” con el fin de sacar partida personal. Comienzan a aparecer ONGs de todos los tamaños y pelambres. Ojo con eso. El oportunismo ronda.

El Partido Comunista Colombiano, en el caso particular de Ibagué, ha propuesto y viene apoyando una confluencia de fuerzas de izquierda y democráticas alrededor de este proceso con el fin de ayudar a su desarrollo y a blindarlo de alguna manera del crudo oportunismo y de los criminales que quieren que el país se siga desangrando. Nadie tiene por qué autodefinirse como jefe de este proceso, por cuanto el único jefe es el pueblo. Es hora de señalar a los que han pelechado de una u otra manera de la guerra, no para incomodarlos y hacerlos sonrojar. Esa no es la finalidad. La única finalidad es: aclimatar la implementación del acuerdo y cerrarle el paso a los oportunistas y a los agoreros de la guerra.

La unidad es fundamental. Esta se construye en la acción, en la praxis, no simplemente teorizando y haciendo análisis de coyuntura por las alturas. El compromiso con la paz debe ser integral y sin ninguna suspicacia. Hay que persistir en un frente amplio por la paz sin sectarismos y sin ambigüedades como diría en su momento el maestro Carlos Gaviria Díaz. La unidad es una construcción permanente, no hay que desfallecer. Actuar así es apoyar la implementación del proceso de paz con conciencia de clase.

[1La otra versión acerca de las FARC-EP. Reportajes. Lombana Silva, Nelson. Página consultada 10.

[2Ibíd. Página consultada 24.