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Horacio Guarany: No se calla el cantor
«Me dio vergüenza estar escondido como un perro sarnoso. Yo que solo di amor, me tuve que ir de mi tierra. Tuve que salir escondido. ¿Por qué, qué hice? Eso no me dio odio ni bronca, me dio vergüenza, mucha vergüenza. ¿Por qué me echaron de mi casa, carajo?»
Leonidas Arango / Lunes 30 de enero de 2017
 

Eraclio Catalín Rodríguez, de nombre artístico Horacio Guarany, acaba de morir cerca de Buenos Aires a los 91 años. Fue un cantor, compositor y escritor, autor de piezas tan conocidas como “Si se calla el cantor” o “Memorias de una vieja canción”, que en 1985 fue declarado como el más importante cantante masculino de folclor en la historia de Argentina.

Hijo de un indígena correntino peón de una empresa británica y de madre española, en 1943 viajó a Buenos Aires a abrirse paso con el canto. Malvivió en una pensión actuando en el barrio de La Boca y después fue cocinero y fogonero en barcos fluviales.

Se afilió al peronismo porque el presidente Juan Domingo Perón mejoró las condiciones de los trabajadores. Después del golpe contra Perón en 1955 ingresó al Partido Comunista Argentino, consciente de que esta decisión podía dificultarle una carrera que apenas despuntaba. En 1957 fue invitado a Moscú a un festival que celebraba los 50 años de la Revolución de Octubre y a su regreso las canciones que había grabado estaban en las emisoras y en boca de todo el pueblo.

Se mantuvo en el primer plano del mundo artístico con canciones de denuncia, filmó en 1972 el largometraje Si se calla el cantor, y posteriormente La vuelta de Martín Fierro.

Perseguido por la dictadura

En marzo de 1974 se negó a cantar en el Obelisco de Buenos Aires por invitación de quien manejaba el poder, José López Rega, el asesino que lideraba la parapolicial Triple A (Alianza Anticomunista Argentina). Días después estalló una bomba en su casa y comenzaron una serie de amenazas de muerte y atentados con bombas. Guarany siguió proclamando: «Si se calla el cantor calla la vida porque la vida, la vida misma, es todo un canto».

Guarany resistía cantando donde pudiera y mirando para todos lados. A los meses, otra bomba y su auto incinerado, llamadas amenazantes y una condena por «traidor a la patria». Le dieron 48 horas para dejar el país. Horacio dormía en el techo de su casa, decidido a no entregarse sin luchar, hasta cuando se cumplió el plazo. Estuvo en un criadero de pollos mientras su representante le contrató una gira por Venezuela. En septiembre de 1974 el cantor popular dejó el país. Su exilio fue primero en Venezuela y luego en México, donde cantó para los argentinos perseguidos por el terror militar.

No pudieron callarlo

«Me dio vergüenza estar escondido como un perro sarnoso. Yo que sólo di amor, me tuve que ir de mi tierra. Tuve que salir escondido. ¿Por qué, qué hice? Eso no me dio odio ni bronca, me dio vergüenza, mucha vergüenza. ¿Por qué me echaron de mi casa, carajo?». Finalmente, en 1975 viajó a España y durante cuatro años cantó con la voz crispada y el alma herida.

Entre tanto, la dictadura militar hizo desaparecer todos sus discos en Argentina pero el pueblo se ingeniaba para tener siempre en sus oídos la música del ídolo.

El exilio se volvió insoportable y regresó en diciembre de 1978. Lo esperaban las ovaciones de un Luna Park lleno, una nueva bomba en su casa de Buenos Aires y otra más en enero de 1979. Prefirió realizar espectáculos sólo en el interior del país antes que un nuevo exilio.

Con el retorno de la institucionalidad en 1983, volvió a los recitales y a la televisión. Dejó su casa y se fue a vivir a un barco navegando por los ríos de norte argentino.

Al cantor y a la vida nunca pudieron callarlos.