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Opinión
Campaña de Convergencia Alternativa Tolima sí, pero no así
Los comunistas tenemos claro que la preocupación no es exclusivamente llegar, pues se hace necesario saber a qué se llega, con quien se llega y cuál es la diferencia con los que siempre han estado empotrados en el poder.
Nelson Lombana Silva / Sábado 2 de diciembre de 2017
 
Foto: Odisea09 Ibagué Defiende la Paz, un Derecho de los Pueblos. via photopin (license)

No es cierto que desde junio de este año se venga planteando el tema electoral del año entrante en el departamento de Tolima. El Partido Comunista desde antes de firmarse los acuerdos de La Habana en el teatro Colón de Bogotá, el 24 de noviembre de 2016, venía planteando el tema, desarrollando bilaterales. Es más, lo venía haciendo con un criterio político, no simplemente electorero.

Los comunistas tenemos claro que la preocupación no es exclusivamente llegar, pues se hace necesario saber a qué se llega, con quien se llega y cuál es la diferencia con los que siempre han estado empotrados en el poder.

En esta tarea se tuvo relativo éxito. Ante la negativa de la clase dirigente, el Partido optó por adelantar asambleas populares por la base. Varios encuentros se realizaron, encuentros amplios, democráticos y participativos. No era una persona decidiendo por todas. Al contrario. Todas decidiendo y asumiendo posturas consecuentes.

Con ese criterio participamos en varias actividades callejeras, algunas en solidaridad con el hospital Federico Lleras Acosta, centro asistencial tan duramente golpeado por el neoliberalismo y la corrupción. También estuvimos presentes en las movilizaciones de la universidad del Tolima y en los sentidos reclamos de los campesinos e indígenas.

El eslogan del momento era teorizar y practicar, fortalecer la unidad desde la barricada, desde las calles y la acción unitaria.

Ahí está la génesis de la propuesta que hoy camina, propuesta que se debe cristalizar alrededor de un programa consecuente, una lista unitaria y unos principios éticos, aunque éstos sean básicos. No se puede caer en los mismos errores de siempre, hay que corregirlos para que esa unidad tan esquiva se materialice y la izquierda sea realmente opción de poder.

Esta convergencia alternativa denominada “Por la decencia, la paz y la vida”, debe tener claramente definido el propósito, como también tener unos mínimos. ¿Qué tipo de paz es la que realmente nos estamos plateando? Acaso, ¿la paz santista? Acaso, ¿la paz de los sepulcros?

Eso hay que precisarlo, sobre todo desde las bases de las distintas organizaciones que se proclaman de izquierda unas y otras de democráticas o comunitarias.

Es más, no se debe mirar el problema de la paz desde una simple perspectiva metafísica. Hay que mirarla desde la dinámica dialéctica, por cuanto eso nos permitirá entender que la paz es producto de cambios estructurales de orden social, económico, político, ético, cultural y ambiental.

Muchas veces repetimos maquinalmente procesos pero no nos detenemos a interpretarlos en contexto, lo hacemos por abstracción. Mejor dicho, teorizamos en el aire y entonces somos de izquierda mientras llegamos donde queremos llegar. Tenemos experiencias a granel en el Tolima.

Ahora, el programa debe tener otros temas nodales del momento. Por ejemplo: el medio ambiente, la defensa de lo público, la lucha frontal contra la corrupción y el oportunismo. La privatización, venga de donde venga, hay que condenarla y rechazarla.

Propuestas claras y creíbles para los niños, para los jóvenes, para los adultos, para los ancianos, para la mujer, para las distintas organizaciones y sectores sociales, económicos, culturales, ambientales que tienen asiento en el Tolima. Hay que rechazar ese concepto vacío de montonera.

No hay duda que la única forma posible de alcanzar un escaño en la Cámara de Representantes es a través de la unidad, desde la izquierda más rosadita hasta la más radical. Pero, ¿para qué una curul en el parlamento? Aparentemente, esta podría ser una pregunta obvia, pero realmente no lo es. Hay dos posturas al llegar a estos puestos: una, fortalecer el estado capitalista; y dos, contribuir a su destrucción, abriendo alamedas hacia el socialismo.

Claro que hay que propugnar por una sola lista nacional para Senado. También un solo candidato a la Presidencia de la República. No sé si sea posible ahora que se ha hundido la reforma política santista. La izquierda debe superar la competencia desmedida entre sí y fortalecer la solidaridad de clase. Tener claro que en la izquierda no se compite, se comparte.

Las distintas organizaciones políticas deben recibir un trato fraterno, respetuoso, facilitando su participación, sin intromisión en los asuntos internos de cada fuerza y dándole la oportunidad de participar y decidir. Una fuerza o dos no deben monopolizar el proyecto de convergencia. Las responsabilidades se deben rotar en condiciones de igualdad.

La otra propuesta gruesa va encaminada a hacer alianza con fuerzas del estado dominante, en este caso, el Partido Liberal. Un sector del liberalismo habla de paz, pero, ¿qué tipo de paz? ¿Es conveniente?

Al respecto, algunos afirman que sería oxigenar un partido en el ocaso, desprestigiado y oligarca.

Otros, por el contrario, opinan que sería una gran alianza más allá de la izquierda en aras de contribuir a la paz y su etapa de implementación. Es más, se analiza que el Tolima, que en otros tiempos era liberal, hoy está en manos de la extrema derecha que representa el Centro Democrático.

Naturalmente, la propuesta tiene sus pros y sus contras, pros y contras que hay que analizar detenidamente en conjunto para encontrar la mejor decisión.

Si la izquierda estuviera lo suficientemente unida y organizada posiblemente esta iniciativa sería positiva, por cuanto ayudaría a romper la estigmatización tan fuerte que hay contra la izquierda, especialmente contra el partido Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (FARC).

Si la unidad de las izquierdas es blandengue, débil, la iniciativa sería negativa, por cuanto ésta se convertiría en simple escalón.

Así las cosas, la izquierda realmente izquierda debe adelantar encuentros amplios, democráticos y participativos, llegando a conclusiones y acuerdos concretos que contribuyan a conjurar la dispersión y fortalecer realmente un bloque con perspectiva de poder. Debe ser con amplitud, pero no de simple palabra, sino de hechos reales y concretos.

En síntesis, a nuestro modo de pensar, se debe realmente definir un programa mínimo, unas reglas claras de juego, candidaturas unitarias, un plan de trabajo y una financiación colectiva. El esfuerzo que se ha hecho hasta ahora se debe desarrollar dándole más dinámica y contenido, sin sectarismos y sin ambigüedades como solía decir el maestro Carlos Gaviria Díaz