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Santrich: un hueso duro de roer
Sería la primera persona que en la historia política de Colombia muere a través de una huelga de hambre.
Yezid Arteta Dávila / Viernes 20 de abril de 2018
 

Bono, el vocalista de U2, cuenta en una entrevista cuán atormentado se sintió por el caso de Bobby Sands, el militante del IRA Provisional (Ejército Republicano Irlandés Provisional) y miembro del Parlamento Británico que había iniciado una huelga de hambre en la prisión de Maze, Irlanda del Norte, demandando trato de prisionero político. Sands falleció en el hospital de la prisión luego de 66 días en huelga de hambre. Durante esos angustioso días de 1981, Bono enseñaba en los conciertos una bandera tricolor de Irlanda a la que doblaba las franjas verde y naranja, quedando sólo la blanca. Era un mensaje de paz.

Cuento esto porque Jesús Santrich, vocero de las Farc, ha comenzado una huelga de hambre que de acuerdo a los mensajes que ha enviado a los suyos, finalizará con su muerte. Santrich habla de su “última batalla” y se despide de sus padres con ternura. Sería la primera persona que en la historia política de Colombia muera a través de una huelga de hambre. Moriría por una causa. Su causa. La de los que lo acompañan en su causa. No es poca cosa lo que ha decidido hacer con su vida, más en un país de políticos llorones.

A este Jesús Santrich no lo conozco. Conocí al otro, al verdadero Jesús Santrich, un estudiante de arquitectura de la Universidad del Atlántico que iba todo el tiempo con un cigarrillo en la boca, guardaba silencio en las reuniones, voceaba en los mitines y dibujaba -era su mayor destreza- los murales de la Juventud Comunista. Fuimos amigos, camaradas, luchamos juntos. Eran tiempos en los que la lucha armada dominaba el pensamiento de una generación de jóvenes latinoamericanos, sometidos a sanguinarias dictaduras y pseudodemocracias. El se quedó, yo me fui. Cuando estuve en el monte supe que a Jesús Santrich lo habían matado. No era raro. Eran tiempos en que mataban a gente de izquierda como matar moscas.

Sé del otro Jesús Santrich, el que ha elegido la huelga de hambre como fórmula para morir, por lo que cuentan los medios y por lo que me cuenta la gente que pertenece a su parche de Barranquilla. Un hijo de la clase media que se destaca en los estudios, abraza la ideología revolucionaria y luego se va al monte a pesar de los ruegos de sus padres para que no lo haga. Más que un comandante militar fue el clásico comisario político de una guerrilla marxista-leninista. La pérdida paulatina de la vista le hizo descubrir alguna faceta artística de naturaleza panfletaria. Mientras otros echaban los tiros él echaba la carreta. Llegó a La Habana como plenipotenciario llevando consigo un saxofón y una retórica que para algunos, era provocadora. Allí ganó notoriedad. Un bocatto di cardinale para los medios.

Zeuxis Pausias Hernández Solarte, el nombre de pila de Jesús Santrich, fue víctima de una estratagema propia de bandidos. Son esas estratagemas que no se aprenden en los libros sino lidiando con bandidos o en los patios de los penales. Santrich no ha sido ni bandido ni delincuente callejero, sino un chico de izquierda que por golpes del destino se fue al monte, volvió a la lucha legal, cayó preso y ha decidido morir en la suya. El tal Marlon Marín, el típico lagarto que se encuentra en todos los partidos políticos y las instituciones, parece ser uno de los artífices de la trampa tendida a Santrich. La trama está compuesta por una serie de piezas sueltas de un posible rompecabezas que solo mediante la manipulación, podrán encajar ante un tribunal.

Bobby Sands murió. El IRA firmó un acuerdo de paz en Irlanda del Norte que ha sido respetado por todas las partes, incluida la Corona Inglesa. Jesús Santrich ha decidido morir. Las Farc firmaron un acuerdo de paz con el gobierno que a duras penas se está cumpliendo. Inglaterra es una potencia capitalista sujeta a las leyes. Colombia es un remedo de economía capitalista salpicada de narcotráfico, sujeta al capricho de una élite política que dirige al país a madrazos.

Seguimos a la espera. Esperando si Santrich le gana la partida al fiscal de Colombia a través de una inmolación con visos políticos. Todo puede ocurrir en un país en que un escritor caribeño ganó el Nobel de literatura narrando historias alucinantes. No hay que olvidar que el Rolex que llevaba en la muñeca Raúl Reyes era dado por bueno cuando en realidad era falso. El Rolex con el que murió Ernesto ‘Che‘ Guevara, en cambio, era legítimo.