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Opinión
Reflexiones sobre la paz en tiempos de la guerra
José Maykol Quintero Arias / Sábado 3 de febrero de 2018
 

Los diálogos con el ELN están en un momento crítico. Por un lado, el quipo negociador del Gobierno parece no reconocer la sistematicidad de los asesinatos de los líderes sociales y excombatientes, simpatizantes o militantes de FARC. Y por su parte el ELN pareciera no comprender los mensajes que todos los días emitimos como colombianos exigiendo reales muestras de voluntad de paz.

Es necesario tomar un momento de reflexión sobre lo que esta sucediendo en Quito y sus repercusiones en Colombia, la discusión no puede retroceder al debate anacrónico de qué es mejor, si la guerra o la paz.

Evidencia de sobra ha generado el proceso de diálogos con las FARC y su acertado transito a la vida civil, la guerra cesó en un gran porcentaje del territorio nacional e igualmente acertada es su apuesta de exigir a través de la movilización y la concientización el cumplimiento de los acuerdos que no son sólo beneficios para los excombatientes, son reformas necesarias que adeuda un estado que se dice social de derecho.

Cuando enuncio la guerra, quiero detenerme allí para recordar que no es un concepto abstracto de confrontación armada entre dos bandos, la guerra es muerte, desmembramientos, sufrimiento, desplazamiento, mutilados, sangre, vísceras, llanto de madres, padres, hermanos, violaciones, estallidos. Esto es la guerra, algo trágicamente diferente a lo que nos muestran las películas y los publirreportajes de los medios de comunicación colombianos que han construido audiencia alrededor de la muerte.

Considerado ese detalle en la discusión sobre la guerra y la paz, la discusión que suscita la mesa de diálogos en Quito es: cómo lograr la paz.

En este sentido sí es el Gobierno quien tiene el sartén por el mango. Los últimos hechos sucedidos con los excombatientes y militantes de FARC, el asesinato de líderes sociales y su papel permisivo con el accionar del paramilitarismo en las regiones son el caldo de cultivo en el que crece la incredibilidad y desconfianza del ELN y de amplios sectores inconformes que se dejan tentar por las armas ante los mensajes que a diario llegan donde la injusticia es la moneda para el trabajador colombiano. El ataque a vendedores ambulantes negándoles su derecho al trabajo, la corrupción rampante de las élites que cobra vidas humildes, los desayunos escolares vencidos y sin calidad para los niños de bajos recursos, el tratamiento policivo a cualquier demanda justa de la sociedad que se enmarca al Estado Social de Derecho son muestras de la incapacidad que tienen las élites que han manejado el país por más de 200 años.

Sin embargo, ante este panorama, la salida no puede ser la de profundizar el conflicto armado que se alimenta de jóvenes y de las esperanzas de cambio de las comunidades. Es necesario en estos momentos la movilización y la denuncia, la educación y concientización, las lecturas políticas desde los sectores populares, el trabajo continuo por romper el círculo de violencia en la que el pueblo es el único vencido, sacrificado y despreciado.

Por este motivo llamo a la sociedad en su conjunto, al ELN, al gobierno del presidente Juan Manuel Santos y a todos los sectores sociales y populares, así como partidos y movimientos a recuperar a Colombia de la violencia, a construirla a través de la profundización de la democracia.